La altiva chimenea preside la que fue una de las primeras explotaciones madereras que ha existido en la Estación de El Espinar. Año 1901, se lee en su fuste de ladrillo, pregonando la presencia de una industria ligada al monte y potenciada por el ferrocarril, tanto para el transporte de la manufactura como por la dispensa de madera de las viejas locomotoras de vapor.
Se lo he escuchado a mis mayores; varias madereras han radicado en el municipio. La Forestal Espinariega, constituida el 22 de noviembre de 1915 y extinguida no más allá de 1920; la empresa Emilio Eras S.A. que dilató su actividad unas décadas o Compañía Auxiliar de Comercio y Navegación S.A. (Aucona) con sede en la calle Alcalá de Madrid, que pasó de manos de empresarios fondilleros a las del primigenio contrabandista Juan March. Fue su gerente el poeta Jaime Gil de Biedma, que residió en San Rafael y era familia de Los Becerriles de Nava de la Asunción. Se publicitaba diciendo “Maderas de la Guinea española y de la Garganta de El Espinar” ¡Un símbolo de calidad! También el Ayuntamiento de El Espinar lo intentó con su fábrica de maderas tras un vendaval que desarboló La Garganta.
Hoy la chimenea está coronada por un nido de cigüeña. Su fuste es la evocación de los pinos que aquí se transformaron, sustento de generaciones de espinariegos. ¡Quién sabe! Tal vez, sin aquellas labores extractivas de antaño, el fruto en la conservación de nuestro monte hubiera sido distinto. Muy distinto.
