Berta Herrero (“Agenda Pública”) ha redactado un decálogo de precauciones para que los medios no sean altaVOX. Es una iniciativa del máximo interés, que debe recomendarse para informar sobre cualquier partido político: vamos a la ampliación.
Lo primero, es una afirmación rotunda. Cualquier ciudadano la compartirá al cien por cien: “Información, sí; publicidad, no”.Conviene siempre que el periodista se pregunte “en qué medida contribuye al debate democrático lo que se quiere publicar.” Si cada periodista lo asumiera de manera personal sería probablemente el primer dique a la estupidez que empapa la información política, especialmente en épocas de campaña electoral.
La segunda recomendación es de manual: “No difundir sin comprobar y contextualizar. Reproducir al pie de la letra afirmaciones engañosas o infundios malintencionadas sólo sirve para revestir la falsedad de realidad y, por ende, para confundir.” Sin comentarios.
Tercera: “Ir más allá de la inmigración”. Se podría completar con “y del populismo”. No hay votante y lector responsable que no agradezca ese ir más allá: planteando consecuencias (y consecuencias de las consecuencias), que suelen caer porsimple reducción al absurdo. Ningún país vive en perpetuo estado de crisis (ni nosotros ahora) por mucho que se empeñen los políticos que parecen vivir de ello.
Cuarta: “Preguntar hasta obtener respuestas (…) someter a un análisis exhaustivo el programa electoral”. Lo primero, preguntar por lo que no está. Luego hay que someterlo a la prueba del algodón: las contradicciones, y sobrepasar el enunciado y preguntarse los porqués, los como se va hacer, el cuanto cuesta y quien lo pagará.
Quinta: “Investigar, dentro y fuera. No sólo hay que mirar con lupa las fuentes de financiación”. También su posición en el mapa político internacional: “Los partidos más pequeños suelen explotar su vínculo con los grandes, confiando en mostrarse así más solventes”. Se complementa con la sexta: “poner al descubierto quiénes son aquéllos con los que quiere confraternizar.” El refranero lo dijo antes y mas claro y para que todos los entendieran: “dime con quien andas y te diré quien eres.”
Séptima: “Advertir y concienciar” de lo que pasó hace unos años en situaciones similares. A los historiadores les encanta, y con razón, esta advertencia que justifica sobradamente la presencia de su asignatura de contemporánea en los planes de estudio de periodismo. Y es verdad: porque el que no sabe historia no sabe nada. Lo pone en evidencia constante la boca de nuestros políticos y su réplica entrecomillada en los medios. Así las estupideces se duplican y se extiende la estulticia por el país. Casi habría que alegrarse de que cada vez se confiara menos en ellos.
Octava: La peculiaridad española. Además de las afinidades europeas e internacionalesse debe analizar qué otras, aunque no se confiesen, tienen nuestros partidos en España. Con grupos de presión, con apoyos que confían en tener una base para empujar hacia proyectos que reduzcan libertades y derechos comunes en nuestra constitución, etc. Y volvemos a los amigos y a qué piensan de verdad.
Novena. Se ha de recordar lo esencial. Un periodista no debería apoyar un partido que supusiera una amenaza para los derechos y libertades. Sería alarmante hacerlo con uno“que su programa propugne la arbitrariedad; esto es, el ejercicio del poder en función del capricho de quienes lo alcanzan, sin obedecer las leyes.”
Décima y bien real en estos momentos: “la demoscopia jamás debe ser la ciencia que estime qué legitimidad debe concedérsele a” un partido. Ni aunque dirija la cocina del CIS.
Y fuera del decálogo, lo más importante: la libertad de expresión es un derecho de las personas. Es tan clave que no hay democracia sin él y han de ser los periodistas quienes la ejerzan, no sus empresas y menos aún quienes gestionan su publicidad. Y podríamos empezar por algo bien sencillo: que los periodistas se negasen a firmar lo que no responda a la verdad que han investigado. Por lo menos, los lectores sabríamos que aquello sólo serían cosas del periódico y los periodistas de verdad ganarían en dignidad.
