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La aviadora y los brujos de Catemaco

por Santiago Sanz Sanz
9 de marzo de 2025
en Tribuna
SANTIAGO SANZ
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¿Han escuchado alguna vez aquello de “ten cuidado con lo que deseas con muchas ganas, porque puede convertirse en realidad”? No sé si la frase es atribuible a alguien en concreto, pero revela una carga de sabiduría popular importante y también, déjenme decirles, un poquito de “mal agüero”.

Hace tiempo, solía decirle a mi familia que fue un error haber regresado a España cuando, según yo, estaba en una de mis mejores etapas mexicanas. Es cierto que en América tuve épocas buenas y también algunas malas. Ya saben, esos momentos en los que, por las circunstancias, uno puede pensar que ciertas situaciones de la vida hubiesen sido más llevaderas en España o cuando en lo cotidiano, por novedoso, había ciertas cosas que podían hacerme gracia y de repente dejaban de hacerlo y se convertían en uno de esos factores irritantes que te jorobaban la mañana. Pero tengo que decir que, al final, en lo personal y con la perspectiva de la distancia, en el cómputo general de mis mejores recuerdos de los últimos veinte años, creo que México gana por goleada. Así que al regresar a España me empezó a ir regular y claro, había muchos ratos en los que me acordaba, sobre todo cuando me venían mal dadas y me ponía muy latoso extrañando a mi lindo y querido México y, como en las viejas rancheras o los corridos nostálgicos, no paraba de insistir en que quería volver o de decir que ojalá estuviésemos allí, y era entonces cuando una vocecilla me repetía al oído la frase mentada: “Ten cuidado con lo que deseas con tantas ganas…”.

Desde entonces, no he dejado de experimentar fenómenos de cierta negatividad que van en aumento, como, por ejemplo, cuando a la hora de ir conduciendo veo una maniobra imprudente o poco respetuosa con las normas de tráfico y, como un acto reflejo, enseguida pienso: ¡Mira, parece que estamos en México!

Yo, por si acaso, he dejado de expresar mis deseos en voz alta. También intento ser más cuidadoso y me ahorro el comentario cuando proliferan las ocasiones en las que, como en lo del tráfico, “la coletilla” estaría justificada, sin mencionar las noticias de lo cotidiano donde, huyendo del tremendismo, les digo que es ahí donde resultaría más fácil aplicarla. Ya saben; todas esas ocasiones en las que, por un error de procedimiento, se escapa del país un narco, o cuando este último campa a sus anchas por el Guadalquivir con un rifle de asalto en la mano, o cuando el jefe de una unidad de élite contra el blanqueo de dinero tabica su mansión con montones de fajos. En todas esas ocasiones, como les digo, me quedo callado. Seguidamente, me acuerdo de la frase en cuestión y hasta me genera un poco de ansiedad el pensar que haya podido contribuir con “la fuerza de mi deseo” a que, poco a poco, nos estemos convirtiendo en la parte menos amable de México. Algo similar a cuando el “genio de la lámpara” te hace la broma tergiversando tu deseo y te sale el tiro por la culata. Más o menos.

Quizás se trate de un “mal de ojo” o simplemente sea una víctima colateral del hechizo generalizado que parece sufrir el reino. Lo mío, con “una buena limpia” la próxima vez que pase por el zócalo de la Ciudad de México, igual lo solucionamos, pero para lo de este país, habría que traer una legión de brujos veracruzanos de esos de Catemaco, que hagan unas limpias por toda nuestra geografía de arriba abajo, a ver si servía de algo, porque por la escasa indignación social que mostramos, como hicieron en su día muchos mexicanos, ya solo parecemos resignarnos o, como mucho, hacemos algo de guasa desdramatizando. Recuerden que la falta de indignación y la desdramatización son el primer paso para normalizar el deterioro generalizado. Así que, o le ponemos remedio de inmediato, o nos tendremos que ir adaptando, entre otras cosas, a la impunidad de la corrupción y el nepotismo institucionalizado o a que con el dinero de tus impuestos se estén financiando a los “sugar daddies” más zafios… Por cierto, ¿saben que los mexicanos normalizaron nuevas connotaciones para algunas palabras del castellano como consecuencia del uso habitual y generalizado de ese nuevo significado? “Aviador” sería un ejemplo claro. Según la Academia Mexicana de la Lengua, “aviador, aviadora, sería aquella persona que figura en una nómina y percibe un sueldo (normalmente del Estado), pero no se presenta a trabajar”. Yo no sé si les sonará de algo, pero ya nos podemos ir acostumbrando porque (“queridos micros”) allí vamos.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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