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José María Martín Sánchez – Funeral por la puerta grande

por Redacción
3 de septiembre de 2020
en Opinion, Tribuna
JOSE MARIA MARTIN DEPORTES 1
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Tiempos líquidos

Inscripciones en lo más alto de la ciudad

Memento mori

La lúgubre historia, a la vez que festiva, comenzó en 1545. El día12 del séptimo mes del año, domingo para concretar, fallecía en Valladolid María de Portugal, primera esposa de Felipe II, aún príncipe.

La noticia se dio a conocer con rapidez, pese a que ni radio ni tele ‘abrieron’ esos días. En Segovia fue el entonces corregidor, Francisco de Tavera, quien dirigiéndose a la Corporación municipal ordenó: “por tan infausto motivo reúnanse en sesión extraordinaria y tomen acuerdo, con urgencia, acerca de las honras fúnebres que la alta calidad de la princesa requiere”.

A tan extraordinarios efectos se nombra comisión compuesta por cuatro comisionados. Primer movimiento: visita al Cabildo. Petición: “designen algunos canónigos que nos acompañen en el organigrama organizativo”. Designan cuatro y el grupo lo forman ocho.

Son visitadas todas las órdenes religiosas de la ciudad a las que se invita expresamente a los actos. Se pregona por las calles lo que se pretende hacer. Vecino a vecino se visitan a los comprendidos entre el Azoguejo y la Plaza Mayor. A los más caracterizados se les pide:

“Los días de las honras fúnebres entolden la calle de luto y colóquense de trecho en trecho escudos representativos de las armas de D. Felipe”.

En la catedral, en aquella parte donde las obras ya habían acabado, se coloca un gran túmulo, con grada y tumba, cubierto con un dosel de negros paños, y…

— Sobre la tumba se coloca una corona real de oro.

—A la cabecera del túmulo, un guion negro con las armas de la princesa.

—Las gradas se llenan de candeleros de plata provistos de velas.

— Sobre la tumba se colocan bandejas, también de plata, con incienso para que lo tomasen de allí cuantos oficiaran en las honras.

—A los pies del monumento, se instala una cruz de azabache con pabellón negro de terciopelo.

—Los andamios de las obras, colaboradores ‘necesarios’, se pintan de negro.

—A los costados se construyen dos gradas para acomodo de la Justicia y del Regimiento de la ciudad.

Y llegó el día. Eran las doce del mediodía del 22, festividad de la Magdalena. Las campanas de toda la ciudad, al unísono, comenzaron a sonar. El gran número de invitados se concentró junto a la iglesia de Santa Columba, lugar desde el que partiría el gran grupo hacía la Catedral. Y se organizó… la comitiva.

Colocación de grupos:

Primero: por orden de antigüedad todas las cofradías de la ciudad.

Segundo: comunidades religiosas, presididas por priores o guardianes. Cada religioso llevaba una vela; las cruces destacaban sobre mangas de negro terciopelo. Presidía el grupo el provisor del obispado, vestido de luto.

Tercero: los clérigos del Cabildo menor de la ciudad, con todos los curas que se encontraban en Segovia.

Cuarto: el tesorero de la Casa de la Moneda, con todos los oficiales y operarios de la misma (más de 100), cubiertos con capirotes negros.

Quinto: Escribanos, caballeros, escuderos, letrados, mercaderes… en cantidad muy considerable. Todos los citados vestidos de luto.

Sexto: Por orden de antigüedad, regidores, escribano del Concejo y mayordomo. Cerraba el cortejo el Corregidor. Este caminaba entre los regidores más antiguos, los tenientes de corregidor y los comisionados organizadores.

Llegada a la Plaza. Allí espera el Cabildo, que se incorpora a la procesión. En la puerta grande de la Catedral se habían situado cuatro alguaciles para que nadie entrara antes que los organizados. Estos se fueron colocando en los lugares diseñados para ellos. Frailes de Los Huertos, Franciscanos, Trinitarios, de La Merced, Dominicos de Santa Cruz, Jerónimos del Parral…

¿Se acabó? ¡No! El segundo día, ¡a las seis de la mañana!, otra vez camino de Santa Columba; otra vez los mismos enfilando hasta la catedral. En los altares predispuestos cada Orden cantó una misa. Cinco horas después se dieron por terminadas las honras por la Princesa.

Gastos del Concejo. Este entregó cada día a todos los religiosos una vela; pagó las hachas y velas del túmulo y altares, así como el vino para todas las misas celebradas y las que posteriormente se celebraron por la misma causa y motivo, costeó las obras e instalaciones de todo lo relatado y…hubo de pagar las telas y paños para vestirse de luto el corregidor y los regidores, con arreglo a diez varas de cien maravedís cada una, por persona…

Y colorín colorado… ¡de cuento nada, verídico!

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