Suelo anotar en un cuaderno asuntos locales de interés para rellenar estas columnas, pero luego, cuando me pongo ante el teclado, a veces quedan relegados por el empuje de la actualidad, y entonces pienso en alto. Hoy sobre todo.
Hoy no puedo escribir sobre estos días dorados y este sol de la infancia, y tampoco de mis montes y mis gabarreros; como mucho, hoy recuerdo dolorido a esa joven madre a la que el puto cáncer le ha arrancado la vida sin piedad, dejando huérfanas a dos criaturas y desamparado a un hombre muy herido.
Hoy, por lejano que parezca, el sentimiento de mis vecinos está acaparado por todo cuanto ocurre en Cataluña. No seré yo quien apunte a los responsables, ya se señalan ellos mismos al echarse la culpa unos a otros. ¡Así no!; y les elegimos para que resuelvan los problemas, no para que los fomenten.
Hoy mi sentimiento es de inquietud por la larga familia de los Saiz, que antes de recalar en Cataluña pasaron por esta sierra, y en ella trabajaron; también mi memoria es para mis amigos espinariegos repartidos por esa tierra: Pepe Ruyra, Mauricio, Yolanda de las Heras… y sobre todo Annit Granados, el amor de Tatán, que hace siete años y medio dejó aquí su corazón herido, bajo una encina casta del ancho Guadarrama.
Este sábado en el Auditorio, García Lorca hablaba por boca de Mariana Pineda: “Hay un miedo que da miedo”. Así es, pero me niego a tener miedo. Dolor sí, y preocupación también, pero miedo no, porque eso sería morir en vida.