Creíamos que con el acto institucional del otro dia jurando la princesa Leonor su lealtad a la Constitución y el respeto a las normas institucionales que conforman la Transición y, en consecuencia, la arquitectura democrática que ha sostenido la convivencia en este país en los últimos cuarenta y siete años, se abría una ventana de esperanza y un aire nuevo que fortalecería esa convivencia entre españoles hoy rota por las permanentes e insaciables reivindicaciones separatistas de unos y la debilidad de otros que, en su sumisión ante los díscolos se encamina a producir la demolición de ese entramado político donde se asienta la separación de Poderes y se garantiza la igualdad y la libertad por encima de inspiraciones políticas de diferente signo, si bien diferentes, no por ello enemigas-
Pero qué va. Pues al hilo de lo que aquel acto suponía –y supone,como permanencia- de respaldo y garantía de continuidad de nuestro sistema Parlamentario reflejado en su Carta Magna y la consiguiente reconciliación entre las distintas corrientes políticas (gracias a la cual accedieron a su parlamentarismo) que alumbraban una incipiente democracia, consolidada luego por todos o casi todos. Se dibujaban ese mismo dia y con urgencias se ve que insólitas, ciertos actos inspirados sin duda en intentar opacar el protagonismo de la princesa Leonor, como el principio público de los pactos vergonzosos como el que se protagonizaba en Bruselas donde se rendía pleitesía al prófugo de la Justicia española entre el Secretario de Organización el socialista Santos Cerdán y el republicano Puigdemont con imagen en color que debiera haber sido –por su esencia- en blanco y negro. Imágenes tóxicas para el equilibrio de nuestras Instituciones, que venían a ser el preámbulo del espectáculo que protagonizaban poco después el ministro de la Presidencia Félix Bolaños, en funciones, y jubilosamente el indultado vergonzosamente Oriol Junquera con banda de música, sardanas y fuegos de artificio, supongo. Acuerdo, convenio o compromiso como quieran llamarlo pero de profunda e inquietante magnitud por los niveles de sumisión y debilidad del presidente del gobierno,en funciones, Pedro Sánchez, oculto entre las bambalinas del acto, por el que se venía a reconocer y escriturar la totalidad de las exigencias de ERC que suponían más de lo que los insaciables separatistas hubieren soñado en muchos años de clamor aunque la fortaleza y el sentido de Estado de otros Gobiernos habían vetado. Esta imagen demoledora para los protagonistas o “alegre” según se deduce del gesto de vencedores y vencidos, de Junqueras y de Bolaños, pasará a la historia de España como la humillación y cautividad personal y la venta de un país por parte de un presidente en funciones que “tragó sumiso con cuanto le impusieron como pago por un puñado de votos para seguir secuestrado en la Moncloa.
Recuérdese, por otra parte, que esa sumisión incluía aquel arrebatador aplauso en aquel cónclave a la propuesta-consulta-trampa de Sánchez pidiendo en el mismísimo Comité Federal del PSOE igual fervor de la parroquia ante la consulta que les hacía sin decirles en qué iban a consistir las cesiones humillantes de las exigencias separatistas que poco después se desvelaban sin ningún pudor: una inconstitucional ley de Amnistía (cuestionada por expertos y juristas) de la que se desconoce su alcance; un Referéndum de claro signo separatista; reconocimiento de Cataluña como nación; condonación de 17.000 millones de euros de su deuda, ignorando deleznablemente al resto de las CC.AA; traspaso de la titularidad del servicio de ferrocarriles, regionales y de cercanías, así como la propiedad de las infraestructuras que la sostienen; gestión de las prisiones del Estado; la investigación; gestión de los Mossos de Scuadra, ampliándolo hasta los 22.000 agentes; incluso la desaparición de la Guardia Civil y sus cuarteles (según la Asociación Profesional de la GC) e incluso la Policía Nacional; creación de nuevos órganos judiciales propios, y algo más que quede en el tintero.
Quedarían en el aire algunos otros aspectos para consumar de la traición de Sánchez que, al menos, inducen a una seria reflexión:
– El último suspiro de Puigdemont para entregar al felón –si es que finalmente lo hace- los siete votos que le faltan para redondear su investidura.
– Además de las tropelías ya conocidas, que sin duda espera que le sean amnistiadas saltándose las normas constitucionales, a lo que se añade ahora a instancias de la Judicatura para que la Fiscalía del Tribunal Supremo reactive la busca y captura del prófugo del maletero después de haberle sido retirada su inmunidad parlamentaria europea. Por tanto no parece que el Waterloo pueda andar descalzo ni muy a gusto por estas tierras.
– La disposición o indisposición de la tropa socialista después de conocer lo que no sabían cuando aplaudían desaforadamente las exigencias separatistas a las que se ha plegado su “jefe”. Es de suponer que el sentido común y la removida de conciencia de algunos afiliados les induzcan hacia otras posiciones más personales que pudieran influir en una investidura fallida de Sánchez.
– Cabe también reflexionar sobre otros aspectos tampoco menores como son las dudas de imparcialidad del Tribunal Constitucional (también cuestionada) donde –como se sabe- hay de todo. Y si las sentencias firmes del Tribunal Supremo son de posible incumplimiento, sin aplicación del desacato ni la malversación. O si fue de ley la modificación del Código Penal que permitió minorar las penas de desacato y otras para favorecer los indultos de la tropa del “process” puestos en la calle sin arrepentimiento ni resarcimiento de lo malversado.
– Como otro punto a añadir a este sin sentido por el que atraviesa la legalidad en España en el arrollamiento de sus normas fundamentales (incluso hacia los anclajes de nuestra Monarquía Parlamentaria) cabe reparar también sobre la reciente declaración del presidente de la Generalidad, Pere Aragonés, afirmando el otro día que “la amnistía es una victoria pero no el punto final de nuestras reivindicaciones” aludiendo al referéndum de independencia como tránsito hacia la autodeterminación. ¿qué más querrán?
Ante este inquietante panorama siempre se ve desde la ventana de la libertad y la esperanza de convivencia el compromiso reflejado en la Constitución: “Guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado y sus Leyes con lealtad al Rey y hacer respetar los derechos de los ciudadanos y de las CC.AA”. Y, más aún, la Constitución en su artículo 8 precisa que “Las Fuerzas Armadas constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire tienen como misión la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.
