Decía Pemán que los mejores cuentos chinos los cuentan los chinos; aunque para ellos eran simplemente cuentos. Esto me lo dijo hace muchísimos años un amigo mientras leíamos en un periódico que la agencia oficial de noticias china volvía a comunicar que, como todos los años, el presidente Mao había hecho a nado un recorrido de unos 40 kilómetros en las aguas de uno de aquellos ríos infinitos que estudiábamos en geografía.
Por aquel entonces Mao debía tener casi todos los años posibles y algunos imposibles, porque murió poco tiempo después. En ningún país de Occidente era creíble (y supongo que tampoco en China) que un señor de noventa y tantos años se nadara esa burrada de kilómetros. Supongo que era un modo de decir a toda la población no solo de la República Popular, sino de todo el planeta, que si la verdad te hará libre, hazte cargo de qué libertad tienes aquí amigo.
Anoto esto porque puestos a mentir en el sentido occidental del término no hay nadie como los chinos; y dentro de esta cultura los comunistas han batido todos los records de desafío al sentido común. No es que mientan más que Goebbles, es que la verdad se somete al interés del momento. Importa lo práctico en función del resultado, lo demás (verdad incluida) es pura táctica.
En la actualidad esta técnica se ha depurado enormemente, porque el control de la información hace que sea imposible imaginar siquiera en qué medida se está mintiendo. Desde luego no hay periódico chino que diga una cifra no aprobada por las autoridades; pero además, las redes sociales y la web están intensa y eficazmente intervenidas. Lo anoto porque nuestro gobierno con el apoyo de la oposición ha comenzado a “poner orden”, por supuesto “para prevenir delitos”, en uno de los pocos espacios de libertad que quedaban.
En Occidente, como presumimos ingenuamente de ser gente práctica, hemos tomado una medida: aceptamos que son falsas las cifras que dicen (y otras muchas cosas como comprueban los empresarios cuando firman acuerdos con ellos) y suponemos que mienten siempre en la misma proporción y así nos ilusionamos con que al menos sabemos si las cosas van mejor o peor respecto a las mentiras anteriores.
Tengo para mí que nuestro gobierno ha aprendido mucho del chino en la gestión del coronavirus. No hablo ahora de las medidas “prácticas” que el ejército y la policía chinas emplean para asegurar el confinamiento en los domicilios particulares, que aquí no aplicaríamos ni al ganado. Me refiero al modo de contar: hemos aprendido a contar al estilo chino. Uno podrá preguntarse si eso consiste en subir o bajar las cifras… y se equivocaría. Contar al estilo chino es básicamente decir lo que en cada momento interesa más… al gobierno, claro.
Si se tiene en cuenta este pequeño detalle podemos echarnos a temblar en los costes reales en vidas humanas que está pasando la factura del COVID19. Nos parecen altas las cifras, pero solo se refieren a aquellos que han muerto con diagnóstico previo de coronavirus. Y los tests se han aplicado a poca gente, entre otras cosas porque hay pocos, sigue habiendo pocos, los que estaban a punto de llegar llegarán a finales de abril… Por ejemplo: prácticamente ninguno de los mayores que vivían en residencias de ancianos pudieron acceder a los test. Y se han muerto por cualquier cosa menos por afección del COVID19. En esas circunstancias contables están también la mayoría de los cadáveres que quienes murieron en sus domicilios. Y si no que se lo digan a los fotógrafos que no se deja ni pisar las morgues… no sea que hagan fotos.
Pero la mentira viene de antes: porque tampoco sabemos realmente cuántos casos reales hay. Sólo se cuentan los diagnosticados oficialmente por prueba. No tenemos, como seres humanos, ni más ni menos derechos que los chinos. Unos y otros debiéramos poder reclamar a nuestros gobiernos que respetaran la declaración de derechos de las Naciones Unidas. Lo que debe preocuparnos es que nuestro gobierno representativo y democrático empiece a actuar como el comunista de China, que al menos tiene la desvergüenza de no declararse ni lo uno ni lo otro. Y las gentes de allí saben con mucha claridad, en medio de tanta mentira, al menos una verdad fundamental: casi todo es mentira. Al final puede que aprendamos algo de los cuentos, aunque no seamos chinos.
