Que el ministro de Universidades sea también el responsable de la investigación es un acierto desde mi modesto punto de vista. La prueba es que en los últimos meses ha habido una notable actividad en comparación con los seis años anteriores. Quedan desde luego asuntos muy gordos que resolver. No voy a entrar en ellos hoy. Quiero centrarme en unos pocos puntos que sí podrían solucionarse con rapidez.
El primero: la burocratización de nuestro sistema de seguimiento y control de los proyectos de investigación competitivos. Hay que controlar la inversión en investigación, pero no hasta dificultarla, porque eso es contradictorio. El exigir que se recabe, ordene y entregue informaciones exhaustivas con memorias y más memorias que deben acompañar a cada factura, sin atender siquiera a su cuantía; sin contar con las certificaciones y casi juramentos que acrediten su veracidad, parece demasiado.
Y no te digo la exigencia de establecer qué horas, de qué días y en qué meses dedican los investigadores a sus proyectos. En las áreas de ciencias sociales y humanidades abundan las nocturnas para escribir, las de vacaciones para acudir a los archivos y las de los fines de semana para completar, revisar y escribir correos, comunicaciones, hablar con el resto del equipo que está en otras ciudades, revisar las traducciones… Curiosamente todas esas horas no se pueden poner y claro: hay que mentir. Mientras tanto quienes no investigan viven tan felices sin tener que dar cuenta de las horas que igualmente deberían dedicar a investigar (y así se las pagamos todos).
Preferible sería la revisión cada año a fondo de un porcentaje asequible a los inspectores disponibles (aunque sea por sorteo público) que con rapidez señale a los sinvergüenzas, si los hubiere, y los someta a los procedimientos sancionadores.
Otra reforma sencilla e inmediata: acabemos con los informes intermedios de los proyectos competitivos tal como ahora se hace. El actual sistema ha conseguido almacenar informes de seguimiento en la agencia donde se trabajan… y que nunca llegan a los investigadores. Dicho de otro modo: el actual sistema genera trabajo inútil y no sirve para nada en este caso.
Los habrán realizado todo un ejército de investigadores. Luego, habrá estudiado un par de comisiones, que habrán redactado sus juicios y sugerencias de mejora (probablemente bastante buenos). Mientras tanto, reuniones y lentitud administrativa condenan tantas horas de trabajo de expertos a la inutilidad. Una buena tarea para el nuevo equipo ministerial: anulemos todos los informes de seguimiento y centrémonos en el análisis de los resultados finales y que estos se tengan en cuenta para la concesión de nuevos proyectos.
Otra posibilidad: limitemos los esfuerzos a tareas que podamos llevar a cabo con realismo y constituyan una mejora. Caben procedimientos más eficaces para impulsar el desarrollo de los proyectos cuando se tema por ello (que puede ser razonable). Por ejemplo, se citó a los investigadores que dirigían proyectos en educación para que dieran cuenta, en una sesión, de sus avances según los resultados comprometidos. Buena iniciativa si se quiere impulsar un área. Podría extenderse sin problema a otras. Bastaría con convocar a los investigadores principales. La simple preparación de la sesión centrada en resultados conseguidos sobre las metas impulsaría sin duda el trabajo.
Una última cuestión: ¿Quién evaluará los sexenios de Transferencia? Si los que aspiran a serlo lo han solicitado no habría expertos no implicados para hacerlo. La evaluación de un primer núcleo de investigadores que hacen transferencia y que sobrepasaran ampliamente los mínimos establecidos podría hacerla cualquier funcionario experto de alto nivel en el departamento de investigación (o de la agencia española de investigación). Y ese primer núcleo podría hacer lo mismo con aquellos que cumplieran son solvencia los criterios que establece la convocatoria. Entre unos y otros habría ya una masa suficiente para abordar lo que llevará tiempo de verdad: dilucidar los casos dudosos y establecer límites que definan bien qué se entiende (y a qué nivel) por transferencia de la investigación.
Y es seguro que habrá otros procedimientos actuales también sencillos de simplificar: algunos bastaría con eliminarlos. Empecemos a simplificar y a medir nuestra fuerzas… incluso para controlar.
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Julio Montero es Catedrático de Universidad.
