A los que acuden a la Sala de Lectura que la Ciudad dispone en la calle Juan Bravo. Sepan que no siempre se dedicó a esos menesteres, pues cuando se construyó (1) ‘coleccionó’ gentes de mal vivir, o de otra materia, en sus celdas, pues Cárcel Real fue primero, Cárcel de Partido desde 1834 y Cárcel Vieja ahora. Tres siglos. Allí se ‘encontraron’, presos comunes, pobretones… los otros, aristócratas, políticos… `pedían’ el Alcázar. Sepa también quien leyere que en 1549 el edificio se hundió, y que se levantó, más/menos… como se pudo y cuando se pudo.
Nota: buscar en la ‘biblio’ algún texto donde se relate la presencia en la referida cárcel, por mandato del juez -obligao te veas-, del escritor Lope Felix de Vega y Carpio (Lope de Vega). Tenía 15 años, que es el mismo número de hijos que se le atribuyen.
Mas, como el recio edificio comenzó a mostrar al ‘público en general’ su decaído aspecto (el de la cárcel), los representantes de la Ciudad, observando que si no era una ruina total le faltaba poco, trataron de mejorarlo. Pero…
Hacía falta dinero y la ‘cuenta corriente’ de la Ciudad no dio contestación. Habían presupuestado 4.000 escudos (2) ¿Qué pretendían hacer con la ‘pasta’? Dado el entorno donde la cárcel se ubicaba –que no era el de ahora ni de lejos-, quisieron despejar el lugar adquiriendo los pequeños edificios que la rodeaban con la finalidad de dotarla de mayor seguridad.
La entrada de la cárcel se situaba en aquel entonces frente a la de la iglesia de San Martín (M. Grau) (3); en su parte posterior había solo dos casas y, posiblemente una pequeña ermita conocida como San Briz, de la que mucho se ha escrito pero nadie detalla. Si bien las que más estorbaban eran las de hoy Juan Bravo, cuyas edificaciones se ‘metían’ en la cárcel.
La obra era necesaria y había que ‘inventar’ medios para pagarla. Los que representaban a los ciudadanos tuvieron su día lúcido y se dijeron: ‘enviemos escrito al Rey (Felipe II) y le pedimos licencia para recaudar los 4.000 escudos por medio de derrama (contribución temporal o extraordinaria) que pagarán los habitantes de los pueblos de la Tierra de Segovia’.
¡Alto ahí! dicen que dijeron al Rey los procuradores de la Tierra que integraban el conjunto: ‘no es de nuestra incumbencia la construcción o reforma de edificios que se realicen dentro de los muros de la Ciudad’. No se quedaba ahí su malestar y lo expusieron claramente: ‘Lo que el Concejo (ayuntamiento), ha de hacer es exigir la devolución del dinero que indebidamente retienen en su poder regidores y mayordomos que, con toda seguridad, recaudaría más suma que la necesaria’.
¡Chúpate esa! No se mordieron la lengua, no. ¿Quisieron decir, por ventura (des), que había mucho gasto con tanto Ministerio?
¡Y yo qué sé!
Dado que en in illo tempore lo de pleitear se llevaba tanto como ahora, los de ‘La Tierra’ pleitearon. Cuatro años estuvo el proyecto de obras sin poder ejecutarse. Y como no hacían más que tocarle las ‘narices’ al Monarca, éste, emulando a Salomón (sin niño que partir), dijo: ‘se acepta la petición de la Ciudad’. Pero…
Los representantes de ‘La Tierra’. cual mosca cojonera – humilde perdón… a la mosca-. fueron poniendo chinitas en el camino al mismísimo mandato real. Total, que entre unos y otros… el dinero no se recaudó, la obra siguió en su lugar descanso, los presos erre que erre… ocho años habían transcurrido desde que el Monarca dijo ‘sí’, y la recaudación seguía estancada en ¡500 ducados! de los 4.000 presupuestados. Solo se había comprado una pequeña casa, junto a la calle Puerco, de las muchas que se habían programado. Tan despacio ‘circulaba’ la obra que a punto de culminar el siglo XVI aún se buscaban ducados para ponerla fin. En la dirección de la obra trabajaban ‘caras conocidas’. Una de ellas la del arquitecto Pedro de Brizuela.
Los dineros hacían falta y no llegaban, por lo que se fueron realizando parches durante años. Unas veces con remodelaciones grandes y otras no tanto. Ejemplo. En 1733 el número de presos es tan alto que de nuevo la Ciudad se plantea la ampliación. El proyecto, de José del Ris, se ‘cierra’ en 310.00 reales. Y hay que pedir, porque haber no hay. Otra vez se ‘toca’ al Rey, ahora Felipe V, y se le pide que autorice a la Ciudad a gravar con 32 maravedís cada cántara de vino que entrara. Pero…
Hubo cálculo erróneo en el departamento correspondiente del Ayuntamiento (que no era el de urbanismo). Así, el vino de entrada/consumo no fue tanto y habiendo transcurrido un año del impuesto solo había en caja ¡54.000 reales! Las obras estaban en pleno apogeo. Disyuntiva: ‘las paramos (4) o pedimos prestao’. Pues…
Se autoriza a la ciudad a endeudarse por ‘valor’ de 120.000 reales. Andrés Sanz, vecino de San Andrés, presta 60.000 y lo ‘dejó’ al 2,5%; José Carmona ‘suelta’ 55.000 y consigue medio punto más. Negoció con ellos el regidor Antonio del Sello, comisario que era de las obras de la cárcel.
Total que en 1737, doscientos años después, aquello que se había pensado, tramitado y negociado por unos, lo acabaron otros… dos generaciones más tarde.
La traca final. Informo de pasada que en 1901 había en las celdas de la cárcel 54 hombres y 7 mujeres. Luego, 1924, se marcharon al nuevo ‘complejo’ de la carretera de la Maestranza y al comenzar el siglo XXI a Perogordo.
¡Tachán!
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(1) El abogado e historiador Garci Ruiz sitúa su construcción en 1498.
(2) Por un ducado de los siglos XVI y XVII se pagarían hoy 167 euros, según el precio del oro en peso y calidad. Total 668.000 euros.
(3) M. Grau, ‘Polvo de Archivos’, 1973.
(4) ¿Igualito que las del teatro/cine Cervantes de ahora? ¡Y yo qué sé! Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder (Padre Astete).
