Lo volvió a hacer. Una tarde más. En esta ocasión, le tocaron los toros de Adolfo Martín y volvió a poner en valor sus cualidades y su profesionalidad. Es Manuel Escribano, que bajo un aguacero ofreció este jueves una nueva actuación de mucha entrega, completa y variada y que quedó sin premio a ojo del Presidente. Fue la enésima reivindicación de un torero que cada tarde parece que tiene que reclamar su sitio en las ferias como si los empresarios no conocieran sus capacidades. Fue lo más destacado de una tarde de tormenta, gris, como el juego de los cárdenos de Martín, bien presentados, con dos partes bien diferenciadas: la primera más parada y sosa y la segunda, cuando el agua comenzó a caer, con más opciones aunque sin fuerza. Completaron la terna un inspirado Antonio Ferrera y un entonado José Garrido, que falló con los aceros un posible trofeo.
Cosido por la cornada de Sevilla, Escribano pisó el albero venteño como si cada tarde tuviera que reivindicarse. No tardó en irse a chiqueros y esperar a portagayola al corniveleto segundo. Continuó con un variado tercio de banderillas, en un despliegue de facultades físicas y reunión, ante un toro que esperó tras apenas emplearse en varas. Un ejemplar que pasaba dormido, aunque en ocasiones miraba los tobillos y reponía. Manso, pero para no fiarse. De hecho hasta a la hora de ejecutar la suerte suprema, donde el sevillano cobró un estoconazo, puso complicaciones y le pasó la punta del pitón por el pecho. Ovación al esfuerzo de un profesional.
Una vez más lo volvió a hacer. En esta ocasión, bajo la lluvia: el trago de toriles, de rodillas. Después se estiró con el capote con un toro veleto, corto de manos que tuvo buenas condiciones en los primeros tercios. El sevillano mantuvo la emoción en banderillas y después lo citó desde los medios para pasárselo por la espalda. Mucho mérito el de Escribano, que llegó a ser empalado entre los pitones del animal, y tiró de entrega y oficio para poder con las medias embestidas que dispensaba. Remató de un eficaz espadazo y el público, que quedó estoicamente mojándose, reclamó con fuerza la oreja. No la concedió el Presidente y dio una vuelta al ruedo con fuerza.

GARRIDO, ENTONADO
El tercero de la tarde, bajo y de buenas hechuras, prometió en los primeros compases fijeza, movilidad, acometividad y humillación. Sin embargo, con el paso por el caballo fue un espejismo y cambió para mal: resultó mirón, parado, sin emoción y sin raza. Otro toro sin opciones a lucimiento y Garrido, que con estos toros hay que pasar el trago aunque no tengan contenido, quedó prácticamente inédito pese pechar con él.
Cerró el festejo el toro más alto de la tarde, fino de hechuras y astifino, que tuvo nobleza en los engaños de Garrido. El extremeño estuvo entonado, capaz y seguro con él. Buena actuación para recuperar cierto sitio, quizá de premio, pero finalizó de una estocada defectuosa; lo que restó la petición.

UN INSPIRADO FERRERA
El primero rehuyó de la puya. Manso, sin fuerza y dormido. Simplemente no pasaba. Un borrón. Nulo de opciones. El segundo de su lote, que enseñaba las palas, tuvo calidad y estilo, aunque estuvo justo de fuerzas y se cayó. Faena de altibajos en medio de la tormenta, en la que Ferrera, a base de tiempo, llegó a torear despacio y asentado, con naturales de mucho poso. La lluvia y el viento fueron a más y el torero, arrebatado, dejó pasajes de corte artista relajado y con suavidad ante un astado que terminó por orientarse. El aguacero fue real. También con el acero. Las cosas de Ferrera.
Ficha
Plaza de Toros de Las Ventas (Madrid). 24º festejo de la Feria de San Isidro. Lleno en los tendidos. Toros de Adolfo Martín, cinqueños, en hechuras, bajos y musculados.
Antonio Ferrera, silencio y ovación (aviso).
Manuel Escribano, ovación y vuelta al ruedo tras petición.
José Garrido, silencio y ovación.
Los banderilleros Ángel Otero y Víctor Manuel Martínez se desmonteraron tras parear al cuarto.
