Somos tres matrimonios muy amigos y muy distintos y nos queremos un montón. No en plan rarito; sino normal. Cualquiera de nosotros haría todo lo que estuviera en su mano por ayudar a cualquiera de los otros. Y no de boquilla. Sin presumir de ello lo hemos hecho cuando ha tocado. Y como ya llevamos muchos años de amistad ocasiones no han faltado.
Tampoco somos los típicos inseparables. Cada cual tiene otros amigos también muy amigos. Cenamos unas dos o tres veces al año y aprovechamos para regalarnos algunas cosas casi sin valor. Lo típico, dulces, libros o flores Y hablamos de todo. Lo primero claro de los hijos: de sus cosas y de sus estudios, que van desde el MIR hasta Primaria.
Lo mejor de todo es la educada desinhibición que nos gastamos. Nos conocemos tanto que ninguno podría engañar a nadie ni aunque quisiera. Y el milagro es que nos escuchamos. Y eso que casi acertamos con lo que va a contestar el otro. Aunque siempre hay novedades. En la última el que menos esperábamos declaró que no había señalado la iglesia en la declaración de hacienda: por la actitud de la conferencia episcopal ante el asunto catalán, nos dijo. Yo ni sabía que había una actitud.
Ni qué decir tiene que hubo discusión con bromas y veras sobre sus argumentos. Como su mujer sí que la había puesto (la dichosa cruz) la cosa no pareció para tanto para el conjunto recaudatorio. Por dentro me pensé que ese debe ser uno de los derechos de los bautizados. Uno de los modos de expresar su opinión ante asuntos opinables.
Y luego vino el lío político. Debo reconocer que me divierten los cruces de actitudes políticas y confesiones religiosas. Se nos mezclan los católicos que votan a Podemos, con los socialistas de toda la vida que están ahora por Carmena y hechos un lío con las generales. Y no nos da igual una cosa que otra. Si uno intenta explicar la trayectoria de la alcaldesa y sus votantes perciben críticas en el relato no le resulta fácil continuar… en eso somos como el resto de los españoles.
Pero al final te dejan terminar. Como todos habían leído mi columna sobre el asunto no tuve necesidad (ni oportunidad) de reiterarme.
En un momento determinado (¡ni me acuerdo del motivo!) hubo declaraciones de principios de los participantes en la sobremesa de la cena. Una especia de test sobre principios. Papel del estado: cierta coincidencia general sobre la necesidad de su papel regulador (sin pasarse). Pensé que éramos antiguos ante los extremos que se manejan en la actualidad: desde los totalitarios totales de derecha e izquierda que quieren decirnos qué pensar (supongo que los antiguos pecados de pensamiento de Hitler y Stalin), hasta los liberales sin mas regulador que la mano invisible (mayormente la suya y si pudiera ser las dos).
Legislación sobre el aborto. Las posiciones ya eran conocidas; pero quedaban los plazos. El defensor mayor situó en cuatro meses el tiempo máximo. Vamos reduciendo pensamos quienes sabemos que hay vida desde la concepción (o veinticuatro horas después) y que debe respetarse.
Y sorteamos los libros de regalo. Es un momento divertido por las caras al descubrir el que ha correspondido y los tejemanejes para los intercambios que se producen a continuación, hasta que cada uno cae en las manos que lo aprecian más. Turgueniev, Flannery O´Connor y dos novelas con cierto afán documental sobre los Estados Unidos de los sesenta una y la Rusia soviética la otra. Los dulces ya habían caído en manos de los que estaban a régimen antes de la asignación de los libros. Hay cosas que no necesitan negociarse, los adictos se encargan de resolver la discusión.
Y probablemente volvamos a cenar antes del verano… o no. Pero seguiremos mas amigos. Y si hubiere que ayudar a alguno, no lo duden: lo haremos sin complejos.
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(*) Catedrático de Universidad.
