Son muchas las ocasiones en las que se comentan las excelencias que provoca el deporte. Su relación positiva con la salud física, la autopercepción del practicante, el aumento de su autoestima o las relaciones de amistad son algunos de sus beneficios. Sin embargo, el deporte por sí mismo no genera valores, sino la manera de practicarlo o interpretarlo.
Precisamente son sus agentes protagonistas los que determinan si esta actividad genera un entorno saludable: física, psicológica y socialmente. Entrenadores, jugadores, directivos, aficionados o familiares son los responsables directos de dar una imagen positiva del deporte, que en muchos casos se ve empañada por hechos bochornosos o, cuanto menos, criticables.
Entre los vergonzosos, desgraciadamente esta vez tengo que sacar a la luz el altercado que sufrió un joven árbitro de baloncesto de 19 años, que en un partido de categoría cadete femenina de Murcia sufrió las amenazas de una aficionada, para más detalles la novia del entrenador. La actitud intimidatoria de la mujer, tanto en el “cara a cara” con él como en su salida de la cancha haciendo gestos de cortarle el cuello, son claramente reprochables e indignos.
En esta ocasión ha sido el baloncesto el deporte que ha generado conductas degradantes, pero puede ocurrir en cualquier otra especialidad. En todo caso, para que estos hechos no se produzcan todos debemos trabajar para hacer comprender a quien lo practica, dirige y disfruta presenciándolo que esta actividad forma parte de nuestra educación como ciudadanos. Nadie debe saltarse las normas elementales de convivencia, y el respeto a la persona está por encima de decisiones o resultados.
No es agradable recibir noticias que hacen referencia a agresiones hacia los árbitros, enfrentamientos entre aficionados o disputas entre jugadores. El carácter de cada uno es el que es, pero siempre nos quedará una carta en la manga como el deporte para que demostremos ser ciudadanos de primera. Comprender qué supone el deporte nos alejará de nuestros instintos primarios de furia, ira o cólera.
