No es mi propósito insistir en las diferentes interpretaciones que los partidos concurrentes a las elecciones andaluzas vienen haciendo del resultado final (y sus entresijos, que cada uno evalúa a su conveniencia) de la decisión del voto popular el pasado domingo con que se abre un nuevo tiempo político no sólo en Andalucía (principal músculo de esa nueva manera de hacer política) sino en España en general, que observa atentamente la caída allí del hasta ahora inalterable dominio feudal socialista férreamente anclado desde la restauración democrática con la generación de una acomodación en un sistema de gobernabilidad sustentado en el sectarismo, la radicalización, la prebenda y la corrupción, que hacía difícil el vuelco objetivo de la realidad, la recuperación de la libertad perdida y el rescate del voto cautivo. Con esa nueva forma en que se ha expresado en pueblo andaluz se abre también la esperanza española de un nuevo e ilusionante camino.
Buena parte de esa nueva visión de los andaluces descansa, sin duda, en la percepción de cuatro años de gestión del PP de Juanma Moreno con las muletas de Ciudadanos, que lideraba honestamente Juan Marín. De una gestión que les ha seducido y hacia la que se han volcado dejando atrás cadáveres políticos crispados al no haber logrado siquiera el resultado que preveían. Precisamente uno de esos cadáveres en el concierto político de mayor calado que —no por esperado ha sido menos traumático— ha sido la desaparición de Ciudadanos y la consecuente y coherente dimisión inmediata y precipitada de su candidato Juan Marín al no obtener ni su propio escaño para el nuevo Parlamento Andaluz.
Sin embargo, en mi opinión, es digna de resaltar la irreprochable conducta de Juan Marín en la cogobernanza con Moreno Bonilla (que desde luego no le ha pasado desapercibida, claro) ni sus constantes muestras de inteligencia, mesura y lealtad demostradas a lo largo de esos cuatro años, donde han cimentado —como se ve— otra forma de hacer otra política que ha dado sus frutos con ese vuelco electoral que ha dejado en la cuneta un socialismo más que cuestionado al tiempo que un amanecer más claro y esperanzador en el que muchos miles de andaluces confían y muchos millones de españoles contemplan en la rosa de los vientos hacia nuevos caminos más constitucionales y de mayor estabilidad, igualdad y prosperidad para la ciudadanía en general; no sólo para unos pocos.
Por eso es muy probable que aunque Juanma Moreno aún no haya definido su nuevo equipo de gobierno (que tiempo tiene) sí haya pensado en que en la nueva forma de gestionar Andalucía no puede prescindir de ese gran valor —político y humano— como representa Juan Marín y le incorpore aunque sea como independiente en el organigrama que conformará el equipo sobre el que debe descansar y trazarse un ilusionante programa; una rigurosa gestión de gobierno, en que, como se ha visto, está ilusionado el pueblo andaluz. Esa será, en todo caso, una nueva reconquista en la captación de valores humanos y de capacidades de talentos y talantes como representa Juan Marín en la que Juanma Moreno no debe despistarse. No serán estériles sus permanentes muestras de lealtad y esfuerzo a lo largo de esos cuatro años de coalición en que si bien las uvas más maduras de la vendimia electoral las ha cosechado lógicamente el presidente, no es menor el celo de otros cosecheros como Marín. Me parece.
