La curva de enfermos activos de la provincia de Segovia paralizó su caída en las últimas semanas lo que supuso una interrupción de la progresión a la baja que se había dado en buena parte de noviembre, según reflejó la web de datos epidemiológicos de la Junta de Castilla y León.
Por tres semanas, coincidiendo con el inicio de diciembre, la curva se ha estabilizado y por tanto ha dejado de remitir, un proceso de reducción que había iniciado días después de registrar su pico máximo de la segunda ola el día 5 de noviembre, cuando Atención Primaria contabilizaba un total de 2.028 personas con la dolencia Covid-19 activa.
El concepto de enfermo activo engloba a los pacientes con todos los diagnósticos compatibles con coronavirus (neumonía por Covid-19 y enfermedad por Covid-19) que siguen manifestando síntomas y que por tanto se entiende que la dolencia permanece vigente aunque no se les haya confirmado el positivo mediante prueba de detección. Las cifras, que recaba Atención Primaria, no abarcan a los pacientes que han dejado de presentar síntomas o que tras pasar la enfermedad han dado negativo.
Desde ese momento, esta cifra ha fluctuado durante estas tres semanas y ahora mismo se encuentra cerca de los mismos registros que marcaba a inicios del mes de diciembre.
De esta forma, Atención Primaria tiene detectados a un total de 1.608 personas en estos momentos con la dolencia activa en la provincia de Segovia, cuando el 1 de diciembre la cifra se elevaba a 1.628.
Para poder establecer un contexto, cabe destacar que durante los veinticinco días anteriores, los que fueron del 5 de noviembre al 30 de noviembre, los números de enfermos activos descendieron en 400 convalecientes, pasando de 2.028 a 1.628.
La caída coincide con la bajada de la incidencia que se dio desde mediados de noviembre, pero la reducción de las cifras de enfermos activos se han estancado antes de lo esperado.
Esta mala noticia viene a poner de manifiesto los cambios de ciclo tan rápidos que deja esta enfermedad, a la vez que vuelve a advertir que la enfermedad está en la calle y que cualquier aumento de la movilidad social tiene su efecto sobre la incidencia y el número de enfermos.
Las causas de este aumento pueden ser dispares. Una de las posibles causas es la afectación más duradera que sufren las personas más mayores (algún caso se ha dado de enfermos en la UCI durante dos meses con la enfermedad activa), pero sin duda la posibilidad más certera es más que probable que sea la más simple: el ritmo de personas convalecientes que se recuperan es similar al de ciudadanos que caen enfermos.
Además, esta situación choca con lo visto durante la anterior ola, cuando en mayo Atención Primaria notificó una gran caída de los casos que se alargó hasta el 15 de julio, pasando de 4.545 a 424.
Las diferencias entre esta primera ola y esta segunda son notables, pero sí se esperaba que la caída de enfermos activos se prolongase por más tiempo, aunque no fuera tan profunda, y que solo fuera rota por un gran repunte o una nueva ola. Sin embargo, la caída no ha conseguido alargarse ni siquiera por un mes, por lo que ahora hay que esperar a que la cifra vuelva a retomar la senda del descenso, aunque habrá que mantenerse a la expectativa ya que esta estabilización fue inesperada.
Sobre esto último, al menos hay algunos indicadores que pueden indicar cierto optimismo. La incidencia se mantiene en niveles bajos a pesar de que se ha detectado un pequeño aumento de los casos en estas dos últimas semanas y además el virus ha abandonado las residencias de mayores.
Esto podría propiciar nuevos descensos de los enfermos acticos tras tres semanas de vaivenes, aunque el aumento de los brotes de esta última semana arroja dudas al respecto.
