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Julio Montero (*) – Sigamos con los destierros

por Redacción
13 de febrero de 2019
en Opinion, Tribuna
JULIO MONTERO
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Luis Mester

Felip Solé es un experto en exilios. Nada menos que una serie documental con ese título (“Exilios”) lo pone de manifiesto. Detrás de ella muchas entrevistas, muchas lecturas, muchas historias, muchas gentes que se sentían así: exiladas. Y lo más importante, una historia propia, la suya, construida durante veinte años en ese contexto, o en ese fuera de texto.

Me señalaba Felip a propósito de la columna “Destierros y destiempos” que no todos los destierros constituyen un trauma o un drama. Es verdad. Empezaba, además, por señalarme su caso, que no fue precisamente de un par de días. Al evocar aquella larga temporada, la recuerda como una experiencia y una oportunidad provechosas.

Aprendió a mirar, conoció nuevas gentes y nuevas cosas inalcanzables en el terruño original. Y no fue una huida de lujo, ni la de un potentado que manifiesta su desprecio a lo próximo con el abandono. No fue un Vargas Llosa que pensara que su país no le merecía por no elegirle para presidente.

Su exilio, que fue también huida forzada para sobrevivir, le llevó en ocasiones a no tener ni para comer. En fin: algo más que el dicho americano “si te dan limones, haz limonada”, para afrontar el mal tiempo con buena cara. Mas bien una experiencia que acabó en muy positiva a pesar de su inicio negativo, por lo forzado.

No sé si fue eso lo que le empujó a acabar como “experto” en exilios. Su serie documental le permitió hablar y entrevistar a mucha gente en su destierro y en su regreso, a más de sesenta (que son muchos). Todos con experiencias de salidas obligadas, más o menos obligadas, de su país. Y claro, se encontró de todo.

Unos le contaron que percibían su vida, su “estar fuera”, como un profundo desasosiego interior: un cáncer. Un sentir que se les estaba comiendo por dentro y les devoraba progresivamente. Una angustia percibida casi físicamente. Para otros era un drama: bien simple de contar, pero duro de asimilar. Una historia recordada como feliz interrumpida por un giro inesperado (una mala previsión de riesgos) que acaba con la huida forzada y sin esperanza de regreso a la vista: bien por lo que se ha construido fuera y ya no se puede dejar, bien porque el mal se mantiene en el origen original.

La rebeldía ante ese sentirse arrojado a otro mundo para poder seguir viviendo en una libertad distinta (en muchos casos) tomaba muchas formas. La más simple, la negativa a aceptar el hecho como consumado. Se traducía en algunas formas patológicas de falta de realismo: un enrocarse en negar la realidad de la salida a base de sentirse siempre “allí”; porque pese a sus esfuerzos de voluntad, su aquí era lo ajeno. Una isla de lo propio en terreno ajeno. El exilado tiene siempre algo de isla. En realidad, el destierro vivido así convierte a la gente en islas en medio de un océano ajeno (de nuevo López Fermat).

Y en medio lo más frecuente: aceptar la realidad de vivir fuera es hacerse a la idea de no ser de ningún sitio. Estar “des-colocado”; ser “des-lenguado”; tener sensación de “des-entendido”… y en medio de añoranzas. Un profesor español en Colombia me hablaba de su necesidad de aceite de oliva virgen extra. Porque allí tanta distinción era superflua: bastaba con que fuera de oliva para que ya resultara caro y casi inasequible. Nadie entendía aquellas “exquisiteces”… salvo el resto de colegas del colegio español de allá (¿o de allí?). En fin: en california, un peninsular decía a otro: desengáñese don Jacinto, como las puestas de sol en mi pueblo… nada. Y es verdad: ¡todas las puestas de sol son únicas en cada pueblo!

Felip se encontró con que el drama afectaba a los regresaban. Muchos de los que se quedaron descubrieron el paraíso perdido. También sus hijos. Y una paradoja: parece que el exilio podría tener fundamento genético, porque algunos de los hijos de los exilados acabaron por desterrarse de su país (al que huyó su padre o su madre) por motivos políticos: ¿habrá una subespecie del homo sapiens que sea la de los desterrados?
—
(*) Catedrático de Universidad.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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