Un espía siempre te la lía. La nostalgia de Putin lleva recalentando la guerra fría con microondas de polonio desde que Ucrania decidió mirar al futuro y Occidente hacia otro lado. Y al final, vuelve la Historia que creíamos finalizada.
Nadie inocente, menos la niña que canta Frozen en el bunker. Todos culpables, salvo el viejo que tiene la boca contra la grama. Responsables de reírle las gracias al tirano y de comprarle su mercancía corrupta durante demasiado tiempo. Tantas guerras en la Play que llegamos a creer que son un juego con reglas. Impactados de impotencia ante los muertos de cunetas 4K y exiliados de fila rodadas por drones. Semanas de guerra y años de guerrillas que volverán más estúpido al vencedor y rencoroso al vencido. Como las guerras de siempre. Nos toca hacer la digestión europea. La única que te quita gases en lugar de dártelos. Ya que no nos llevamos un balazo en la tripa debemos asumir un sablazo en la factura. Y la “putinflación”, que no es comunista ni fascista, sino el resultado de lo peor de ambos radicalismos, los que miran al pasado, a su ombligo y a la vida de los otros a través de la bandera propia. Si Europa tenía el riesgo de convertirse en la cafetería de un museo llena de viejas educadas y cobardes, la invasión nos devuelve al proyecto político de la unidad de lo diverso con nueva capital en la joven Kiev. La democracia parece lenta y cobarde ante el que abusa, porque actúa con ética ante el inmoral y con proporción ante el imprudente, pero suele ganar, no por buena, sino por rica. Rusia es un gran granero de armas y minerales, pero pobre si no tiene a quién vender ni matar. Y las guerras son dramas humanos, pero también financieros. Y Occidente sabe esa debilidad. Piense en eso cuando pague 100 euros por llenar el coche. Solo así podemos reforzar este nuevo telón de acero en defensa de la democracia y frente al imperialismo ruso. Las sanciones a Rusia representan su exclusión del sistema económico mundial, y con ello, la reaparición de los bloques y el fin de la globalización como ideal de un mundo unido por sus interrelaciones. También seguir mirando y denunciando. Hasta que nadie les apoye, hasta que estén solos con su oprobio y su iglesia ortodoxa, la que apoya la invasión de Ucrania porque es un país de gays. (Ortodoxa, del latín doctrina del orto, de opinar con el culo).
El bloqueo para no darles la excusa de la intervención militar que están deseando, la denuncia y jugarnos la paz a los chinos. China siempre ve oportunidad en las inoportunas crisis. Pueden pensar que como el boicot viene de los ricos del norte, es el momento de aliarse con los pobres del sur y así recalentar su guerra fría con EEUU, pero hay una oportunidad mejor, la de limpiar su imagen autoritaria y pasar por el nuevo pacificador. ¿Quién quiere la mitad del mundo pudiendo tener todo el mercado global?
Porque lo global es una estadística y lo personal una tragedia, quedo a tomar un vino con el constructor que me hizo la reforma de la casa. Ucraniano nacido en la URSS del ucraniano Breznez. Guapo, rubio y fuerte, como salido de un sueño de José Luis Moreno. Tiene allí a su familia y amigos. Y paro de preguntar cuando veo que cambia el pantone de sus ojos azules. Con la infancia feliz de quien no se preocupa de nacionalidades ni identidades. Con la juventud emigrante de quien quiere seguir sin preocuparse. Recio, confiable, orgulloso como un segoviano. Cuenta que Zelensky está sujetando muy bien un muro que construyó muy mal. Mucho tiempo perdido. Bienvenido sea este Churchill de tik tok, pero había que haber pensado esto antes. Al amigo lejos y al enemigo cerca. Europa tiene que tener valor para no parar las sanciones. Ahora no duelen, igual que no te duele un puñetazo en plena pelea, pero ya dolerá al llegar a casa. No todos tienen tanto dinero como él. Los oligarcas que pierden negocio, los que le pusieron, le quitarán. A su manera. Allí decimos que el lobo que caza siempre es cazado. Necesitamos armas, información y unidad en la respuesta y en las sanciones. No rendirse no significa ganar, pero algo ganaremos si demostramos que los ucranianos somos de verdad, que nuestro país es de verdad. Nuestros hijos son de verdad.
Lo que nos sobre en Europa después de pagar esta factura deberíamos invertirlo en democracia. En instituciones libres de radicalidad, nacionalismo y nostalgia. Aunque estés enfadado o cansado, recalentar mierdas pasadas siempre da malas digestiones.
