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La crisis de los opioides en Estados Unidos: del OxyContin al fentanilo

por Miguel López
16 de noviembre de 2025
en Segovia
crisis de los opioides eeuu
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Hay un antes y un después en la larga historia de las drogas en Estados Unidos. Y tiene nombre propio: OxyContin. Este fármaco legal causó en los años noventa del siglo pasado, y en tiempo récord, una epidemia que sacudió los cimientos de la salud pública del país. Detrás del escándalo no había narcotraficantes ni carteles foráneos, sino una estrategia de mercado y una familia de enorme poder financiero y filantrópico: los Sackler. De aquellos polvos del OxyContin, lanzado comercialmente en 1996, proceden los actuales lodos del fentanilo.

La historia que late en la trastienda del fármaco “milagroso” es la de una dinastía que arranca su carrera meteórica con tres hermanos de una familia de inmigrantes en Nueva York: Arthur Sackler, Raymond Sackler y Mortimer Sackler, fundadores de la compañía Purdue Pharma. Fueron pioneros de la publicidad y el márquetin médicos. La familia construyó en pocos años un imperio farmacéutico gracias a la comercialización de un analgésico de “liberación prolongada” llamado OxyContin.

La revista Forbes situó a la familia Sackler entre las veinte más ricas de Estados Unidos, con una fortuna estimada en 14.000 millones de dólares, gracias en gran medida a ese medicamento, lanzado al mercado estadounidense en 1996 y que desencadenó una epidemia de opioides cuyas dolorosas consecuencias siguen fustigando a miles de personas hoy, casi treinta años más tarde. La familia invirtió parte de ese inmenso capital en las más prestigiosas entidades filantrópicas. Ese cinturón protector, la labor de lobbies y un generalizado silencio mediático tras aflorar las primeras víctimas retrasaron varios años la toma de conciencia social de un horror con escasos parangones.

La historia de los Sackler y su compañía Purdue Pharma está ligada al negocio farmacéutico especializado en tranquilizantes y ansiolíticos, con el Valium como estandarte durante muchos años. Pero el momento clave en la trama es la comercialización del OxyContin en 1996, analgésico opioide de liberación controlada “vendido” como un milagro para el dolor y minimizando los riesgos de adicción que acarrea su uso.

La estrategia comercial fue especialmente agresiva: visitas a médicos, mensajes de márquetin que ocultaban el riesgo de dependencia, manipulación de la literatura médica, presión reguladora y el uso de un gran poder mediático para promover la idea de que el dolor crónico era la cenicienta de la industria farmacéutica y la medicina hasta que llegó el Oxycontin: la panacea contra el dolor.

El resultado fue inmediato y devastador: millones de recetas de OxyContin provocaron adicción en amplias comunidades, mientras muchas clínicas orientaron su actividad hacia las denominadas “granjas de píldoras” (pill mills). Las olas de muertes por sobredosis y la dependencia provocaron un inmenso sufrimiento. Toda una ironía, si se recuerda la máxima de Hipócrates: “Lo primero es no hacer daño”.

La expansión del medicamento OxyContin se aborda detalladamente en el libro El Imperio del Dolor (Reservoir Books, 2021), del periodista Patrick Radden Keefe, autor también de otra obra trascendente sobre Irlanda del Norte, No Digas Nada. El autor del trabajo de investigación periodística abordó el caso como una acusación documentada contra el capitalismo farmacéutico sin freno ni ética.

Las empresas farmacéuticas aceleraron la promoción de los analgésicos opioides en los años noventa, asegurando que los riesgos de adicción entre sus consumidores eran bajos y que el dolor crónico estaba insuficientemente tratado. En 1996, Purdue Pharma introdujo OxyContin (liberación sostenida de oxicodona) en EEUU como una formulación de “liberación prolongada” destinada a durar 12 horas. La compañía lanzó la idea de que el nuevo opioide representaba un riesgo mínimo de dependencia, lo que permitió un aumento rápido de su prescripción. Las cifras de ventas crecieron exponencialmente y muchas capas de población consumieron masivamente altas dosis. Entre 2006 y 2012, se distribuyeron miles de millones de comprimidos de oxicodona/hidrocodona, sus componentes activos. Y a medida que el uso se extendía, la dependencia se agravó hasta convertirse en un problema estructural.

Los expertos identifican tres “olas” de la crisis de los opioides en EEUU: la primera, por opioides prescritos; la segunda, por heroína, y la tercera, por opioides sintéticos como el fentanilo, un drama que hoy marca parte de la agenda geopolítica.

En 2010, tras una creciente oposición de la opinión pública, se reformuló OxyContin para reducir la facilidad para triturar y “esnifar” las pastillas, con retoques a la molécula del recubrimiento. En ese momento, muchos usuarios dependientes migraron hacia otras sustancias más peligrosas, como la heroína. El impacto fue enorme: vidas rotas, comunidades deprimidas por el dolor físico, la pérdida de empleo y la desintegración familiar. Las regiones más golpeadas fueron las zonas rurales y los Apalaches, donde la industria minera había dejado heridas socioeconómicas que pusieron a miles de personas al pie de los caballos.

¿Por qué se considera el OxyContin un “precedente” del problema actual con el fentanilo? El medicamento puso las bases de dependencia, vulnerabilidad, oferta de opioides y apertura de un mercado de adictos, luego explotado y reciclado por los traficantes de opioides sintéticos. Cuando la prescripción de opioides aumentó, se generó una potente y fiel demanda de drogas fáciles de obtener. El OxyContin empujó a muchos pacientes en estadounidenses a depender de los opioides, a normalizar su consumo y tolerar niveles progresivos de dosis. Se generó una masa de consumidores proclives a utilizar sustancias más baratas, potentes y fácilmente accesibles. En palabras de Raden Keefe: “Lo que empezó como medicina legal se convirtió en mercado de adictos”.

Cuando se judicializó el escándalo, el caso Purdue-Sackler mostró cómo el márquetin farmacéutico, la captación de médicos mediante jugosas comisiones por ventas a la red comercial, la influencia privada sobre la FDA (Food and Drug Administration, organismo encargado de autorizar este tipo de sustancias) y la minimización del riesgo pueden provocar daños masivos. El desastre dejó en evidencia al sistema regulador y facilitó el camino a las alternativas ilegales tras recular la firma farmacéutica.

Arthur, Raymond y Mortimer Sackler, fundadores de Purdue Pharma.
Arthur, Raymond y Mortimer Sackler, fundadores de Purdue Pharma.

En la última ola de la epidemia, se desplazó el epicentro de las muertes hacia los opioides sintéticos ilícitos, principalmente el fentanilo, mucho más potente que la oxicodona que se utiliza en el OxyContin y que se mezcla frecuentemente con otras drogas, provocando sobredosis accidentales a gran velocidad. El Council on Foreign Relations afirma que el “fentanilo y otros opioides han impulsado la peor crisis de drogas en la historia de EEUU”. OxyContin no es un error del pasado, sino la génesis estructural de la actual crisis global de los opioides que hoy padecen varios países, con Estados Unidos en cabeza y el fentanilo como producto más letal.

La crisis del fármaco impulsado por la familia Sackler no afectó únicamente a “usuarios marginales”, sino a trabajadores, mineros, habitantes de pequeñas ciudades y menores de edad que cayeron en la dependencia. Según datos de Centers for Disease Control and Prevention (CDC), la agencia nacional de salud pública de Estados Unidos, desde 1999 hasta 2023 murieron aproximadamente 806.000 personas en EEUU por sobredosis de opioides. Para calibrar la cifra, cabe recordar que las víctimas mortales estadounidenses en la guerra de Vietnam (1955-1975) ronda los 58.000 fallecidos. Las sobredosis de opioides son la principal causa de muertes accidentales en Estados Unidos, por delante del tráfico o las armas de fuego.

El castigo a la población ha sido desigual, en función de la vulnerabilidad de las zonas donde golpeó más duramente la estrategia comercial de las farmacéuticas. En las regiones donde la industria declinaba y el desempleo era elevado, el mercado para los opioides era más favorable debido al dolor físico y psíquico de sus poblaciones.

El problema ha mutado en los últimos años y hoy, en Estados Unidos y otros países, el drama no se limita a los abusos en la prescripción legal de opioides, sino en la potencia del mercado ilegal de opioides sintéticos, con el fentanilo como estrella absoluta. Las imágenes de miles de “zombies” dependientes del fentanilo han sacudido las conciencias y han situado el problema en el centro del debate político. Quedan por resolver varios factores estructurales, desde los vacíos regulatorios hasta la débil supervisión de márquetin farmacéutico, la falta de equidad en materia de salud o la demonización de los adictos.

En las últimas décadas se ha gestado la presente crisis de opioides en EEUU donde confluyen la medicina, el funcionamiento de los mercados, el dolor humano a gran escala, la dependencia y la política. La comercialización y difusión del OxyContin en los años noventa y sucesivos no fue un accidente, sino un experimento empresarial que salió mal. Como resultado, la adicción dejó de ser marginal y se convirtió en estructural. El éxito económico de la dinastía Sackler se transformó en fracaso social. Ambos, los beneficios empresariales y la catástrofe ciudadana, han sido de enormes proporciones. Y hoy, la vida geopolítica global late al ritmo del hundimiento de presuntas narcolanchas en las costas de Venezuela o Colombia (75 muertos por el momento), más las acusaciones del presidente Trump a otros países como México y China de estar detrás de la crisis del fentanilo en Estados Unidos.

Como señala Radden Keefe, “antes del lanzamiento del OxyContin Estados Unidos no sufría una crisis de opioides. Los Sackler y su empresa son ahora los demandados en más de 2.500 causas civiles interpuestas por ayuntamientos, estados, condados, tribus nativas americanas, hospitales, consejos escolares y multitud de otros demandantes”.

El salto desde el papel a las pantallas

El enorme escándalo que comenzó con un reportaje de Radden Keefe que vinculaba a la familia Sackler con el problema de los opioides saltó recientemente al mundo audiovisual, extensión que ha provocado un cambio cualitativo en el conocimiento social de los hechos. Más de una docena de películas y series de televisión tratan una tragedia cuyas víctimas se cuentan por cientos de miles. Las producciones más significativas son las siguientes:

serie Dopesick

Dopesick (2021)

Los ocho episodios de esta miniserie, ideada por Danny Strong, utilizan como punto de partida el libro de Beth Macy: Dopesick: Dealers, Doctors, and the Drug Company that Addicted America. La trama arranca con la entrada en los mercados del OxyContin, la elevada prescripción por parte de los médicos estadounidenses y repasa su impacto social, además de mostrar las artimañas de la compañía Purdue Pharma y la familia Sackler.

La producción cuenta con actores de primer nivel, como Michael Keaton, Peter Sarsgaard y Kaitlyn Dever, que muestran a través de un guion ágil el funcionamiento de la industria farmacéutica en su tratamiento con médicos y pacientes.

painkiller

Painkiller (2023)

Netflix ha producido los seis episodios de esta serie que ahonda en el comienzo de la crisis de los opioides en EEUU, poniendo el foco en el medicamento contra el dolor OxyContin y la familia Sackler. Se trata de una obra de ficción “basada en hechos reales” y utiliza para el desarrollo de la trama las investigaciones del artículo de Patrick Radden Keefe, además del libro de Barry Meier.

La serie retrata el proceso de promoción del medicamento y los efectos devastadores en trabajadores, comunidades y familias. Puede verse como una opción complementaria a Dopesick, si bien difiere en el tono narrativo.

The Crime of the Century

The Crime of the Century (2021)

Este documental, dirigido por Alex Gibney y emitido por HBO, se centra en la crisis de los opioides y muestra sin tapujos la participación de Purdue Pharma en la crisis social. El filme explica el proceso de aprobación oficial del OxyContin, las agresivas tácticas de márquetin empleadas, las vivencias de las víctimas y la responsabilidad de corporaciones, reguladores y gobiernos. Su principal valor radica en el contexto histórico y político que estimuló la extensión de la epidemia.

All the Beauty and the Bloodshed

All the Beauty and the Bloodshed (2022)

Documental dirigido por Laura Poitras que utiliza como perspectiva el papel determinante de la fotógrafa y activista Nan Goldin en su lucha contra la familia Sackler, de la que ella misma forma parte. El detonante es el descubrimiento por parte de esta mujer de sus vínculos con OxyContin tras su propia experiencia de adicción.

Goldin fundó el colectivo PAIN (Prescription Addiction Intervention Now) y desplegó todo tipo de esfuerzos y campañas para aislar a los Sackler e impedir que las instituciones artísticas y académicas continuaran apoyando financieramente a la familia que estaba detrás de la tragedia. Su combate empujó a instituciones culturales y filantrópicas a dejar de aceptar el dinero “sucio” de los Sackler. El documental ofrece un enfoque cultural, artístico y de activismo sobre la crisis y sus responsables.

The Pharmacist

The Pharmacist (2020)

La docuserie de Netflix aborda desde una perspectiva global el fenómeno de los opioides. No se limita a explicar el papel en Purdue/Sackler y utiliza como palanca la reacción de un farmacéutico de Luisiana ante la muerte de su hijo, momento en que abre sus propias investigaciones para desvelar el mecanismo que provocó el aumento masivo de prescripciones de OxyContin.

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