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Kieslowski y el Cine Abrigo

por Sergio Casado
9 de febrero de 2025
en Segovia
Juliette Binoche en una secuencia de “Tres colores: Azul”, de 1993.

Juliette Binoche en una secuencia de “Tres colores: Azul”, de 1993.

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Un pequeño cine desaparecido en el que admiro la película, una historia de un accidente, del fatalismo que precede la tragedia, el absurdo. ¿Cómo enfrentarlo? El sinsentido puede aparecer de repente.

La película se llama “Tres colores: Azul”. Quedo abrumado, estupefacto ante la inquietud, ante Kieslowski y Juliette Binoche, ante el cinematógrafo Slawomir Idziak. El trabajo de Binoche y el del músico Zbigniew Preisner es asombroso. Y hay un cántico por la unificación europea del ficticio Van Den Budenmayer. Pura belleza. Preisner es en cierto modo otro guionista, según cuenta Kieslowski.

Luego me enteraré de que el gran cineasta polaco proviene del documental, de la Escuela de Cine de Lodz. Pura luz para el cine europeo.

Yo sigo un itinerario de la mano temblorosa o garrote, pero tengo mis notas en las que me refugio, en la decisión de recuperar a Kieslowski y sacarlo de mi desmemoria continua, de mis repentinos cambios de humor, de ánimo, de precipitación en lo que escribo, sin calma ni detenimiento. Sigue. Sigue un poco más, me digo. Y Julio Rodríguez Chico me da la clave para ubicar a Kieslowski: “Cuando en alguna entrevista o rueda de prensa se invitaba a Kieslowski a analizar su labor cinematográfica, el cineasta rechazaba siempre el calificativo de “artista” y se definía más bien como un “artesano”. La razón aducida era que el artista siempre encontraba respuestas y que él sólo pretendía compartir sus dudas con el espectador”.

Rodríguez Chico se fija en el azar, ese azar que es decisivo para Binoche al principio de “Azul”, cuando alguien se inmiscuye en su rápida decisión para acabar con el absurdo. Esa intromisión cambia una vida, cuando la tragedia se ha completado. Veremos como actúa y se comporta la Binoche. Rodríguez Chico escribe: “El azar sería el resultado de una confluencia de acontecimientos en cada ser individual, con una suerte de interacciones que se resolverían sin reglas fijas —en un clima de respetuoso misterio— y que conformarían el destino”.

Siempre el azar, como en “El tranvía”, de 1966, con el joven cineasta veinteañero que muchos años después, en 1994, tras estrenar su última película, “Tres colores: Rojo”, se declaraba exhausto. Siempre el azar, hasta la última película, presencia desarmante que pilla a Kieslowski trabajando. En “El tranvía”, alcanzar a cogerlo es un destino posible, o puede no serlo. Las posibilidades son infinitas. ¿Cómo ha de comportarse el joven protagonista? ¿Cómo vivir?

Una página en blanco me aterra. Pienso entonces que no sé escribir, que soy un impostor. Pero algún lector me anima y me agarro al cine del clavo ardiendo.

Irene Jacob y Jean-Louis Trintignant en “Tres colores: Rojo”, 1994, la cual fue la última película rodada por el cineasta.
Irene Jacob y Jean-Louis Trintignant en “Tres colores: Rojo”, 1994, la cual fue la última película rodada por el cineasta.

Una pantalla en blanco también me aterra. En la realidad me encuentro con un ciclo llamado “Cinefrancia”, un cajón de sastre que es excusa para ver cine francés, ese que debería resultar cercano a nosotros. Ahora, en el cine destruido, en la pequeña sala de la que hablaba, volví a ver “Azul”. Aún no está rota la pantalla, por los suelos, ni descuartizadas las butacas. Y la película seguirá ahí, tantos años después, esperándonos. Escondida.

Intento volver a Juliette Binoche, a su confusión, a su deseo de ser un fantasma, de no ser vista. A menudo a mí también me invade este deseo. Me levanto aplastado, pero luego con suerte me voy rehaciendo durante la mañana. Por la tarde busco una buena lectura, un poema quizá, estar con los míos. Sigue a continuación el peligro de un ánimo inusualmente muy alto. Necesito equilibrio.

Pero no es el momento de no ser visto, pues mientras investigo a Kieslowski tengo el recuerdo de una reunión con amigos. Somos los Tres de Zamarramala. Hemos pasado un día magnífico y existe la guarida de uno de ellos, en la pequeña cueva del doctor Jurado; me encuentro pletórico y eso me da miedo porque con seguridad aparecerá la sensación rival. No existe mi temblor por un día, parece haberse curado. Es la sanación del cine, porque tengo la impresión de estar dentro del cine, fuera de la realidad grisácea.

La guarida de mi amigo es maravillosa, un lugar secreto con un altar de libros, cientos de ellos, papeles, pequeños tesoros. De repente por arte de magia aparece una antigua butaca de madera y una pantalla que desplegamos.

Cierro ahora los ojos y me dejo invadir por la Imaginación; es sólo un minuto, un minuto largo, con la pantalla cerca. Uno de los tres mira sonriente y observando atentamente mientras absorbe un helado de naranja.

¡Qué bien se está aquí! Es como una epifanía. Es cine.

Mis amigos son parte de esa sala, de esa imaginación que crea un Cine Abrigo, que no puede ser como mis cines destruidos. En ese Cine Abrigo también programo a Kieslowski, como no puede ser de otra manera.

Sigo con los ojos cerrados, no parpadeo. Paso libremente de una película a otra, paso del “Azul”, de la libertad, al “Blanco”, el color de la igualdad. Finalmente proyecto “Rojo”, el color de la fraternidad, mi favorito. Esa fraternidad está olvidada por todos, humillada, invisible para los que dan la espalda. La película es una belleza y completa al fin la bandera francesa, el sueño de otro mundo posible, de otra Francia posible.

Krzysztof Kieslowski, mi admirado cineasta, rodará esas películas hace muchos años. Él, con la salud frágil desaparece poco después de filmar “Rojo”, esa película de sabiduría. En sus últimos años, él había filmado frenéticamente. Una fuerza le empujaba para crear “El Decálogo”, para la televisión polaca, y después extender dos de los episodios: “No matarás” y “No amarás”, dos películas inauditas, terribles.

Kieslowski era un documentalista, un hombre que había retratado durante muchos años Polonia y que terminaba concluyendo en una ficción que bordea la realidad. No sabemos si está en la realidad o en la ficción. No sabemos cual es su terreno, sólo sabemos que filma Polonia: “En mis documentales, me situaba muy cerca de la vida, de gente auténtica. Ello me permitía conocer de qué modo reacciona la gente y como funciona en la vida”.

Pero eso sí, siendo cuidadosos. El cineasta del azar siempre tuvo esa premisa: “Seamos cuidadosos”. Seámoslo. Y dos principios para Kieslowski: “Jamás perjudicar a la persona filmada y no transformar nunca su vida, ni para bien ni para mal”.

La actriz Julie Delpy protagonizó “Tres colores: Blanco” en 1994.
La actriz Julie Delpy protagonizó “Tres colores: Blanco” en 1994.

La ficción es ya poderosa en “El azar” (1981). Es un nuevo Kieslowski, el que saldrá de sus fronteras poco a poco, mostrando su valía. En “El azar”, la inquietud, la decisión, quedan en manos del joven héroe. Un joven llega a la estación. Hay tres destinos, nada menos, en unos pocos segundos. Y Kieslowski nos lo enseña. Todo depende de si es capaz de alcanzar al tren que se pone en marcha. Es aterrador que todo dependa de eso. Un resbalón y caemos al agujero. Seamos cuidadosos cada día. ¿O aceptar el azar y entregarnos a él sin cuidado alguno, como si se tratase de un dios supremo?

Van den Budenmayer, el alter ego de Zbigniew Preisner, será el creador de la partitura definitiva para el cine de Kieslowski. En “La doble vida de Verónica” hay dos opciones, dos destinos. Dos posibles vidas para la que en realidad es una única protagonista. Decidirse por una carrera en el mundo de la música, o dedicarse a la enseñanza. Cada una de las dos Verónicas no sabe lo que le va a suceder. El misterio.

Salvador Montalt, estudioso del cineasta polaco, lo ilustra: “… quizá la obra más bella, poética y metafísica de Kieslowski. En ella, cabe señalar ahora, apunta un extraño vínculo entre dos muchachas idénticas -interpretadas ambas por la actriz Irene Jacob- residentes en Polonia, una, y en Francia la otra; nacidas el mismo día, de nombre Weronika y Veronique, respectivamente, y que tan sólo han coincidido en una ocasión, en la que apenas han llegado a verse”.

La música de Preisner, bellísima, es trascendente. Dos Verónicas y una dualidad, la francesa y la polaca, dos países y una única protagonista, como su cine. Del “Decálogo” polaco se pasa a esta película dual, franco polaca. Faltará Francia, el culmen de su cine con los “Colores”.

Vuelvo a Montalt: “Con suma frecuencia, en sus ficciones, señala pistas que apuntan enigmas, disemina indicios de lo misterioso, traza signos indescifrables para sugerir interrogantes e insinuar reflexiones que siembren la duda. Logra que objetos, situaciones y personajes en absoluto extraordinarios adquieran significados inquietantes”.

Irene Jacob protagoniza “La doble vida de Verónica”, en 1991.
Irene Jacob protagoniza “La doble vida de Verónica”, en 1991.

Juliette Binoche intenta huir del dolor de la muerte en “Azul”, insensibilizándose. Yo intento huir del duelo por mi cine creando uno nuevo. Hay buenos amigos que aparecieron en mis ruinas, que son actores de la proyección en ese cine. Esos amigos son cine. Somos cine los Tres de Zamarramala.

Han pasado tantos años y el cine de Kieslowski es valioso, no ha envejecido. Nadie filma como él. Nadie como él. Quiero tenerle cerca, como ahora leyendo y escribiendo sobre él.

“Tres colores: Rojo” es posiblemente una de mis cinco películas favoritas. Las otras podrían variar según el transcurso del tiempo, pero no así el color de la fraternidad. Fraternidad, con mayúscula. La he estudiado y admirado, recogido como un tesoro el trabajo de Kieslowski, del fotógrafo Piotr Sobocinski, de Irene Jacob y del gran Jean Louis Trintignant.

Valentina (Irene Jacob) atropella una perra por ir despistada conduciendo su coche intentando sintonizar su radio. Rápidamente acude a un veterinario. Son los coches del cine: el atropello marcará todo su destino, según su comportamiento. Y mientras, transcurre la vida de un juez retirado y la del estudiante que quiere ser juez. Tras la doble vida de Verónica, la doble vida del juez Kern. El lema: “Seamos cuidadosos”.

Juliette Binoche en “Azul”, no quiere pertenencias ni recuerdos, ni amigos ni amor. Piensa que todo eso son trampas. Binoche azulea. Y Valentina en “Rojo” es todo bondad, sencillez, con un profundo afecto hacia la perra del juez Kern. ¿Cómo afectará el atropello al juez?

Están muy cerca Krzysztof Kieslowski y Wislawa Szymborska. De “Nada ocurre dos veces”, de la escritora polaca: “Sonrientes, abrazados, /intentemos encontrarnos,/ aunque seamos distintos/ como dos gotas de agua”.

Y todavía más cerca de “Rojo” está el “Amor a primera vista” de Szymborska: “Los dos pensaron que un repentino sentimiento los unía. Esta seguridad era hermosa, aún más hermosa que la inseguridad. Pero cada principio es sólo una continuación y el libro del destino está abierto a la mitad”.

El libro del destino. La pregunta que me hago continuamente en estos escritos para “El Adelantado”: ¿Cómo vivir? Dilucidar como vivir y que naipe nos corresponde.

Estoy olvidando mi película, “Rojo”. ¡Rápido! ¡Vuelve a verla! Detente, como hace el juez cuando le pide a Valentina que quede quieta porque hay una luz muy bella en la sala.

Valentina se acerca al juez:

“VALENTINE: (en el mismo tono íntimo) ¿Quién es usted?/ JUEZ: Un juez retirado./ VALENTINE: Siento que algo importante está sucediendo a mi alrededor, y tengo miedo. (El juez ofrece sus manos a Valentine. Ella no comprende lo que desea, pero atiende a su petición. El juez acoge las palmas de sus manos en las suyas durante un rato.) / JUEZ: ¿Mejor?”.

Por un momento me detengo, me afianzo en la idea de que hay que escuchar buena música, ver buen cine, leer y escribir. El poeta Ángel González: “La escritura es una especie de enfermedad contagiosa que los libros transmiten a quienes los frecuentan en exceso”.

Krzysztof Kieslowski.
Krzysztof Kieslowski.

Yo escribo sobre cine, así que estoy contagiado, intento seguir esos “aromas” de los que me habla Manolo Matji. Y sobre todo leer, leer. Leer como encender un fuego que chisporrotea escritura. Escribe sobre los tuyos, sobre personas importantes en tu vida. Relee, salta párrafos, vuelve unas páginas atrás, etc.. todo frente al miedo del que habla la modelo Valentina.

Me despido de nuevo, lectores, y me voy a ver “Rojo”, la aventura de la modelo y el juez, o del futuro juez, según se mire. Siempre esa necesidad, la necesidad de fraternidad.

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