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Juan de Contreras, marqués de Lozoya (II)

por Dominica Contreras López de Ayala *
7 de diciembre de 2025
en Segovia
Juan de Contreras con amigos. En el borde de la foto alguien ha escrito: Riaza-Hontanares 7-VIII-29. Foto Callejo.

Juan de Contreras con amigos. En el borde de la foto alguien ha escrito: Riaza-Hontanares 7-VIII-29. Foto Callejo.

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Pasando a su obra científica, creo que deben hablar los que la conocían mejor que yo, porque, además, siempre se podría sospechar, y con razón, de parcialidad. Cuando murió tardé 10 años en recuperar la paz.

Me decía Ramón Tamames hace unos años que cuando se encontraba frente a un problema de criterio en algún suceso histórico siempre acudía a la Historia de España de Lozoya porque le parecía el criterio más seguro e imparcial. Pude contestarle que era también mi caso.

Así que voy a prestar mi voz a sus compañeros de las academias o de la universidad, algunos de ellos profesores míos, magníficos catedráticos y amigos por los que siento, no sólo enorme admiración, sino también ternura. Fue una gran generación, lo mismo que la anterior, vinculadas a la Complutense.

Por ejemplo, Carlos Robles Piquer, ministro de Educación y Ciencia tras la muerte de Franco y antiguo alumno del catedrático Marqués de Lozoya:

“Decía Toynbee que la base de la civilización, más que el arte y la ciencia, era la bondad. Quien la ha contemplado una vez, añadía, lleva consigo para siempre un recuerdo imborrable.

No soy yo muy dado en pararme en los recuerdos, pero cuando pienso en mis años de estudios, en una facultad madrileña en los difíciles años cuarenta, aparece nítida y luminosa, como imborrable, la figura de don Juan de Contreras, entrañable profesor de Historia del Arte Hispanoamericano. Me doy cuenta, entonces, que efectivamente el afectuoso recuerdo viene acompañándome a lo largo de mi existencia.

En verdad que, aunque hubiera bondad, no era lo único que resplandecía en don Juan. Sus clases, en mi recuerdo, están marcadas precisamente por el sello del arte y de la ciencia. De un arte y de una ciencia, por cierto, muy apartadas de un saber libresco. Él y otros no menos ilustres historiadores estaban poniendo en aquellos momentos los cimientos de la Historia del Arte Hispanoamericano. (…)”

Juan y su mujer, Constanza López de Ayala, en Hoyuelos, el día de su boda.
Juan y su mujer, Constanza López de Ayala, en Hoyuelos, el día de su boda.

Desde luego que no era un saber meramente libresco. Mi padre había recorrido varias veces toda la América hispana estudiando la arquitectura, la pintura y la escultura, incluso en Norteamérica, donde la herencia hispana es enorme. Pero muy curioso fue un viaje por toda Hispanoamérica organizado por el gobierno español. Franco estaba preocupado por la animadversión de los estados hispanoamericanos, debida -en gran parte- al exilio español, y se le ocurrió organizar, a él o no sé a quién, una misión de buena voluntad, con catedráticos simpáticos, que conocieran bien ese mundo y tuvieran contactos. Entre otros americanistas fueron mi padre y Luis Morales Oliver. La expedición fue un verdadero fracaso. De entrada, en el primer sitio que pararon, Managua, en Nicaragua, a mitad de la noche se cayeron de la cama: “Luis ¿tú te has caído de la cama?”. Y decía el otro “Yo sí, ¿y tú?”. “Yo también”. “¿Por qué nos hemos caído de la cama?”. “Pues no sé”. Pronto supieron por qué: cuando se produjo una réplica superior a la primera. “Ah, es un temblorsito!”. “Venga, otra vez a la cama”.

A cada puerto que llegaban salía la gente con insultos y hasta con piedras, malamente pudieron dar sus conferencias y estaban muy desanimados. Llegaron al puerto de La Habana y según estaban entrando por la bocana vieron que se acercaban varios lanchones llenos de negros y se preguntaban “¿En qué plan vendrán?”. Al acercarse fueron oyendo vivas a España y ¡bienvenidos a Cuba, españoles! El corazón se les calentó y llenó de alegría. Preguntados por qué daban vivas a España, contestaron que porque España había prohibido la esclavitud en Cuba. Isabel II y el obispo de La Habana, el padre Claret, habían hecho lo mismo que Abraham Lincoln, con menos alaracas y sin guerra civil, eso sí, jugándose, el uno, la vida en varios atentados, y la otra, el trono, que perdió.

Volvemos a Robles Piquer: “Yo quiero pura y simplemente dar testimonio emocionado de su magisterio, de la lección permanente que era para nosotros oírle hablar sin consultar una nota sobre materia de alta erudición, cuando podíamos adivinar que había por medio largas horas de estudio robadas al descanso, pues no ignorábamos que inexcusables deberes de carácter público absorbían gran parte de su tiempo. (…)

Juan de Contreras desplegó una labor inconmensurable por la protección del patrimonio artístico español.
Juan de Contreras desplegó una labor inconmensurable por la protección del patrimonio artístico español.

Inolvidables recuerdos de un viaje a Italia en el 47, compartiendo con nosotros las duras condiciones de vida en un mundo recién salido de los horrores de la guerra mundial, enseñándonos, sin embargo, a redescubrir la historia y la belleza sepultadas en ruinas todavía palpitantes. (…)

Muchas cosas podría contar de aquella época, pues don Juan era para nosotros de una encantadora sencillez, infatigable contador de anécdotas e inagotable creador de situaciones divertidas.

Pero prefiero quedarme con la lección de su magisterio siempre joven, su imagen profesoral, para que sirva de ejemplo a quien lo pueda seguir”.

Presto mi palabra ahora a Fernando Chueca Goitia, personaje grandioso, arquitecto y ensayista, catedrático de Historia del Arte, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Historia, quien dijo lo siguiente en la sesión necrológica dedicada a mi padre en la Academia de Bellas Artes.

Pero antes permitidme una aclaración: el Instituto de España es, como ya sabéis, el organismo que coordina la actividad de todas las Reales Academias. Es, como la Academie Française en Francia, la máxima autoridad cultural de España, y su presidente, automáticamente, era miembro del Consejo del Reino. Es el único cargo verdaderamente político que aceptó en su vida mi padre. Se acercaban tiempos convulsos, Franco era ya muy anciano y mi padre y Pío Cabanillas jugaron ahí un importante papel. Convencieron al resto de consejeros, muy afines al régimen y con mucho poder, de que el sistema que mejor podía convenir a España era la monarquía.

Esto aclarado, vamos con las palabras de Fernando Chueca:

“En abril de 1964, en sesión pública del Instituto de España en conmemoración de la Fiesta Nacional del Libro, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el presidente del Instituto de España, Marqués de Lozoya, diserta sobre El libro de arte en España.

Perfila al libro, como El mejor amigo, discreto cuando queremos callar, gran consolador en nuestras angustias, maestro que sabe adaptarse con la discreción que sólo del amor procede, amigo que nos enseña las maravillas del mundo y nos permite viajar sin movernos de nuestro huerto solariego. Añade, finalmente, que Si Dios nos concede la gracia de tener un libro en las manos no será desventurada nuestra senectud.

Recorte de prensa con una nota al pie de la imagen: “El Sr. Marqués de Lozoya leyendo su discurso en el acto de la apertura de curso en la Universidad”.
Recorte de prensa con una nota al pie de la imagen: “El Sr. Marqués de Lozoya leyendo su discurso en el acto de la apertura de curso en la Universidad”.

Y (…) en la Fiesta Nacional del Libro Español de 1972, en sesión solemne del Instituto de España, el catedrático y Académico Exmo. Sr. D. José Camón Aznar diserta sobre El Marqués de Lozoya y el Libro de Arte. Analiza el orador, una a una, las publicaciones que, sobre arte hispano, tiene editadas. Sobre todo su Historia del Arte Hispánico, primer gran manual editado sobre el arte español donde –también por primera vez- se incluye de manera importante el arte canario y el hispanoamericano. También por primera vez se incluyen las llamadas artes menores, muebles, abanicos, trajes, porcelanas, cristal, relojes, etc., que empezaron a considerarse por su valor artístico y por ser indicativos de épocas y costumbres que colaboran en el conocimiento de los momentos históricos y la mentalidad de cada uno de ellos. Esto le llevó a formar parte del patronato de Patrimonio Nacional. Fue demostración de su tarea importantísima la exposición de unas 170 de sus obras, que se le ofrecía en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde se celebraba el acto, fiel homenaje a tan sencillo y grandioso caballero de la cultura, de la ciencia y del arte.”

No os podéis imaginar la impresión que me hizo (yo estuve en esa inauguración) ver dos grandes salas cubiertas de estanterías albergando ciento setenta títulos de un mismo autor, mi padre, algunos de ellos en cinco o seis tomos. Me decía Angulo Íñiguez en una ocasión que mi padre tenía más del doble de obra que el que más había escrito de la Universidad Complutense. Fue un enorme trabajador.

Juan y Constanza en Hoyuelos, con su sobrino Pedro Manuel Pérez de Ayala.
Juan y Constanza en Hoyuelos, con su sobrino Pedro Manuel Pérez de Ayala.

Habla ahora Xavier de Salas Bosch, historiador del arte, director del Museo del Prado, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la catalana de Bellas Artes de San Jorge:

“El Marqués de Lozoya fue algo distinto entre las destacadas personalidades que formaron nuestra Academia a lo largo de los años.

(…) Se formó inicialmente en su Segovia, que conservaba en aquellos tiempos de su niñez y juventud grupos de personas letradas que mantenían viva la tradición del humanismo. El Conde de Cheste fue su padrino; en su casa y en la de sus mayores halló los clásicos y los libros de Historia, la vieja historiografía de Segovia, de Castilla y de España (…)

Los primeros libros que escribió fueron de versos, de exquisita sensibilidad y espiritualidad, que podríamos ubicar entre el modernismo y el ejemplo de los clásicos (…).

Todo esto nos lleva a destacar su condición humana, ese algo que le hacía distinto de colegas y compañeros, según decíamos en un principio. (…) Fue hombre de profunda fe y de hombría de bien. Y todo eso le llevaba a no saber decir que no a nadie. Le llevaba a tratar de conseguir lo que fuera para otros, sólo por ser segovianos, por ser amigos, o sencillamente por habérselo pedido. Estudioso paciente e infatigable trabajador, su sensibilidad de poeta proporcionó matices que afloran tantas veces en sus grandes síntesis históricas, concediéndoles la distinción que es característica de su bien modelada prosa (…).”

Me hizo muchísima gracia, una vez que tuve que manejar unos documentos administrativos redactados por él, precisamente del Alcázar, que eran lo más lejano del lenguaje administrativo: eran poemas. Se entendían mucho mejor que el lenguaje administrativo habitual, tan seco y oscuro, a veces.

Termina diciendo Xavier de Salas: “Por todo ello, su persona y su reflejo en su obra fue algo distinto y perdurable”.

Descendiendo de un avión de la Pan Am en Lima (Perú).
Descendiendo de un avión de la Pan Am en Lima (Perú).

TRAMONTO ROMANO

(Poesía de Juan de Contreras)

El cupulón, de rosa y de topacio

entre santos de mármol de Carrara,

es como un mongolfier, que se prepara

a remontarse, libre, en el espacio.

Las sesenta ventanas del palacio

contemplan, en tres, filas, la Lungara.

En la fuente un tritón yergue la tiara

de un escudo papal sobre el cimacio.

Conduciendo ella misma su mil-ciento

la Madre General torna al convento.

Un cura chino pasa en bicicleta.

Saetas de la muerte, compasadas

del reloj conventual las campanadas

matan las horas, en la tarde quieta.

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