Al parecer hay crisis de identidad entre los seres del género humano que han optado cultural y personalmente por la heterosexualidad y son biogenéticamente machos. Es verdad que muchos identifican varón y macho, aunque distingan bien mujer y hembra. Esta confusión origina un problema, porque lo que hace un macho se tacha de machista por definición… y ahora, casi por ley, los actos machistas son delito (al menos social).
No me meteré en disquisiciones lingüísticas. Los tertulianos de televisión no se cortan para decir lo que les viene en gana sobre este asunto, y establecen un paralelismo entre machismo y violencia. Si el asunto es cuestión solo de violencia, el machismo ha quedado a la libre disposición de cualquier sexo y de cualquier género y de cualquier orientación sexual. Basta con ser lo suficientemente bestia para usar la fuerza sin motivo justificado contra alguien diferente y, sobre todo, más débil.
La violencia psicológica presenta básicamente las mismas posibilidades. Cambia el carácter de la violencia que se ejerce contra alguien en posición más frágil. Y es tan independiente del sexo, orientación o edad que uno de los ejemplos mas frecuentes son los acosos que niños y niñas sufren de sus compañeros y compañeras, desde los patios de los colegios (diferenciados y no diferenciados) hasta en las redes sociales.
Lo viril, lo propio del varón, es otra cosa. Desde luego evita la violencia desigual e injusta para no caer en el machismo. Pero los varones tienen difícil a veces que la gente, especialmente los imbéciles, distinga la fortaleza de la violencia. Por ahora baste con recomendar un poco de reflexión y consultar el diccionario en internet para apreciar la diferencia. Pero entre fortaleza y violencia caben otros muchos comportamiento. Un ejemplo son los llamados duros. La dureza define tanto una forma de resistir como otra de actuar. La dureza tiene igualmente intensidades muy diversas y muchos significados.
Estas disquisiciones se complican cuando toca educar a los hijos y a las hijas. No parece descabellado pensar que los padres varones debieran actuar de modo viril en la familia (y en el trabajo y en sus relaciones sociales). No hacerlo así les colocaría en una situación de violencia, incluso de autoviolencia, que dificultaría su plena identidad y por lo tanto su realización completa como personas. Y a nadie se le puede exigir que renuncie a su autorealización en un ámbito plenamente legítimo.
Y la actuación viril, con reciedumbre y quizá dura sin violencia, no puede tacharse de machista porque no sea blandurria, no tolere cualquier ocurrencia, o no consienta actos en menores que atenten contra la seguridad o tranquilidad del resto de la familia. No parece tampoco que deba acusarse de machista una actuación que enseñe con el ejemplo a actuar con virilidad y a ejercitarse en la vida con el nivel adecuado de fortaleza y dureza. Y eso tanto a niños como a niñas. A no ser que la igualdad se reduzca a que los niños vayan de rosa y jueguen con muñecas. Porque el referente viril es tan importante para ellas como para ellos en su educación.
Identificar sin mas a los varones con los machos no solo es una estupidez enorme; lo más importante es que no es cierto. Y ejemplos de varones machistas hay tantos como los que se encuentran proporcionalmente entre las mujeres y en todos los géneros y orientaciones e identificaciones sexuales (con o sin transformación adicional). Y si las causas del machismo son culturales y sociales, que no me meto ahora en ello, en la misma sociedad y en la misma cultura vivimos todos. Los mismos medios e influencias están al alcance de todos.
Y esto no tiene nada que ver con que todos seamos iguales ante la ley, y que todos debamos cobrar lo mismo por realizar las mismas tareas profesionales, y que si los dos de la pareja trabajan igual fuera de casa, la división de tareas del hogar deba ser paritaria… Esto tiene que ver con que cada padre en su familia tiene derecho a mostrarse ante sus hijos como un varón, fuerte y duro cuando sea preciso. Porque sabe y siente que su identidad es tan honrada y digna de vivirse y de mostrarse como cualquier otra. Y es que a veces nos olvidamos que cuando A es igual a B; también B es igual a A.
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(*) Catedrático de la Universidad.
