El Adelantado de Segovia
martes, 23 diciembre 2025
  • Segovia
  • Provincia de Segovia
  • Deportes
  • Castilla y León
  • Suplementos
  • Sociedad
  • Actualidad
  • EN
El Adelantado de Segovia

La cultura y las ideologías

por Julio Montero
29 de septiembre de 2021
JULIO MONTERO 1
Compartir en FacebookCompartir en XCompartir en WhatsApp

Ena, la serie Woke

No sois para él lo que él es para vosotros

¡Oye tú, no te acerques demasiado! (Recordando a Jorge Ilegal)

Las ideologías son interpretaciones cerradas de la vida, de la vida de todos, de todo, de la historia. Tienen la gran ventaja de que sirven en diversos niveles, para todos los gustos y, sobre todo, para todas las entendederas. Ofrecen versiones para sabios y versiones para casi tontos, o para tontos de remate. Se caracterizan porque todas ellas proporcionan una enorme seguridad a quienes las disfrutan y consiguientemente una gran tranquilidad.

En las ideologías no faltan elementos lógicos. Es más, normalmente tienen bastante coherencia con sus fundamentos. Lo más sólido de las ideologías es precisamente eso: su aparente fuerza demostrativa. Su construcción lógica permite deducir conclusiones que asombran tanto en ambientes cultos (cuando son cultos los que hablan) como en ambientes menos ilustrados (cuando no tienen tanta cultura los que las proclaman). Tienen la enorme ventaja de que sus defensores, tantos unos como otros, se sienten los “reyes del mambo”, cada uno en su rincón.

La ideología cierra filas para no tener problemas y las dificultades patentes que les presenta la realidad las resuelve normalmente con una patada a seguir: siempre hay algo más urgente por lo que luchar, luego ya se atenderá ese “aparente” problema que parece una contradicción. Un modo habitual de cerrar los ojos a la realidad, a las contradicciones con las que se topan tanto las luchas por la “justicia social” (en realidad excusas para alcanzar el poder) como las que se empeñan en dejar hacer a la “mano invisible” de la libertad de mercado, que bastantes veces blande con fuerza un palo largo y duro.

La cultura es otra cosa muy distinta. Comprende todas aquellas manifestaciones en las que se manifiesta y expresa la vida tradicional de un pueblo: desde la música a los refranes; desde las manifestaciones de buen (y de mal) gusto hasta lo que se incluye en la historia, la memoria y la nostalgia; desde los cuentos que los viejos narran a los niños hasta las joyas literarias en esa lengua… en fin: un montón de cosas, valores y lógicas que configuran un universo mental desde el que abordan los problemas reales que presenta el vivir de cada época, cuyas soluciones se incorporan a esa galaxia como nuevos planetas, nuevos satélites o nuevos soles.

La cultura es por eso abierta y problemática. Su característica esencial es que admite muchas “lógicas” distintas, muchos enfoques posibles; mira desde un lado y desde otro; procura escuchar las dos campanas y, si es posible, conocer al campanero.

La cultura de cada uno se forja en su situación en la vida, mediante la adquisición y uso del sentido común propio

Una persona culta, por eso, es quien ha sido capaz de integrarse en esa galaxia y situarse en su órbita, porque la cultura admite también niveles, que no tienen que ver necesariamente con la erudición y ni con el saber mucho o muchas cosas. La cultura de cada uno se forja en su situación en la vida, mediante la adquisición y uso del sentido común propio. Si además eres sentencioso, sabes callar y hablas solo cuando sea imprescindible, casi puede asegurarse que eres una persona culta: seas peluquero o profesor de universidad; agricultor o poeta; soldado o juez.

Cuando había oficios, los buenos profesionales solían ser cultos. Ahora en tiempos de trabajo muy dividido en múltiples y diferentes funciones falta con frecuencia la visión de conjunto… y el sentido común tiene habitualmente bastantes dificultades para funcionar por falta de perspectiva. Falta esa gente capaz de valorar sus acciones profesionales dentro de un conjunto que les dé sentido. Falta ese elemento básico de la cultura: su relación inmediata con las cosas, con sus consecuencias, con el actuar humano, que es precisamente lo que pone delante de los ojos lo complicada que es la vida y la enorme simpleza sobre la que se construyen las ideologías, aunque se tenga por sabios a sus creadores.

Paradójicamente a las ideologías les falta realismo. Normalmente son tan incapaces de resolver los problemas reales de la sociedad que han tenido que inventarse otras cosas para conseguir partidarios que les voten. Lo han resuelto como los equipo de fútbol: ganando fanáticos que solo vean las cosas buenas e ignoren los fallos patentes e innegables de jugadores, entrenadores y directivos. Han conseguido anular la cultura, que busca (y encuentra) soluciones a problemas concretos, e incrementar la masa de idiotas que se consideran triunfadores porque gana su partido, cuando lo lógico sería pedir cuentas a quienes se comprometieron a algo y ver si lo habían cumplido.

Esta necesidad de aumentar los partidarios sin cultura, sin capacidad crítica, se consigue incrementando la ignorancia y la desubicación. En esto nuestro sistema de enseñanza se ha mostrado bastante eficaz. Ha conseguido que se olvide la historia. No sólo que el Cid Campeador y el general Prim anden pegados en una zona cronológica imprecisa, sino que falte visión de conjunto y sentido de la evolución y de las consecuencias. Se ha logrado expulsar la lógica de las cabezas, quizá porque enseña a deducir y llegar a conclusiones. Entre los logros más positivos está el bilingüismo y hasta el trilingüismo: un empeño de un grupo de entusiastas (de amplitud monoglótica limitada casi siempre) a quienes han entregado un certificado nacional de internacionalidad, que se empeñan en que sus alumnos sepan un puñado de palabras, muy simples, muy pocas, en muchas lenguas (las justas para vivir en un hotel y acudir a los lugares de “entretenimiento” con borrachera y balconing incluidos) y apenas sean capaces de expresar necesidades sin señalarlas con el dedo.

En fin, la suerte es que el sentido común también puede adquirirse intensamente en las familias. Lo positivo es que enseñar a valorar las cosas no requiere un profesor de apoyo. Lo interesante es que el universo de la cultura se construye enseñando a mirar, enseñando a decir, enseñando a leer… y aprendiendo muchas, muchas palabras: las justas para poder explicar a nuestros iguales quienes somos. Para eso solo se requiere padres y madres decididos. No es extraño que las ideologías desde una y otra banda se empeñen a acabar con ellos y no debiera serlo tampoco que nosotros exigiéramos a los políticos que arreglen nuestros problemas y no nos limitásemos a hacerles la ola.

Compartir en Facebook122Compartir en X76Compartir en WhatsApp
El Adelantado de Segovia

Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

  • Publicidad
  • Política de cookies
  • Política de privacidad
  • KIOSKOyMÁS
  • Guía de empresas

No Result
View All Result
  • Segovia
  • Provincia de Segovia
  • Deportes
  • Castilla y León
  • Suplementos
  • Sociedad
  • Actualidad
  • EN

Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda