Señora directora:
La polémica a propósito del diablo del Acueducto me parece justificada pero por otros motivos que los que la señora Luquero califica de “absurdos”.
Soy católica pero no se trata en este caso de defender el cristianismo, que nunca se sintió ofendido por la tontería.
Yo veo motivos mucho más sensatos y lógicos.
En primer lugar, en la leyenda del Acueducto, que todos conocemos, hay dos protagonistas: una joven y el demonio. Eliminar a uno de los dos de la escultura (sea la joven o el diablo) me parece un contrasentido “absurdo” que quita todo interés a la representación y a la leyenda que se quiere recordar.
En segundo lugar, en la leyenda, como en cualquier combate singular, hay un vencedor y un vencido. Eliminar al vencedor en la escultura me parece otro enorme y absurdo contrasentido.
En tercer lugar, hay que recordar que en la leyenda, el vencedor es una vencedora, una guapa, joven y valiente segoviana. Eliminarla es una forma de machismo de parte de la señora Luquero. No me lo puedo creer en una época, la nuestra, en que tanto se habla de igualdad entre hombres y mujeres. Una mujer venciendo a un hombre sería ¡un símbolo segoviano aún más fuerte que el de la alcaldesa de Zamarramala!
Nunca en el arte se ha representado al diablo solo. La escultura tiene, pues, que representar la leyenda en su veracidad, es decir, a una chica con su cántaro en el hombro y con el pie pisando el pecho del diablo que se retuerce rabioso.
Es lo que se ve en la foto que adjunto. Se trata de una escultura que se encuentra en el Museo de los Agustinos, en Toulouse (Francia). Evoca ese mismo tema, siendo San Miguel el que vence.
Creo que el grupo de la segoviana con el demonio sería para los turistas un atractivo mucho más evocador y gracioso que el demonio solo, y no dudarían en hacerse selfies inolvidables con ellos.
¡Que vuelvan el buen sentido y el discernimiento entre los que encarguen la obra al escultor!
Es lo que deseo en vísperas del año 2019.
Marie Claire Leblanc