“Se podría decir que todo el mal del mundo se resume en el desprecio por la vida. La vida es agredida por las guerras, por las organizaciones que explotan al hombre, -leemos en los periódicos o vemos en los telediarios tantas cosas- por especulaciones sobre la creación y la cultura del descarte, y por todos los sistemas que someten la existencia humana a cálculos de oportunidad, mientras que un escandaloso número de personas vive en un estado indigno del ser humano. Esto es despreciar la vida, es decir, de alguna manera, matar”. (Papa Francisco).
Defensa de la vida en su integridad, desde su concepción: “Plantear que eliminar una vida humana pueda ser solución para algún problema es una grave equivocación, como ocurre en el caso de un embrión o un feto en el seno de su madre. Leyes que promueven y amplían el supuesto «derecho al aborto» son absolutamente injustas porque no solo no amparan ningún bien, sino que legalizan la muerte de personas inocentes e indefensas. Por el contrario, creemos que es necesaria una serena reflexión sobre este asunto, que vaya a las raíces del problema y busque alternativas reales para que las madres que afrontan, muchas veces en soledad, un embarazo no deseado no tengan que recurrir al aborto”. (Obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida).
“Cierto que hay que proteger a la madre para salvar a su criatura. Y para ello, en muchos casos, además de superar una contagiosa cultura utilitarista, burguesa y liberal, son precisas medidas que combatan la feminización de la pobreza, apoyen a las familias con hijos a cargo y generen recursos suficientes (y, claro, derechos en el caso de las migrantes) para que puedan salir adelante.
No es buena cosa que los cristianos antepongamos inevitables y subjetivas simpatías ideológicas para separarnos entre cristianos pro-vida y cristianos pro-justicia social. ¡Como si se pudieran escindir ambas dimensiones! Bien al contrario, porque somos cristianos pro-vida y nos comprometemos con su defensa, queremos que esa misma vida sea viable en el útero materno y fuera de él. Y por eso nos empeñamos en que, antes y después del parto, la criatura encuentre un entorno efectivo de oportunidades y derechos que, con su concurso, responsabilidad y deberes, le permita satisfacer plenamente sus necesidades y vivir con la dignidad que la filiación divina otorga. Sin embargo, se considera el aborto como un derecho mientras se niega la regularización de migrantes con arraigo entre nosotros (a pesar de que se tramita una iniciativa legislativa popular con bastantes más de las 500.000 firmas exigidas); se sacraliza la libre autodeterminación de género mientras se somete a las personas desplazadas a plazos diletantes para citas que les reconozcan simplemente que existen, se multiplican las dificultades para empadronarse, se producen trabas formales o informales para el acceso a la atención sanitaria incluso a mujeres embarazadas, por no hablar del derecho al acceso a una vivienda digna tan olvidado por los poderes públicos, etc. Todo este contradictorio panorama acaba afectando a las tres administraciones. Ciertamente de distintos colores, pero con muy escasa sensibilidad práctica para lo uno (la vida) y para lo otro (la justicia social)”. (José Luis Segovia. “Por la vida y por un cristianismo integral”).
Y otras muchas situaciones que podríamos añadir: la ancianidad, en una sociedad del descarte y la desvinculación, los mayores siempre tienen mucho que perder; la enfermedad mental…
La resurrección de Cristo, cuya fiesta hoy celebramos, nos invita a “vivir la vida… apostando siempre por ella, en cualquier circunstancia, al tiempo que construimos una sociedad más justa, solidaria y fraternal para que la “vida” pueda desarrollarse en “plenitud” en todos los lugares del mundo y no sólo en “guetos” de privilegiados”. (Julián del Olmo).
Desde la defensa de la vida, de toda la vida, siempre, FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN.
