Los pasados días 10 y 11 de octubre, se celebró en Valladolid el I Congreso de Salud Mental y Adicciones en Jóvenes. Un evento que reunió a 180 profesionales en la materia y que giró en torno a varios temas: el alcohol, las drogas, los dispositivos móviles… Pero hubo uno en concreto que centró especialmente la preocupación de los expertos, debido al alarmante aumento que este vicio está causando entre los jóvenes: la adicción al juego o ludopatía.
La mayoría de afectados por este trastorno se ven empujados, principalmente, por la necesidad de obtener dinero fácil y rápido. Sin embargo, en el caso de los jóvenes se añade otro factor, que es la satisfacción que les produce hacerlo en grupo, con amigos y, sobre todo, de forma online. Es decir, a través páginas web o aplicaciones de casinos y casas de apuestas. Esto se diferencia notablemente de los adultos que han caído en esta problemática, que habitualmente lo hacen en soledad y en máquinas tragaperras, lo cual viene acompañado de otros trastornos como la depresión, la ansiedad o el consumo de alcohol, tabaco o drogas.
Según datos de la Federación Castellano Leonesa de Jugadores de Azar Rehabilitados (FECYLJAR), solo el año pasado registraron 500 personas en tratamiento a causa de la adicción al juego en toda la Comunidad, que, sumadas a las que ya lo estaban, llegan a 800. En Segovia, 60 han empezado a tratarse entre 2022 y 2023 (registrados por la Asociación de Jugadores Rehabilitados de Segovia, ASEJARE, perteneciente a FECYLJAR). De esas cifras, el 11% son jóvenes menores de 35 años.
PROCESO COMPLEJO
Eso sí, de las personas en tratamiento antes mencionadas no todas son adictos. En esos 500 de Castilla y León solo hay 192, mientras que el resto son familiares de ludópatas afectados. En Segovia, son 20 jugadores y 40 familiares. Estos datos nos indican que hay muchos jugadores que no han reconocido su problema y aún no están tratando de rehabilitarse. Y es que según afirma Sandra Cuevas, psicóloga de la Asociación de Jugadores Patológicos Rehabilitados de Valladolid (AJUPAREVA), las personas con un trastorno de adicción al juego “no son conscientes de que tienen la enfermedad”. De hecho, cuando por fin acuden a algún tipo de rehabilitación, lo hacen por familia: “Son sus padres, hermanos o su pareja quienes les traen obligados, muchas veces bajo amenazas, entre comillas, de romper la relación, echarle de casa, etc.”, comentó.
Cuevas trabaja con los pacientes diagnosticados de trastorno por juego de azar desde que llegan a la asociación, que son ya 3.000 desde el nacimiento de la organización, en 1990. Para ello, dijo, se trabajan desde el primer momento terapias de grupo e individual, en las que se busca una “identificación del enfermo de ludopatía con el resto de pacientes”, que pone sobre la mesa una “reestructuración de sus distorsiones cognitivas, que le hacen volver a jugar, jugar cada vez más”. La psicóloga expuso que, cuando estas personas recaen, lo hacen porque “han conseguido el dinero de un lugar que no es legal, que han robado, porque ellos no tienen acceso al dinero”. De hecho, una de las pautas que se les ofrece a la familia cuando llegan a las oficinas de AJUPAREVA es que “actúen como coterapeutas para gestionar la administración económica de la persona que padece la ludopatía, para que no tengan dinero a su alcance nunca”.
Eso sí, el proceso de abordar el tema y la posterior rehabilitación de una persona adicta al juego son procesos bastante complejos. Según el jefe del Servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial Universitaria de Salamanca, Carlos Roncero, “desafortunadamente, los trastornos por juego en ocasiones no son adecuadamente evaluados, explorados y por lo tanto diagnosticados y tratados. Este es uno de los retos del sistema sanitario, estar concienciados y hacer adecuados diagnósticos y, por lo tanto, aplicar los tratamientos correspondientes”, explicó Roncero, quien mencionó una iniciativa que se desarrolla en Hospital de Salamanca: “se trata de un pequeño programa incipiente desde el año pasado para el abordaje de trastornos del juego en personas adultas que habitualmente tienen otros trastornos mentales y que requieren de un abordaje integral”.
REALIDAD INFRADIAGNOSTICADA
Durante el Congreso de Salud Mental y Adicciones en Jóvenes se concluyó que la adicción al juego, en sus distintas modalidades (presencial, online o videojuegos) presenta una alta impulsividad, frecuente en los pacientes que presentan patología dual. Además, los grandes problemas a los que se enfrentan las personas con ludopatía es la estigmatización social y el autoestigma, dos elementos que pueden afectar a la búsqueda de ayuda en el trastorno de juego de azar, especialmente en mujeres. Una consecuencia de esto es la falta de apoyo familiar, algo muy grave al el papel de los ‘coterapeutas’ fundamental para la recuperación de las personas adictas al juego.
Otra de las conclusiones a las que se llegó es que el trastorno por juego aún es realidad emergente e infradiagnosticada. Carlos Roncero cree que son “enfermedades mentales que desde la sanidad pública se deben atender y que no deben ser olvidados ni menos valorados”. Desde FECYLJAR creen que Castilla y León tiene una normativa legal suficiente, y un sistema global de prevención potente y basado en la evidencia científica que coordina todos los niveles, pero también insisten en que la responsabilidad de trabajar para el logro de estos objetivos es de toda la Comunidad.
“Cuando apuestas, no te estás jugando el dinero, sino tu vida y la de tu familia”
De hacer una “inocente” apuesta de un euro, a robar a sus padres y sus amigos para poder pagar sus deudas. Esta es la historia de Alberto, de la provincia de Valladolid, un chico que con 20 años se metió en el mundo de los juegos de azar y ya no pudo salir. Gracias a la ayuda de Asociación de Jugadores Patológicos Rehabilitados (AJUPAREVA) y al apoyo y paciencia de sus padres ha podido dejar eso atrás. Aunque, como él nos dice, de una adicción así nunca se recupera uno del todo.
—¿Cómo empezó en el mundo del juego?
— A mí nunca me había llamado la atención esto. Había echado un par de quinielas en toda mi vida y poco más. Pero un día entré con unos amigos a una casa de apuestas a tomarnos una cerveza y decidimos apostar a algo. Yo solo jugué un euro, pero acabé ganando 135. A raíz de eso empecé a ir más, cogiendo la rutina de ir todos los fines de semana. En mí cabeza decía “si con una hago 10, con 10 haré 100 y con 100, mil”, así que acabé yendo todos los días, apostando a cualquier cosa, incluso al ping-pong. Al principio iba con mis amigos, pero cuando empecé a jugarme más dinero ya iba solo porque me daba vergüenza. De repente, el sueldo empezó a durarme dos días y ahí empezaron los préstamos y los robos en casa.
—¿Cómo era el impulso de ir a apostar? ¿Se sentía presionado de algún modo?
— En mi caso nadie me presionaba. Era una necesidad, una rutina… como el comer. Es muy difícil de explicar, pero yo necesitaba tener una apuesta en mi bolsillo e ir mirando la aplicación si podía ganarla. Yo tenía que estar en ese bucle de tensión. Si no lo hacía, me sentía mal. Llegó al punto en que perdí el carnet de conducir y, con solo cinco euros, me gasté 3,5 en ir en autobús a la casa de apuestas y hacer una apuesta de un euro.
—Y, como ha dicho, llegó a pedir préstamos y a robar…
— Sí. Empecé pidiendo microcréditos que nunca pagaba, porque tenía montado el cuento de la lechera de que lo recuperaría con las apuestas. Total, que luego no salía, los intereses subían y empezaron las deudas. Me llamaban por teléfono reclamando el dinero y no les contestaba. Hasta que llegó una carta a casa que leyó mi padre. Me dijo que tenía un problema, pero yo pensaba que mi único problema era haber pedido los préstamos. Ahí me llevaron a AJUPAREVA, dónde estuve casi una hora discutiendo con ellos, creyendo que lo tenía controlado. Pero al poco cobré y, otra vez, me gasté todo en dos días. Ahí empezaron los robos en casa. Le quité joyas de oro a mi madre que tenían un gran valor sentimental para ella, porque eran de su madre que falleció cuando era joven. Mis padres acabaron desquiciados, porque también les rompí una caja fuerte y tuvieron que llamar a la Guardia Civil. Hasta me llegaron a poner una denuncia.
— ¿Cuál fue el punto de quiebre en el que fue consciente de lo que estaba haciendo?
— Entonces mis padres eran mi última prioridad, así que me daba igual que sufrieran. Sin embargo, hubo un día en que un amigo se dejó una videoconsola en casa. Pensando que no se acordaría de ella, la empeñé para hacer una apuesta, pensando que ganaría dinero para recuperarla. Pero no fue así y la perdí. Ahí me sentí muy avergonzado y pasé varios meses sin salir de casa, encerrado en mi habitación. Fue ahí cuando mi padre me volvió a ofrecer ayuda y la acepté, porque estaba muy mal, muy deprimido. Fui al Proyecto Hombre a Burgos, donde estuve ocho meses y salí muy bien, les estoy muy agradecido. Después estuve un año sin apostar, yendo a AJUPAREVA, al gimnasio, alejándome de las amistades que me metieron en eso…
— ¿Y después?
— Pensaba que ya no necesitaba más ayuda, así que dejé AJUPAREVA y la rutina que tenía, volviéndome más perezoso y perdiendo la conciencia del problema. Y un día que bebí de más, recaí, esta vez también con las tragaperras y de una manera muy salvaje. Empecé metiendo 20 euros a una máquina y acabaron siendo 400, por lo que tuve que pedir la paga extra en el trabajo. Ahí volvió la espiral. Esta vez llegué a robar las monedas de un lavadero de coches. Estaba trastornado. Llegó la denuncia con la fecha del juicio y tuve que volver a AJUPAREVA, pero seguía apostando a espaldas y teniendo deudas.
— ¿Cómo salió esta vez?
— Fui al banco a pedir un préstamo de 2.000 euros, pero me faltaba la declaración de la renta. Mentí a mi padre para que me la diera, pero, con los papeles en la mano, me puse a pensar si de verdad quería hacer eso. Ahí me di cuenta de lo que estaba haciendo, le conté la verdad a mi padre y volví a terapia.
— ¿Y está ya rehabilitado?
— Completamente rehabilitado nunca se está. Yo ludópata voy a ser toda la vida y puedo estar 20 años sin apostar que puedo recaer. La terapia es como mi medicina y no puedo dejarla.
— ¿Qué diría a los jóvenes que están empezando a meterse en las apuestas?
— Que no piensen que van a jugarse el dinero, porque en realidad se están jugando su vida y la de su familia. Esto acaba arrastrando a todo el mundo. A mis padres aún les mata esto y yo estoy seguro de que algún año de vida les he quitado. Por eso les agradezco mucho su ayuda y su paciencia porque, sin ellos, yo ahora mismo estaría viviendo debajo de un puente o, incluso, tirado en una cuneta.


