He intentado escribir algo sobre la situación actual española, pero cada día aparecen noticias más asquerosas, repulsivas, repugnantes, nauseabundas para entendernos, que hacen que mi bolígrafo se niegue a ningún comentario al respecto. No nos merecemos esta situación los españoles. Quizá para evitar la náusea, mi cerebro haya derivado sus inquietudes y haya optado por bucear en mis recuerdos revisando parte de la historia de nuestra ciudad. Por ello, me he decidido a escribir someramente un pequeño relato del que ha sido testigo mudo la antigua calle del Campillo, hoy calle Coronel Rexach.
Hay que empezar señalando que el Ayuntamiento de Segovia, en su empeño por atraer inversiones y puestos de trabajo, a partir del s.XVIII mostró mucho interés por incorporar diferentes unidades militares a la ciudad, de tal manera que todavía a finales del s.XIX estaba realizando intensas gestiones con esa finalidad. Debido ello, en 1877 el alcalde pudo declarar que pese a que el séptimo Regimiento Montado de Artillería había sido destinado a Valladolid, fuentes fidedignas le habían comunicado que podría establecerse en Segovia siempre que se hicieran una serie de gestiones y se pusiera a su disposición un inmueble adecuado para cuartel. Por cierto, el inmueble elegido que ofertaría el Ayuntamiento, era el edificio que fue la fábrica de paños más importante durante el s.XVIII conocido como “La Casa Grande”.
Para conseguirlo, entiendo que pusieron rápidamente manos a la obra, hicieron con inteligencia las gestiones oportunas ante el Gobierno y ante la Corte, y contrarrestaron con firmeza las presiones del ayuntamiento de Valladolid, de tal manera que su trabajo se coronó con éxito cuando en mayo de 1878, el séptimo Regimiento Montado de Artillería salía de Valladolid con destino Segovia. También es cierto que probablemente ayudó mucho el hecho que en Segovia ya había una tradición artillera desde que en 1764 se estableciera en el Alcázar de Segovia el Real Cuerpo de Artillería.
Sin duda eran otros tiempos en los que los representantes segovianos se esforzaban, peleaban y se comprometían sin complejos por mejorar Segovia y mantener lo ya consolidado; no como otros que no supieron hacer los deberes valorando y promocionando la Base Mixta con sus casi 300 puestos de trabajo y sus dos siglos de historia.
Volviendo al relato, hay que señalar que muchas fueron las obras y transformaciones que hubo que hacer a lo largo del tiempo en el Regimiento. Pero como la economía del Ayuntamiento no parecía permitir más gasto en nuevas inversiones, se tomó la decisión de ceder la propiedad al Ministerio de la Guerra en 1923, con la calle incluida, que por cierto desde 1918 había dejado de llamarse calle del Campillo para llamarse calle Coronel Rexach. Posteriormente, ya en 1943, la calle se cerró definitivamente al tráfico urbano civil, motivo por el cual las corporaciones municipales estuvieron bastante tiempo tratando de llegar a un acuerdo con el Ejército para su reapertura, con escaso éxito por cierto.
A todo esto, el corte de tráfico en 1992 bajo el Acueducto había dividido la ciudad en dos y se necesitaban alternativas. Y puesto que la carretera de circunvalación parecía estancada por la pasividad del PSOE, la calle Coronel Rexach, que era la más próxima al Acueducto, se consideró la mejor alternativa para comunicar el oeste y el este de la ciudad.
Estando así las cosas, en la quinta Legislatura (1993/1996), Juan Muñoz, diputado del PSOE por Segovia, fue elegido presidente de la comisión de Defensa del Congreso de los Diputados, y casualmente yo también también formaba parte de esa comisión. Como el alcalde, Ramón Escobar, me había hablado reiteradamente del interés que había en abrir esa calle al tráfico, y de la presión permanente de la sociedad segoviana frente al Ayuntamiento y el ministerio del Ejército, le dije a Juan Muñoz que podríamos echar una mano, a lo que manifestó su conformidad. Los dos dispuestos a ayudar, solicitamos una visita al Jefe de Estado Mayor del Ejército, y allí explicamos la importancia que tenía para Segovia la apertura de dicha calle. Además, el hecho de que Juan Muñoz fuera el presidente de la comisión de Defensa, que hubiera acuerdo entre dos diputados de los principales partidos con representación en Segovia, y nuestra manifestación explícita de los deseos de los segovianos, hizo que el JEME tomara en consideración nuestra propuesta (que no era otra que la de la ciudad), para que el Ejército devolviera a Segovia la calle que había ocupado durante medio siglo. Esa visita que realizamos, – cuya exclusiva finalidad era servir de apoyo al trabajo que se estaba haciendo desde la corporación municipal-, ayudó con toda probabilidad a que el convenio entre el Ayuntamiento y el Ejército saliera de la vía muerta y llegara a buen término. La calle se abrió el 27 de enero de 1995.
Posteriormente, en 1999 y debido a un convenio con el Ministerio de Defensa, pasó de nuevo la propiedad de la zona al municipio, quien a su vez lo cedió a la Universidad de Valladolid donde se ha instalado el Campus de Segovia. Y a este respecto, hay que decir que siguiendo nuestra inveterada costumbre de pegarnos tiros en los pies, lo hemos instalado en lo que muchos consideramos un sitio inadecuado, sin posibilidad de expansión, y sin zonas verdes, que es una de las principales características de un verdadero Campus. Además, para ello, se destruyó La Casa Grande, edificio histórico que sufrió varias transformaciones desde el s.XVI hasta que a finales del s.XVIII la compró el hijo de un maestro curtidor, Laureano Ortiz de Paz. Y, por cierto, fue entonces cuando gozó de más prosperidad produciendo la quinta parte de la producción total de la ciudad, convirtiéndose en el icono de la industria segoviana por su tecnología y su organización productiva.
Aunque hay que recordar que, por desgracia, no fue el único caso de demolición de edificios singulares, porque faltos de sentido común y sensibilidad, también hemos sido testigos de cómo se provocó la ruina del teatro Cervantes con la consiguiente destrucción de los frescos del techo de Lope Tablada Maeso y la lamentable desaparición de muchos y entrañables recuerdos que tenemos una gran parte de los segovianos.
Y para concluir, me gustaría decir que aunque es de sobra conocida la importancia que la industria textil tuvo para Segovia durante los siglos XV al XVIII, el hecho es que la fábrica de Laureano Ortiz de Paz, la industria textil más importante que jamás haya tenido la ciudad, pasó a ser regimiento de Artillería y en la actualidad campus de la U.V.A. Y como sin duda serán muchos los interesados en recabar datos y conocer la interesante historia de La Casa Grande, me permito recomendar la lectura de dos trabajos sobre ella: el de de Diego Quirós Montero que titula con absoluta precisión: “La Casa Grande de Segovia. Tiempos para la industria, la milicia y la docencia”, y el libro de Javier Mosácula María, “La Casa Grande”.
