La Fundación Titirimundi ‘Julio Michel Villacorta’ está llevando a cabo, con el trabajo de la especialista Pilar Peñalosa, la restauración de los gigantes y cabezudos de la ciudad, en virtud de un contrato menor formalizado con el Ayuntamiento de Segovia por importe de 2.420 euros en marzo pasado, que se suma a otro de octubre de 2022, por importe de 3.085,5 euros, en concepto de “manejo y coordinación de gigantes y cabezudos”.
De alguna manera, la fundación creada desde la organización del Festival Internacional de Títeres de Segovia ha recogido, al menos de forma provisional, el testigo del que ha sido durante las últimas décadas custodio, y ‘pastor’ en los pasacalles de esta popular comparsa segoviana Juan Antonio Sanz, fallecido el 30 de mayo de 2022.
Titiritero, restaurador, miembro, como Michel, de la compañía Libélula, y ligado también a Titirimundi, el papel protagonista de Sanz es reconocido en Segovia porque a él se debe, en gran parte, la recuperación de estas figuras que habían dejado de salir por las calles de Segovia en las últimas décadas del siglo pasado y en algún caso fueron a parar a un almacén y estaban condenadas a ser pasto de las llamas, destino del que, con buen criterio, les salvó y llevó a cabo una restauración minuciosa en 1994. A partir de entonces se convirtió en el custodio.
Amada Peñalosa, que ha investigado para Fundación Titirimundi el origen de esta tradición segoviana que se remonta a varios siglos, afirma con rotundidad que “si hoy tenemos esta comparsa es gracias no solo al Ayuntamiento, que es el propietario, sino al trabajo de Juan Antonio, que los ha cuidado y mantenido”.
Precisamente, la propuesta que la Fundación elaboró para la restauración de los gigantes y cabezudos llama la atención sobre el carácter efímero de los materiales con los que están elaboradas estas figuras, “por su uso como elemento transitorio durante las fiestas, por su dificultad de transporte y almacenamiento y, principalmente, la ausencia de su custodio”. Eso puede motivar, concluye, que se vea comprometida la durabilidad de estas representaciones de escultura ligera.
Comenta Amada Peñalosa que cuando el Ayuntamiento encarga a Titirimundi la restauración una de las cuestiones que se plantea es “buscar información más allá de lo que conocíamos por Juan Antonio, que nos contó muchas cosas, para tener un conocimiento más amplio, indagar en el pasado para marcar el camino que garantice mantener la tradición, siendo lo más fiel posible, para que no sea algo que se acabe perdiendo”.
En este sentido, explica que cuanto más se conozca de su origen histórico y trayectoria a lo largo de más de cinco siglos mejor se podrán abordar restauraciones futuras. “Se trata de evitar, por ejemplo, que a la figura de El Carnicero —que proviene de los representantes de los antiguos oficios de Segovia que acompañaban a los gigantes en la fiesta del Corpus Christi— alguien le vista con un traje que no le corresponde, que pierda esa esencia”.
Por eso es importante que otra Peñalosa, Pilar, que trabajó con Juan Antonio Sanz, en trabajos de mantenimiento y reparación de gigantes y cabezudos, esté al frente de la intervención actual. Es quien mejor conoce las patologías y problemas de estas piezas escultóricas de cartón recubierto con estuco y policromía, una mezcla muy similar a la de las fallas valencianas y, en el caso de los gigantones y gigantes, además, con cuerpo o armazón interior de mimbre apoyado sobre una estructura de aluminio, materiales que se degradan con mucha facilidad, lo que dificulta su conservación.

La intervención se está realizando en dos fases, una primera de cara a la salida de los gigantes y cabezudos en las Ferias y Fiestas de San Juan y San Pedro, centrada en los aspectos más urgentes, estructurales, como, por ejemplo, la mano de la Alcaldesa, en la que porta el bastón de mando, que tenía un dedo roto, sujeto con cinta americana; o con uno de los cabezudos, El Sevillano, que tenía un golpe en el ojo derecho que había motivado que se separase la parte de estuco y la policromía de la estructura de cartón.
Estado de conservación
En general, el cartón ha perdido su flexibilidad original al envejecer y acidificarse, volviéndose quebradizo y laminándose en varias zonas. Eso facilita las roturas por los cambios de temperatura y humedad. En todos los personajes se han encontrado desconchones en el estuco, a distintas profundidades, y agrietamiento en la policromía, lo que acelera el proceso de descomposición por la entrada de humedad directamente a los estratos de cartón.
En algunos puntos los golpes que han recibido han deformado gravemente el soporte de cartón, creando anomalías en la forma e incluso comprometiendo la integridad de la pieza. Ocurre en elementos como orejas, pómulos y pecheras, en los cuernos del Demonio y en alguna nariz.

El Sevillano presente una importante deformación de la ceja derecha y, de igual modo, dos manos de dos gigantes distintos presentan deformaciones y desgarros.
En el caso de El Negro, al faltar el custodio, se agrandaron últimamente los orificios para sacar los brazos del porteador, sin ningún tipo de supervisión, lo que ha motivado que el cartón haya quedado al aire, a merced de todo tipo de agentes degradantes, en una zona donde además está en contacto con el sudor del porteador, una sustancia especialmente dañina por su ph y presencia natural de bacterias y humedad.
También se aprecian levantamientos importantes en todas las figuras de la pintura y algunas lagunas.

Almacenamiento
El lugar en el que están almacenados durante todo el año, en el edificio municipal de La Alhóndiga, no dispone de ningún sistema para controlar la humedad y, además, destaca, sobre todo, la presencia de animales e insectos, agentes de biodeterioro que pueden y son origen de descomposición.
Desde Fundación Titirimundi, su directora, Marian Palma, ha comentado que se trabaja con la Concejalía de Cultura para dotar a este espacio de unos armarios a medida, acondicionados, para evitar humedades y otros agentes. De momento, desde otoño pasado se han colocado en una especie de vitrinas recubiertas con material de gomaespuma para evitar golpearlos.

¿Originalidad republicana?
Cuenta Amada Peñalosa, que ha investigado para Fundación Titirimundi el origen de la tradición de la comparsa de gigantes y cabezudos en la capital segoviana, que, al igual que en otros puntos de España, está ligada a la festividad del Corpus Christi, que eran los festejos más grandes en la mayoría de localidades. “He encontrado documentación que acredita que en 1606 la ciudad de Segovia encargó la restauración de sus gigantes”, lo que indica que son anteriores a esa fecha.
De la misma opinión es Rafael Cantalejo, historiador, académico de San Quirce y ex archivero municipal, quien explica que la presencia de los gigantes —hasta el siglo XX no se les denomina gigantones— por las calles de Segovia se remonta, al menos documentalmente, a los primeros años del siglo XVII, pero ya en el siglo anterior paseaban su esbelta figura en la procesión del Corpus.
Ildefonso Rodríguez Fernández, en un artículo publicado en El Adelantado en 1928, además de destacar que Segovia es una de las pocas ciudades “con las tres secciones de gigantes —gigantes, cabezudos y tarasca—” recoge la creencia de que su presencia en la fiesta del Corpus simbolizaba “a los pueblos de la tierra sometidos a los diablos, la idolatría y la herejía, vendidos ante el cristianismo y rindiendo pleitesía a Jesucristo”.
Se sabe que en 1608 un escultor de gran relevancia en Segovia, Felipe de Aragón (autor, entre otras obras del San Frutos de la puerta de la Catedral), es el encargado de ‘vestir’ a los ocho gigantes “que posee la villa”, señala Cantalejo: el gitano, la gitana, el negro, la negra, el español y la española y el turco y la turca. Les acompañaban entonces las denominadas ‘gigantillas’: el enano y la enana.
Dice también este historiador segoviano que “sabemos que utilizan entonces una tela ligera llamada ‘tiritaña’, de vivos colores, aunque los portadores tenían que llevar zapatos blancos. Solía acompañarles un tamborilero para que fuesen danzando”.
A partir del último cuarto del siglo XIX comienzan a aparecer también en las fiestas de la ciudad, coincidiendo con la feria de ganados. Hace un siglo, en 1910, también se contaba con ellos para el programa de las ya hace muchos años desaparecidas fiestas de septiembre, según queda recogido en El Adelantado de la época.
Cuenta Cantalejo que ya desde el siglo XX la comparsa está compuesta por ocho gigantes pequeños y dos de mayor tamaño. Los primeros se corresponden con distintas razas humanas: africanos, asiáticos, americanos y oceánicos. Como singularidad, los dos gigantones: el alcalde, al que en las últimas décadas se ha bautizado como Frutos, y la alcaldesa, llamada igualmente Fuencisla.
Para Amada Peñalosa estas dos figuras son una singularidad local, que no se da en otras ciudades donde las figuras principales son el Rey y la Reina. “Creemos que tiene que ver posiblemente con la 1ª República Española, puede que con la 2ª. Eso daría sentido a esta particularidad segoviana. En algún momento, que no tenemos muy claro, esos personajes principales pasaron a ser un alcalde y una alcaldesa”.
Esta investigadora considera que las piezas actuales de la comparsa datan posiblemente de los años veinte del siglo pasado, aunque reconoce que no hay base documental pero sí fotografías antiguas y relatos personales.
Recalca, por otra parte, que la tradición de la fiesta del Corpus se ha mantenido en figuras como El Carnicero, un cabezudo que, en su opinión, es el único representante que ha quedado de los oficios y/o gremios que participaban entonces en los desfiles junto a compañías o grupos de danzas con “personajes como africanos, franceses, polichinelas, un vizcaíno, el gitano…” que con el tiempo derivaron hacia los actuales cabezudos.
Otro aspecto curioso es que los músicos de esas celebraciones llevaban una indumentaria similar a la que utilizan Los Silverios, el grupo de dulzaina y tamboril que acompaña desde hace décadas a esta comparsa segoviana.
