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La casa, y un poco del alma, de Antonio Machado en Segovia

por EL ADELANTADO
7 de julio de 2024
en Segovia
FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.

FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.

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Esther Rija

La pensión de doña Luisa

Situada a medio camino entre el Alcázar y la plaza Mayor, escondida en el número 5 de la calle de los Desamparados está la antigua pensión de doña Luisa Torrego. Una hospedería castellana tradicional, cobijo para los viajeros que estaban de paso en la ciudad y hogar para aquellos que, como Antonio Machado, decidían quedarse a vivir allí por cinco pesetas la noche.

Entre esas cuatro paredes transcurrió parte de la vida del poeta durante su estancia en la ciudad. Aterrizó un noviembre frío de 1919 de la mano de su amigo José Tudela, bibliotecario y archivero de la Delegación de Hacienda al que conocía desde Soria, al que pidió: “Vea si es posible algún pupilaje relativamente económico –aunque sea en la Posada del Toro- para mi vuelta, esa que será el lunes. Una pensión de cinco pesetas, con habitación independiente, aunque modesta resolvería el problema, por de pronto”. Ruego que le hizo tras haberse hospedado unos días en el extinto hotel Victoria y regresar a Madrid para terminar de gestionar su traslado definitivo para y comenzar sus clases en el Instituto Técnico de la ciudad.

Entrar en la pensión de doña Luisa es hacerlo de lleno en la primera mitad del siglo XX y recorrer a través de recuerdos, imágenes y textos la vida del poeta sevillano que llegó a la ciudad de Segovia, procedente de Baeza, un frío y seco noviembre castellano. Al atravesar la pequeña verja de entrada el visitante se encontrará con un patio que, actualmente, preside un busto de piedra realizado por el escultor Pedro Barral, copia idéntica del que realizó su hermano Emiliano Barral al poeta en 1920 y que se conserva en Burgos. Fue al escultor al que dedicó unos versos de agradecimiento por el retrato.

…Y tu cincel me esculpía
en una piedra rosada,
que lleva una aurora fría
eternamente encantada.
Y la agria melancolía
de una soñada grandeza,
que es lo español (fantasía
con que adobar la pereza),
fue surgiendo de esa roca,
que es mi espejo,
línea a línea, plano a plano,
y mi boca de sed poca,
y, so el arco de mi cejo,
dos ojos de un ver lejano,
que yo quisiera tener
como están en tu escultura:
cavados en piedra dura
en piedra, para no ver.

La casa se ha preservado intacta en su forma y en su ambiente, convirtiéndose en un espacio fundamental de conocimiento y difusión de la vida castellana de aquellos años y de la figura del poeta en toda su dimensión humana, profesional, cultural, creativa y política, siendo uno de los lugares más visitados de la ciudad de Segovia.

FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.
FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.

Modesta, irregular y con los defectos propios del paso de los años, cuenta con dos plantas que transitan entre pasillos y corredores angostos de techos bajos y paredes blancas. La primera de esas plantas servía como domicilio de la mujer que regentaba la pensión, mientras que la segunda se encontraban los cuartos de hospedaje para viajeros incluido el de Machado, además del comedor que era zona de reunión y tertulia de todos ellos.

En época de Machado apenas contaba con elementos decorativos, las paredes desnudas eran la seña de identidad de toda la casa, poco ornamentada. En la actualidad la austeridad solo queda rota por la cantidad de cuadros y fotografías que recuerdan la vida del que allí habitó y sería tan importante figura de la literatura, del que poco conocimiento tenía doña Luisa. Años después, la dueña de la pensión, se arrepentía de no haber guardado ‘esos papelujos’ que se encontraba en la papelera del poeta cada vez que iba a hacer su habitación.

FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.
FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.

Muchos de los espacios habitados por Antonio Machado se mantienen prácticamente intactos. El comedor conserva la mesa de madera y las sillas que servían para dar acomodo, en la cocina todavía cuelga de un vasar una cuerda con una pequeña libreta que contiene las recetas de doña Luisa, y en su propia habitación permanece parado el tiempo en aquellos años veinte. El cuarto contiguo al del poeta, o los pasillos sirven como muestra de la historia de una época. En ellos se exhibe su trabajo y aspectos de su vida, desde obras hasta retratos pasando por cartas, como las que escribió a su amada ‘Guiomar’ encerrado en aquella habitación y de las que solo se conservan 36, las que la destinataria salvo del fuego y las cuales sufren alteraciones. Según el autor de ‘Las cartas de Antonio Machado a Pilar Valderrama’ Francisco Morales Lemos, apunta que las cartas sorprenden por el juvenil talante sentimental que muestra el poeta y del que fue participe su amigo y contemporáneo Miguel de Unamuno, testigo de la historia de amor entre ambos.

El visitante que cruce aquella puerta del cinco de la calle de los Desamparados podrá pasear entre parras y perales, recorrer los muros desnudos, contemplar una sencilla cocina de carbón, atravesar el largo y angosto pasillo, visitar el comedor común donde se conserva el mobiliario de entonces y desde el que puede verse una de las torres de la catedral, ver cómo era un aseo de la época y entrar en el más íntimo espacio del autor: su habitación.

LA CELDA DEL VIAJERO

Para acceder al cuarto en el que se hospedó Antonio Machado hay que subir al primer piso. Una especie de laberinto separaba al poeta de su habitación, escondida entre corredores y escaleras. Al final del pasillo de la segunda planta, y tras atravesar otras estancias, se accede a la que el mismo llamaba ‘la celda del viajero’. Antecedida por lo que hoy, convertida en casa museo, se denomina la biblioteca machadiana y que en tiempos de la pensión era el cuarto de un topógrafo del catastro que sufría de insomnio y al que Machado recitaba versos para aplacar su mal dormir.

FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.
FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.

Aunque incómoda y fría, como le confesó en alguna ocasión a su amigo Unamuno, era ese refugio en el que Machado encontró inspiración para sus versos. También encontró a compañeros de viaje que hicieron su estancia en Segovia más amena, entre ellos estaba su vecino de hospedaje, Eduardo González de Andrés, al que dedicó el poema ‘Canción de despedida’ tras su marcha de la ciudad:

Como se marcha el buen amigo,
y el melancólico bordón
pulsa Recuero en su guitarra,
cantad conmigo esta canción
¡Torres de Segovia,
cigüeñas al sol!
Eduardo va de camino
por esos campos de Dios.
En los centenos, amapolas,
en los zarzales blanca flor.
Verdad que el agua del Eresma
nos va lamiendo el corazón
y que el festín de mariposas
acude al negro abejarrón;
mas a la clara despedida
no le pongáis más de un bemol.
Y en esta tarde de verano
cantad a plena voz
¡Torres de Segovia,
cigüeñas al sol!

Debían resultarle largos y fríos los inviernos entre aquellas paredes a las que los rayos del sol solo asomaban en verano, a primera y última hora del día, debido a su orientación norte que tenía, lo que hacía de ‘su celda’ un lugar helador en las noches en las que, según cuenta la leyenda, le decía a su casera que tenía que abrir las ventanas para que se caldease la habitación. Problema, este del frío, que intentó solucionar su hermano Manuel regalándole una estufa de petróleo que más que calor llenaba de humo la estancia.

Su habitación mantiene la esencia de los años en los que Machado la habitaba, apenas ha pasado el tiempo por ella. Cuenta con una cama de hierro con detalles dorados, un aguamanil de loza, una mesa camilla con brasero en la que el poeta se sentaba a escribir aprovechando la luz directa que se colaba desde la ventana desde donde se atisba el paisaje de las peñas grajeras por encima del Monasterio de Santa María del Parral y un pequeño escritorio junto a la pared lleno de libros en el que hoy reposa una cerámica de Daniel Zuloaga con el verso: ‘Blanca hospedaría, celda del viajero, con la sombra mía!’.

Resulta curioso cómo la vieja maleta de cuero marrón descansa todavía en uno de los laterales esperando un nuevo viaje, uno de tantos de los que hacia Machado, sobre todo los fines de semana cuando aprovechaba para ir hasta Madrid a ver a su madre, escribir teatro con su hermano y encontrarse con su amada Guiomar.

FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.
FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.

Llama la atención la sobriedad con la que vivía, lejos del relumbrón que se puede suponer a un autor de su talla. A este respecto el periodista Francisco Cossío dijo: “No hay celda de franciscano ni de cartujo que nos dé una idea de austeridad y desolación como nos da este cuarto. Solo habiendo tratado al poeta puede ser verosímil este escenario de vida e inspiración”.

Entre estas cuatro paredes se fraguó parte de su historia como literato. Su etapa en la ciudad de Segovia fue una de sus épocas más prolíficas llegando a publicar poemarios, obras de teatro y colaboraciones en revistas. De este periodo son libros como ‘Nuevas canciones’ o las obras de teatro ‘Las adelfas’ o ‘La Lola se va a los puertos’ de la que en años posteriores se han hecho adaptaciones cinematográficas de éxito.

Se desconoce qué le sirvió de inspiración entre aquellas cuatro paredes, quizá la luz clara y limpia del cielo de Segovia que entraba por el ventanal o la vista del paisaje de las peñas grajeras por encima del Parral que veía al asomarse a él. Tampoco se sabe si fue en la intimidad de su cuarto donde dedicó versos a Guiomar o fueron sus largos paseos por la orilla del Eresma en los que evocaron declaraciones de amor que recibía en las muchas cartas que el poeta le dedicó. De lo que sí hay seguridad es de que este cuarto fue el lugar donde más tiempo residió desde sus años infantiles en Madrid y que por ello queda mucho de él en el aire que envuelve cada rincón. Aire de experiencia, de historia, de vida que transportan a todo aquel que traspasa los muros a los años convulsos y esperanzadores de aquella España machadiana de principios del siglo XX.

DE PENSIÓN A MUSEO. DE MUSEO A MONUMENTO

Hasta mediados del S.XX el número 5 de la calle de los Desamparados de Segovia era conocido por albergar una pensión, la de doña Luisa Torrego, que la regentaba como casera después de trasladarse desde su Fuentepelayo natal, para dar sustento a sus hijos tras enviudar. Ahora, en pleno siglo XXI, ese mismo número de la calle de los Desamparados alberga una de las Casas Museo más importantes de España y sin duda uno de los referentes de la ciudad de Segovia. Se trata de la Casa Museo Antonio Machado, pues en ella vivió el poeta sevillano trece años desde su llegada a la ciudad castellana en 1919 hasta su traslado a Madrid en 1932. Durante esos años no solo escribió, dio clases y participo en la vida social y política, también entró a formar parte de una de las instituciones más reconocidas y relevantes de la época: La Universidad Popular, formada por ilustres profesores y profesionales de aquella época cuya vocación era instruir a las clases más obreras de la ciudad con el objetivo de intercambiar impresiones sobre asuntos relacionados con el arte, la historia y la poesía.

Fue precisamente la extinta institución, que a partir del 1947 pasó a ser la Real Academia de las Artes y la Historia de San Quirce, la que inició, por iniciativa de Mariano Quintanilla y Mariano Grau , el proceso para conservar el legado de su compañero, amigo y poeta Antonio Machado. Para ello plantearon la idea de comprar y conservar la pensión segoviana. No fue tarea sencilla ya que tuvieron que acometer la idea en varias fases debido a las carencias económicas con las que contaban.

56 PENSION MACHADO

La primera de ellas fue arrendar, en 1949, la habitación donde vivió Machado con el fin de mantenerla lo más intacta posible y que ningún otro huésped la morase de nuevo y poder en un futuro fundar en ese lugar un museo dedicado a su figura. Dos años más tarde se compró el piso, sin incluir el patio trasero, por 90.000 pesetas para lo que tuvieron que pedir un préstamo hipotecario a la Caja de Ahorros de Segovia. En febrero de 1956 se adquiere el patio de entrada. No es hasta el año 1961 cuando la Academia de San Quirce puede hacerse con los muebles de la habitación del poeta y el comedor por la cantidad de 35.000 pesetas. El último paso lo dieron en 1974 cuando lograron comprar la finca entera para finalmente adquirir el patio trasero.

El camino ha sido largo y es ahora, casi un siglo después de que Antonio Machado se despidiese de la ciudad, cuando se da un paso más en el reconocimiento a este poeta universal. La Real Academia de San Quirce, actual propietaria del inmueble, anunció hace unos días la incoación del procedimiento por parte de la Dirección General de Patrimonio de la Junta de Castilla y León para declararla Bien de Interés Cultural con categoría de monumento. Tanto la Academia como la Empresa Municipal de Turismo de Segovia han celebrado la noticia destacando la necesidad de una figura de protección que garantice su conservación.

FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.
FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.

Atendiendo a la Ley de Patrimonio Cultural de 2002, esta consideración (BIC) se da a aquellas construcciones, obras o productos de la actividad humana que tienen un relevante interés histórico, arquitectónico, arqueológico, artístico, etnológico, científico o técnico con inclusión de los muebles, instalaciones o accesorios que expresamente se señalen como parte integrante de él y que por sí solos constituyan una unidad singular. Por todo ello y por considerar que se trata de un inmueble que refleja fielmente la sociedad de su época ya que alberga una gran colección de bienes muebles relacionados con la época y sobre todo con la figura de Antonio Machado, constituye un testimonio histórico, etnográfico y artístico de primer nivel se ha iniciado dicho proceso.

“La Casa-Museo de Antonio Machado en Segovia constituye un testimonio singular de un momento histórico y un modo de vida hoy desaparecido, escenario perfecto para la comprensión de la vida y la actividad del poeta en Segovia entre 1919 y 1932, que alberga una interesante colección museística centrada en torno a la figura del poeta, centro de la vida cultural de la ciudad, en la que confluyen un conjunto de valores históricos, etnográficos y artísticos dignos de alcanzar la máxima categoría de protección”, concluye el documento de la Consejería de Cultura.

Además de ser un referente en la vida cultural de Segovia y un dinamizador del turismo de la ciudad, la Casa-Museo de Antonio Machado es un espacio de encuentro que acoge múltiples actividades relacionadas con los libros, desde certámenes literarios hasta recitales de poesía pasando por homenajes en los aniversarios del poeta.

Desde la Real Academia de San Quirce han peleado para que este momento llegase, igual que en su día lo hicieron para salvar el legado de Antonio Machado y convertir la pensión de doña Luisa en museo. Así lo hicieron saber en la memoria justificativa que remitieron en su día a la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte aludiendo a que la Casa-Museo de Antonio Machado es de todas las residencias en la que recaló el poeta la única que está conservada en su estado habitual. Añadieron que de los hospedajes en los que moro entre Soria, Baeza y la propia Segovia es la única que se preserva intacta tanto en forma como en aspecto. La Casa Museo de Antonio Machado evoca de manera auténtica los valores y la figura del poeta.

FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.
FOTO: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ.

Antonio en Segovia

MACHADO PROFESOR
La llegada de Antonio Machado a Segovia a finales del año 1919, para incorporarse al claustro del Instituto Técnico de la ciudad, fue celebrada por los medios de comunicación de la época, como el periódico El Adelantado de Segovia que recogió en sus páginas la noticia de la siguiente manera: “Ayer llegó a esta población, con objeto de posesionarse de su cátedra de Francés en el Instituto General y Técnico, para la que recientemente fue nombrado, el vigoroso y culto poeta Antonio Machado, que en hermosas estrofas ha sabido cantar las grandezas de Castilla, de la que es un ferviente enamorado. Enviámosle nuestro más afectuoso saludo, y mucho celebramos que encuentre grata su estancia en esta vieja ciudad castellana, donde seguramente hallará motivos de inspiración el genial poeta”.

La primera parada del poeta en la ciudad, una vez instalado en su habitación de la calle de los Desamparados, fue el citado instituto, hoy llamado Mariano Quintanilla, en el que iba a dar clases de francés. Diariamente caminaba vacilante, debido a su problema de pies planos, desde la calle de los Desamparados hasta el Instituto Técnico, más allá del Azoguejo, para deshacer sus pasos una vez acabadas las clases. Era por la tarde cuando Machado emprendía el ‘caminito de mi devoción’ como el mismo lo llamaba, el que hacía desde su lugar de trabajo hasta la pensión de doña Luisa.

Machado (sentado y con bastón), con alumnos y profesores del Instituto General y Técnico. CASA MUSEO ANTONIO MACHADO.
Machado (sentado y con bastón), con alumnos y profesores del Instituto General y Técnico. CASA MUSEO ANTONIO MACHADO.

Durante ese kilómetro se detenía, en su ascenso por la calle Real, en la conocida librería Cervantes para perderse entre sus libros, hacía parada en el café Juan Bravo o en el café Castilla para participar de las tertulias antes de llegar a tiempo para cenar en el comedor de la posada, a la que nunca faltaba en horario de comidas.

Aunque no llegó a tiempo de fundar la Universidad Popular Segoviana (UPS), se unió a ella a los pocos días de mudarse a la ciudad. Su labor allí era dar clases nocturnas y gratuitas como ya hizo en Soria, su anterior destino. La UPS fue una institución pionera en España y fundamental en Segovia, de carácter cultural y formada por un grupo de profesores de la Escuela Normal de Segovia e intelectuales inquietos movidos por la necesidad de hacer llegar hasta las clases obreras temas tan importantes como la filosofía, el arte, la historia o los idiomas a través de la enseñanza gratuita dirigida a adultos, la organización de conferencias y de exposiciones o la creación de una biblioteca circulante a la que Machado donó una importante cantidad de libros y que servía para acercar la lectura a los pueblos y zonas rurales de la provincia.

En ella Machado encontró a grandes amigos y mentores con los que no solo compartía su amor por la enseñanza sino también por la cultura, los libros y la política y con los que coincidió en las tertulias organizadas en la ciudad.

Dos fechas en el año 1922 quedan marcadas en el calendario. La primera de ellas es el 6 de abril de 1922 cuando Machado pronuncia su primer discurso público en Segovia con motivo de una exposición de arte inaugurada por la Universidad Popular en beneficio de los hambrientos rusos. Lo hace en el patio de la Casa de los Picos, con el título ‘Sobre literatura rusa’. La segunda es la referida a la conferencia que dio Miguel de Unamuno, en el Teatro Juan Bravo lleno hasta la bandera, invitado por la UPS.

MACHADO PROTAGONISTA DE LA VIDA CULTURAL
Las tertulias, al igual que la Universidad Popular, las encontró Machado fundadas. No tardó en formar parte de ellas y de la Revista ‘Manantial’, financiada y dirigida por el ayudante de obras públicas y contertulio Marcelino Álvarez Cerón, junto con la colaboración del abogado y escritor Julián María Otero, otro de los nombres relevantes que formaron parte de los coloquios frecuentados por el poeta.

Además de intercambiar pensamientos filosóficos, sociales y políticos, las tertulias consiguieron que Antonio Machado estrechara lazos con algunos de sus participantes, como Mariano Quintanilla, que pasó de ser compañero en la Universidad Popular a convertirse en uno de los mejores amigos que hizo en la ciudad.

Pero fue José Tudela, gran amante de las tertulias y cicerón de Machado, el que además de conseguirle esa pensión modesta de la calle de los Desamparados para vivir, le introdujo en aquellas reuniones diarias organizadas en cafés, casas y talleres. Algunas de las más conocidas eran la del Café de la Unión, situado en la calle Juan Bravo y regentado por Lorenzo Unceta Gutiérrez al que Machado, según su amigo Mariano Grau, acudía todas las tardes. Los componentes de estas tertulias serían con el paso del tiempo amigos del propio poeta, nombres tan relevantes como Blas Zambrano, Emiliano Barral, Mariano Quintanilla, Julián María Otero o el ceramista Fernando Arranz en cuyo taller alfarero, situado en la capilla romántica de la desaparecida iglesia de San Gregorio, se organizaban también coloquios de sobra conocidos en los círculos intelectuales del momento.

Curiosa es la relación que se estableció entre el escultor Emiliano Barral, asiduo a estas reuniones, y muchos de los asistentes a ellas. Los literatos escribían sobre la obra de Barral y este les correspondía tomándoles como modelos para algunas de sus obras, dejando así memoria artística de muchos de ellos, entre los que se encontraban: Julián María Otero, Torreagero, José Tudela, Blas Zambrano, Ignacio Carral, Mariano Grau y el propio Antonio Machado cuyo busto reposa ahora entre parras y frutales en el patio delantero de la antigua pensión de doña Luisa.

MACHADO POLÍTICO
Durante su etapa segoviana Machado cultivó, además de su obra y su labor pedagógica, el compromiso político. No era ajeno a él la difícil situación que vivía el país por ello entró a formar parte de la Agrupación al Servicio de la República, movimiento político creado por José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala en 1931, cuyo objetivo común era poner fin a la dictadura de Primo de Rivera y al reinado de Alfonso XIII En febrero de ese año, un mes antes de la proclamación de la II República, Machado fue el protagonista del mitin de la Agrupación al servicio de la República en el Teatro Juan Bravo. Durante el discurso Machado sostenía un cuaderno de tapas negras al que no quitó ojo en toda la intervención. Al acabar su compañero y amigo Mariano Quintanilla quiso ver el discurso y se sorprendió al descubrir que no estaba escrito. Antonio le confesó que le daba mayor seguridad mirar aquellas páginas que los ojos del público.

Mitin de la Agrupación al servicio de la República (teatro Juan Bravo de Segovia), el 14 de febrero de 1931. De pie, presentando a los oradores, Antonio Machado; a la izquierda, sentado con las manos entrelazadas, José Ortega y Gasset, y a la derecha, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala. FOTO: Alfonso.
Mitin de la Agrupación al servicio de la República (teatro Juan Bravo de Segovia), el 14 de febrero de 1931. De pie, presentando a los oradores, Antonio Machado; a la izquierda, sentado con las manos entrelazadas, José Ortega y Gasset, y a la derecha, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala. FOTO: Alfonso.

Defender la República fue para él un proyecto ilusionante del que nunca le importaron las consecuencias personales. Por ello el 14 de abril de 1931 se subió al balcón del Ayuntamiento de Segovia e izó la bandera republicana junto a su amigo Antonio Ballesteros proclamando la II República. Momento que el mismo narró de manera emocionada:

“Fue un día profundamente alegre —muchos que ya éramos viejos no recordábamos otro más alegre—, un día maravilloso en que la naturaleza y la historia parecían fundirse para vibrar juntas en el alma de los poetas y en los labios de los niños. (…) Mi amigo Antonio Ballesteros y yo izamos en el Ayuntamiento la bandera tricolor. Se cantó La Marsellesa, sonaron los compases del Himno de Riego. La internacional no había sonado todavía. Era muy legítimo nuestro regocijo. La República había venido por sus cabales, de un modo perfecto, como resultado de unas elecciones. Todo un régimen caía sin sangre, para asombro del mundo. Ni siquiera el crimen profético de un loco que hubiera eliminado a un traidor turbó la paz de aquellas horas. La República salía de las urnas acabada y perfecta, como Minerva de la cabeza de Júpiter” El 14 de abril de 1931 en Segovia (La Voz de España, abril de 1937).

Se aferró a sus raíces españolas trasladándose con su familia a Valencia al inicio de la guerra antes de ser exiliado a Francia, donde finalmente el 22 de febrero de 1939 falleció.

MACHADO CREADOR
La etapa creadora de Antonio Machado en Segovia fue intensa, no tanto desde el punto de vista poético como desde el dramático o el periodístico, aún así de esta época hay obras tan destacables como ‘Soledades, galerías y otros poemas’ (1919) ampliación de su libro ‘Soledades’. También editó el poemario ‘Nuevas canciones’ (1924) y el primer volumen de ‘Poesías completas’ (1899-1925).

El literato Max Aub definió a Machado como un escritor de estirpe romántica, de gran vigor intelectual, sencillo y lleno de bondad, dado a la melancolía. Esto se refleja en muchos de los versos que escribió a la ciudad que le acogió durante más de una década, como los que dedicó a la Iglesia de San Millán:

En San Millán
a misa de alba
tocando están.
Escuchad, señora,
los campaniles del alba,
los faisanes de la aurora .
Mal dice el negro atavío,
negro manto y negra toca,
con el carmín de esa boca.
Nunca se viera de misa,
tan de mañana ,
viudita más casadera.

O los que escribió a la Alameda del Eresma, esa que paseaba casi a diario acompañado por su fiel amigo el funcionario de la Delegación de Hacienda Ramón Seva, acompañante junto a Tudela en los tantos paseos que daba Machado. Cuentan entre sus preferidos el de la carretera de Zamarramala, el del Monasterio del Parral y el de la Fuencisla, todos ellos fueron fuente de inspiración constante para el poeta:

En Segovia, una tarde, de paseo
por la alameda que el Eresma baña,
para leer mi Biblia
eché mano al estuche de las gafas,
en busca de ese andamio de mis ojos,
mi volado balcón de la mirada.

El 23 de marzo de 1927 es una de las fechas más importantes para el poeta ya que es elegido miembro de la Real Academia Española (RAE), para ocupar el sillón de la letra V. Así se lo hizo saber a su amigo Miguel de Unamuno, “Es un honor al cual no aspiré nunca; casi me atreveré a decir que aspiré a no tenerlo nunca. Pero Dios da pañuelo a quien no tiene narices”. Jamás llegó a tomar posesión del cargo a pesar de tener escrito el borrador del discurso de ingreso en la RAE.

Fueron también destacadas en este tiempo sus colaboraciones con periódicos como ‘El Sol’ o ‘El Imparcial’ o en revistas como ‘La Pluma’, fundada por Manuel Azaña. En todos ellos se prodigó como autor de artículos que tenían un claro enfoque pedagógico. En 1923 publico sus Proverbios y Cantares en la ‘Revista de Occidente’, fundada por Ortega y Gasset.

La estancia en la ciudad castellana descubrió al dramaturgo que llevaba dentro. Cultivó el género teatral junto a su hermano Manuel, con el que escribió obras y se adentró en la prosa reflexiva, a través de la cual hacia un crítica social y cultural de la época todavía hoy vigente. Pudo expresar su sentir gracias a los heterónimos creados por el mismo, Juan de Mairena y Abel Martínez. Del primero el propio Machado explicó en una entrevista concedida en 1937 al periódico La Voz, “Juan de Mairena es un filósofo amable, un poco poeta y un poco escéptico, que tiene para todas las debilidades humanas una benévola sonrisa de comprensión y de indulgencia. […] Mira las cosas con su criterio de librepensador”. Esta necesidad por poner de relieve los asuntos que le preocupaban queda plasmada en su libro ‘Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo’, donde se sirve del protagonista, un profesor imaginario, para reflexionar sobre la sociedad, la cultura, la literatura, la política y la filosofía entre otros temas.

Conocido es también el ‘Cancionero apócrifo de Abel Martín’ publicado en la ‘Revista de Occidente’. De este Machado dijo: “Abel Martín y su discípulo Juan de Mairena son dos poetas del siglo XIX que no existieron, pero debieron existir, y hubieran existido si la lírica española hubiera vivido su tiempo”.

De esta etapa teatral son obras como ‘Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel’ (1925), la primera obra estrenada de los hermanos Machado en febrero de 1926 en Madrid con gran éxito de crítica y público. Así como ‘Juan de Mañara’ (1927), ‘Las adelfas’ (1928), ‘La Lola se va a los puertos’ (1929) llevada con éxito a la gran pantalla en diferentes ocasiones, además de ‘La prima Fernanda’ (1931) y ‘La duquesa de Benamejí’ (1932).

Su faceta teatral la desarrollaba durante los fines de semana, cuando viajaba en tren hasta Madrid para ver a su madre, escribir junto a su hermano, estrenar obras en los principales teatros de la capital y encontrarse con Guiomar.

MACHADO ENAMORADO
Nueve años después de llegar a la ciudad, y ya con la vida asentada y la rutina acostumbrada, llega una nueva fuente de inspiración para Machado, la poeta Pilar Valderrama, a la que conoció en la ciudad del Acueducto y con la que entabló una relación platónica y epistolar que acompañó al autor durante los años que le restaban en Segovia.

Ella, dolida por la infidelidad de su marido recientemente descubierta, viajó hasta Segovia y encontró en Machado la admiración perdida, la misma que no dejaría que su historia amorosa llegara a consumarse. Pertenecían a mundos diferentes, ella casada y madre de tres hijos, de clase social pudiente e intelectual y muy cercana a la monarquía, él de sangre jacobina, defensor de la República, con un sueldo modesto ganado con su trabajo como maestro y escritor. Por eso llama la atención su unión amorosa, desprovista de prejuicios y clases sociales, que lograron mantener en sus encuentros de fin de semana en Madrid. Para Machado esta nueva ilusión no sólo supuso inspiración en su faceta creativa, sino que también despertó en él un sentimiento olvidado, el del amor, desde que su esposa Leonor muriese en 1912 de tuberculosis. Amor que dejó claro en su Cancionero apócrifo escribiendo “En medio del camino de mi vida, pasome el pecho la flecha de un amor intempestivo, que tuvo en el camino largo acecho/mostróme en lo certero el rayo vivo”.

Guiomar.
Guiomar.

Guiomar le inspiró poemas y versos, algunos de ellos surgieron en la soledad de su habitación, en la pensión de la calle de los Desamparados.

Hoy te escribo en mi celda de viajero
a la hora de una cita imaginaria.
Rompe el iris al aíre el aguacero,
y al monte su tristeza planetaria.
Sol y campanas en la vieja torre.
¡Oh tarde viva y quieta que opuso al panta rhei su nada corre,
tarde niña que amaba a su poeta!

Su primer encuentro, en la primavera de 1928, tiene como escenario el desaparecido Hotel Comercio. A raíz de este surgieron una serie de visitas del poeta a la capital que aprovechaba para encontrarse con su musa. Un año más tarde, en el mes de septiembre de 1929, se publica en la Revista de Occidente, en la que Machado colaboraba de manera habitual, la primera parte de las ‘Canciones a Guiomar’, que tendría su continuación con ‘Otras canciones a Guiomar’ que el poeta subtituló –A la manera de Abel Martín y de Juan de Mairena- Cancioneros, ambos, compuestos por versos que dejan clara su teoría del amor. En los que plasma sus dudas al principio del idilio, su pasión a medida que avanza la relación y su amor hacia la que fue su musa y la claridad en sus noches oscuras.

Esta relación continúa más allá de la etapa del poeta en Segovia, tras su traslado a Madrid en 1932 para tomar posesión del cargo de profesor en el instituto Calderón de la Barca, continuan manteniendo el contacto. Es el estallido de la guerra en 1936 lo que separa sus caminos definitivamente. En el año 1935 Antonio Machado es evacuado primero a Valencia, luego a Barcelona, para finalmente acabar exiliándose en enero de 1939 a Francia junto a su madre y fallecer el 22 de febrero de ese mismo año, a la edad de 64 años, en Collioure donde descansan sus restos.

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