El otro día me desperté sobresaltado al escuchar en la radio matutina que se están ofreciendo productos de inversión basados en el agua, y comentaban que era una buena inversión con proyección de futuro ya que el agua cada vez escasea más. No podía dar crédito y quedé profundamente apenado pensando: “Ya ha llegado el mercadeo del agua aquí también”. Pensé esto, porque ya tenía alguna referencia de este mercado especulativo del agua en países como Nueva Zelanda, Australia, y Estados Unidos.
Según el diccionario de la Real Academia Española, mercadeo son el conjunto de operaciones por las que ha de pasar una mercancía desde el productor al consumidor. Según el Wordreference.com, el mercadeo encarece los productos, y en pseudo-sinónimos de mercadear, está el verbo especular.
La legislación española contempla los mercados y los bancos del agua, generalmente como herramienta para mejorar la gestión hídrica en cuencas deficitarias, por lo que es habitual que sean las administraciones públicas quienes realicen esta gestión, ya que en España, el agua es un bien de dominio público con todo lo que eso conlleva. Estos mercados del agua, suelen ser mecanismos que hacen posible el intercambio voluntario de agua entre los que poseen una concesión de la administración. Un concesionario intercambia agua con otro, siempre bajo la supervisión de las Confederaciones Hidrográficas dependientes del Estado. La vigente Ley de Aguas recoge estos mercados del agua entre concesionarios.
Pero no se pretende hablar de este tipo de mercado o bancos de agua que están regulados por la Ley de Aguas española para intercambio de excedentes, que frecuentemente son objeto de debate en el mundo de la gestión hídrica, sino comentar sobre el mercadeo especulativo emergente de fondos de inversión. El agua es un recurso natural absolutamente vital para la vida en nuestro planeta, esencial para cualquier desarrollo socio-económico de una región o país, y se está comprando y vendiendo como cualquier mercancía producida en una fábrica. Nos empezamos a hacer preguntas sobre si un bien tan esencial para la vida misma, debe ponerse en esa tesitura de compra-venta especulativa como negocio lucrativo.
Es sabido que organismos como la ONU o la OMS, estiman mortandades de niños menores de 5 años en torno a 4.000-5.000 muertes al día. La World Health Organization estima unas 500.000 muertes al año por falta de agua potable. Existen previsiones que para el año 2050, donde la mitad de la población mundial tendrá escasez de agua potable. Una de las mayores expertas nacionales en derecho legislativo sobre el agua, comentaba hace pocos años que: “El derecho humano al agua, único derecho humano reconocido expresamente en la Resolución de Naciones Unidas de septiembre de 2015 sobre la Agenda 2030 de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) no implica la gratuidad del agua sino que su tarifa sea asequible. Al respecto, la ONU recomienda a nivel mundial que la tarifa del agua no supere el umbral del 3% de los ingresos del hogar (Teresa Navarro, 2016).”
Muchos científicos venimos comentando desde hace tiempo que una mala gestión de los recursos hídricos junto con los efectos del cambio climático, pueden tener efectos terribles si las administraciones no coordinan esfuerzos en gestionar y optimizar el consumo y la gestión sostenible del agua.
Algunas naciones han realizado diversas soluciones al problema de la escasez del agua, como es el caso de Australia o Nueva Zelanda, donde sufrieron una sequía extrema durante 10 años, entre 1997 al 2007. Aquí pusieron en marcha el World Bank’s Water Practice, que puso precio al agua y la hizo una mercancía comerciable. El agua aquí se vende y se compra como cualquier otro producto mercadeable. No es un bien de dominio público como en España.
Otra solución al problema hídrico es la realizada por Israel, donde son líderes en reciclar aguas procedentes de depuradoras, y así cubren el 40 % de las necesidades de la agricultura del país. Además, son líderes en desalinización de agua de mar, y potabilizan de esta manera más de la mitad de toda la demanda nacional. Pero Israel, dentro de su política de gestión hídrica tiene un papel importante la cultura del agua, y en especial, la concienciación para el ahorro de este recurso esencial. Un ejemplo distinto al de Israel, es el de su país vecino Siria, que fomentó durante años la explotación intensiva de las aguas subterráneas provocando el secado de los pozos, lo que generó migraciones masivas de más de un millón de personas. Algunos autores comentan que este hecho fue el desencadenante del conflicto bélico en Siria. Por último, Turquía adopta otra medida de gestión hídrica que es almacenar agua, ya sea de lluvia o de los ríos, mediante embalses, balsas, etc., puesto que su orografía se lo permite.
Uno de los objetivos principales de la Asociación para la Investigación del Agua y Medio Ambiente (Asiama), es precisamente fomentar esa cultura del agua a todos los niveles, institucionales y particulares, igual que inició Israel hace años y le ha generado un éxito rotundo en la gestión hídrica sostenible. Bajo nuestro punto de vista, especular con un bien como el agua y convertirlo en una mercancía privativa, (único derecho humano reconocido por la ONU a nivel mundial), entendemos que es cuanto menos inmoral aunque en algunos países pueda que sea legal. En España el agua es un bien de dominio público, y esperemos que siga así muchos años.
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(*) Presidente de Asiama.
