Si empezara esta tribuna diciendo que este es un tema fundamental, que explica mucha de la política actual y que ojalá fuera capaz de contarlo bien para que lo entendiera hasta mi madre, habría una parte de lectores que me acusarían de machista y de microgerontofobia. Descubrirían soberbia y paternalismo, aunque solo quisiera genuinamente complacer a mi madre y estuviera encantado de que dentro de treinta años mi hija me pusiera al día.
La cultura ‘woke’ nace en Estados Unidos como la necesidad de estar despierto ante las injusticias raciales. Después pasó a denunciar cualquier tipo de discriminación de género para acabar en una permanente alerta sobre cualquier agravio comparativo, presente o pasado, humano o animal, incluidos los simbólicos y las llamadas microinjusticias. Lo ‘woke’ pone en el centro de su paradigma la identidad, la idea de que nos configuramos políticamente en base a nuestra pertenencia voluntaria a determinados grupos, dando por superada la teoría de las clases sociales de la izquierda y por supuesto, obviando la individualidad por la que apuesta la derecha.
Podemos fue ‘el distribuidor’ de esta marca en España. En su afán por parecer más rojo que el PSOE la importó y versionó para vender la nueva ola de la izquierda auténtica. Dio una vuelta de tuerca a la idea de justica social construyendo un nuevo relato en el que lo ‘woke’ aportaba un nuevo lenguaje para una nueva sociedad.
Casta, heteropatriarcado, clase dominante, sistema opresor, trama de privilegios…chapa y pintura al anticapitalismo. Lo ‘woke’, como todas las religiones que cumplen la función de ser espacios seguros donde protegernos, necesita sus enemigos. En este caso, el libre mercado, la familia tradicional y los ricos. Tiene en las redes sociales su templo donde oficiar y su castigo a los herejes se llama ‘cultura de la cancelación’, que consiste en anular al interlocutor por cualquier acto presente o pasado, público o privado, que niegue estas identidades. Bloquear no al mensaje sino al emisor. Ideologizando todos los ámbitos y censurando el ayer con los ojos de hoy. Hace poco oí decir a un político que no leía a Delibes porque era cazador. Qué feo cazar muertos, pensé.
Iglesias volvía de su baja de paternidad con un cartel que decía vuÉLve. ‘Woke’ vendo que para mí no tengo.
En la izquierda social no acaba de cuajar de manera orgánica esta tendencia por dos razones. Primero, porque el marco teórico americano encaja mal aquí y algunas de las causas tienen más de modas ideológicas que de realidades. España es uno de las sociedades más tolerantes del mundo. Es el empecinamiento de vivir juntos entre diferentes. Con mucho por hacer, pero donde la discriminación no está en nuestra estructura de convivencia. Segundo, la credibilidad en su liderazgo. Iglesias volvía de su baja de paternidad con un cartel que decía vuÉLve. ‘Woke’ vendo que para mí no tengo.
Viene de una tradición en la que un obrero de El Espinar es parecido a un obrero negro de Sabadell
Al PSOE le pilló de mudanza. Por un lado, porque es evolución, no revolución, y prefiere centrarse en la igualdad en lugar de hacerlo en las diferencias de los grupos. Viene de una tradición en la que un obrero de El Espinar es parecido a un obrero negro de Sabadell y un autónomo gay de Cuéllar comparte muchos problemas con una autónoma de Bilbao. Por otro lado, comprende la sensibilidad de un tiempo nuevo y entiende que hay comportamientos que todos debemos revisar. Si alguien tiene dudas de lo que hablo que cuente uno de los chistes que hacíamos con quince años a chavales de esa edad y verá en su reacción que hay una tendencia imparable a cambiar viejas actitudes. Y sí, hubo un tiempo en que el miedo a que los hijos del PSOE votaran a Podemos hizo que algunos se asomaran precipitadamente a esas posiciones.
VOX hace caja con los excesos y los miedos de unos y otros. Se envalentona repitiendo “todos, todas, todes…”. Allí conviven los reaccionarios de siempre, los que se oponen al progreso, con los nuevos que reaccionan a las exageraciones de lo woke y ponen en venta su contrawoke patriótico, cancelando a quien hable mal de España y entrando en la guerra cultural con su nuevo concepto de libertad. Menos impuestos, menos Estado, menos moral. Los políticos que dejan vivir en paz. A ver si el lobo va a tener más derechos que el ganadero… La cultura ‘woke’ tiene un buen objetivo apoyado por una mala filosofía. La posmoderna, la que dice que la sociedad solo es una construcción del poder. Una buena causa que ha tensionado las relaciones entre los diferentes. Quita votos a la izquierda dogmática- antipática y se los presta a VOX. Lo que pretendía ser un puente puede acabar convertido en muro.
