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Julio Montero – De la pintada al meme

por Redacción
13 de mayo de 2020
en Opinion, Tribuna
JULIO MONTERO 1
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Los memes ya circulaban por las redes sociales a toda velocidad antes del COVID19; pero la crisis los ha convertido en una segunda pandemia. Es indudable que tienen gracia, pero en términos generales hemos perdido creatividad y emoción intensa al ponerlos en circulación.

La pintada era otra cosa. En los momentos de máximo rigor exigía nocturnidad y planificación. Sobre todo antes de que existieran los sprays. Incluso las pintadas de cierta longitud o tamaño implicaban una cuidadosa división del trabajo para que se resolviera de manera rápida y eficaz. Un simple “Dictadura NO” llevaba su tiempo. Y brochas y botes de pintura. Y el resultado era un grito dibujado en el que se mezclaba heroísmo intencional y pringue real con churretones de color.

Con la transición llegó el spray: aquello era otra cosa. Primero, aunque no faltaba la nocturnidad ni la emoción; estas habían pasado a otra categoría. Segundo, si te pillaban no te daban una paliza, ni te metían en la cárcel (o al menos en el calabozo). Todo se reducía el aspecto incívico de ensuciar los espacios públicos o las paredes o puertas privadas. De la heroicidad se pasó a la multa como mucho. Y la falta de heroicidad se compensó, cuando se pudo, con talento y originalidad: “¡Que se pare el mundo que me bajo!”

Como ya no había tanta prisa, del grito en la pared se pasó a la reflexión escrita. Hasta se convirtió en otra cosa: desapareció la pintada y la gente culta se lo empezó a tomar en serio y comenzó a llamarlos “graffiti” y no faltaron estudios sesudos sobre ellos y la filosofía que los sustentaba. Y de hecho, aunque ya escasea, no faltan declaraciones que son casi la dedicatoria de un tratado socio-político-antropológico de los nuevos tiempos. El último que vi, cerca mi casa, decía solemnemente: “Hazte vegano y jode al capitalismo”. Lo contestó encima otro inconformista: “Los activistas comen carne”. Aquello comenzaba a ser un diálogo: ¡qué lejos las pintadas antifranquistas! Del grito de protesta al diálogo platónico en las paredes de la ciudad.

Cuando las calles se convirtieron en solo un lugar de paso, en un paisaje para hacerse “selfies” necesariamente horteras, perdieron interés como muro para expresar pensamientos: para eso estaban ya los muros de Facebook. Incluso estos últimos pierden interés y empuje ante las imágenes de Instagram.

Ahora es tiempo de memes: la imagen gana terreno a la escritura a pasos agigantados en un curioso proceso de establecimiento de nuevos interfaces sencillos, al alcance de todas las fortunas intelectuales. Porque el proceso de hacer universal la lectura (hasta cierto punto) ha llevado a la humanidad unos diez mil años. Demasiado tiempo para las prisas digitales de hoy en día.

Porque “una imagen vale más que mil palabras” porque cualquier imagen puede significar lo que mil palabras distintas y contrarias quieran decir de ella. Una imagen es tristeza para unos y alegría para otros; un relámpago de inteligencia y originalidad o una estupidez supina; un reconocimiento de mérito o una burla… por eso los periódicos acompañan las fotos de un pie con texto, que orienta su significado o que lo define claramente. Y la imagen entonces deja de ser un mensaje en sí, abierto, para convertirse en un ejemplo de algo que explica con mil palabras (o menos) el texto ya escrito.

El asunto es tan llamativo que se ha establecido un código y el teléfono móvil más sencillo te ofrece una gama de caritas amarillas para expresar un beso común, un beso con picardías, un beso sensual… y de ahí a las flores o al despliegue de animales… Ya tenemos un diccionario castellano-meme: sencillo, fácil de usar y menos complicado que el de la Real Academia, que tiene dos inconvenientes al menos. El primero: hay que saber leer. El segundo: muchas de las palabras que emplea para las definiciones no las entiende mucha gente.

La solución intermedia para expresarse con mayor exactitud (o con alguna) es el meme con frase explicativa que oriente la interpretación multisignificativa (iba a poner polisémica pero he preferido el neologismo que es más fácil de entender, aunque la palabra no esté en el diccionario) de la imagen.

Todo este lío para explicar algo del meme inicial, que me ha resultado simpático.

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