Era el año 1917 cuando el señor Villoslada (D. Antonio), que tenía inclinación “posesiva” hacía el mundo del teatro, comenzó las obras en el edifico que fue Mesón Grande (1) en la Plaza Mayor, y después teatro de “madera” (La Zarzuela) del señor Manuel Manzanares, edificio que permaneció “vivo” entre los años 1882-1892. Un año después, 1918, tenía otro aspecto. Lo había puesto guapo con el vestido que le hizo el arquitecto Cabello Dorero. Cambió esto y aquello y apareció el teatro que debió llevar el nombre de su propietario. Pero que…
Sucedió que personas y personajes de la vida “pulcra” (2) de la ciudad quisieron poner la guinda a la obra terminada y, abriendo un “pedazo” de polémica dentro de una “caja” de Pandora, buscaron la posibilidad dar otro nombre al local. Entre ellos, además de Villoslada, proponen Bastidor, Enrique IV, Conde de Cheste, Isabel la Católica, Infanta Isabel, Carlos de Lecea, Castilla… y teatro Juan Bravo.
Reunión final para consenso. Y, mira tú, eligen el de Juan Bravo y además lo justifican: “como homenaje de cariño y recuerdo al glorioso paladín de los Comuneros castellanos, teniendo en cuenta que dicho nombre, además de ser reconocido en toda la península, está vinculado en él toda la historia de este rincón castellano”. (3)
Ahí quedó para las historia de la ciudad. De aquello han pasado 101 “dálmatas” (quise decir años) y la efemérides se vive hoy con festejos internos y externos ¡Que viva la magia!
El Montañés
Considero que él lector/a saben, conocen y lo cuentan que el Café Montañés era local de hostelería, instalado en la Plaza Mayor donde, además de acoger, por ser planta de grandes dimensiones, a los clientes habituales, también se reunían los socios de diferentes círculos de la ciudad. Ubicado en el local que fue después del Banco Español de Crédito, bajo los soportales, donde también se instaló El Toledano, el de los juguetes, escaparate donde los niños nos quedábamos “ojipláticos” (4) y más después, por ahora, nació un hotel. Pues bien…
Un día del mes de febrero de 1912, organizado por el Círculo Liberal, se celebra en el referido café, cadetes de la Academia de Artillería y muchos, pero que muchos, seguidores de la fiesta, una conferencia que impartió Eugenio Muñoz Díaz, Madrid 1865), más conocido por Eugenio Noel, novelista, ensayista y conferenciante, para hablar sobre la erradicación de las corridas de toros, cuestión que defendió en muchas partes de España. Quizás no lo esperaba, pero aquí se encontró con una amplísima oposición. Hubo una gran polémica que El Adelantado recogió en sus páginas.
Quiosco de quita y pon
Se comentaba por el paseo de los soportales que cobijan el Ayuntamiento, que fue en 1896, cuando, tras diseño de una armadura de hierro, boceto y plano que realizó el arquitecto Joaquín de Odriozola, se levantó el Quiosco de la música que se exhibe en la Plaza Mayor.
Cierto es que fue armadura de quita y pon. Ejemplo. Se quitó en las fiestas de la Coronación de la Virgen de La Fuencisla, 1916. Dentro del siglo XX fue en varias ocasiones “retirado”. De cuando en vez se transformaba en capilla para celebrar actos de Santa Bárbara. Dado que era lugar donde se interpretaba música a través de músicos, hubo polémica en el Concejo. Tal que así:
“Para evitar instalar un nuevo templete, el Ayuntamiento propone otra alternativa. Comprendiendo que la banda de música de la Academia de Artillería no está bien que toque sobre el santo suelo, (el Consistorio) va a colocar en el centro de la indicada elipse, un kiosco de madera desmontable, en vez de la horrible tarimita que estas ferias lució su fealdad”.
Los que no lo veían tan claro se preguntan: “¿En sustitución de ese templete no se podría colocar un kiosco sin cubierta, rodeado de una barandilla”?
Pasaron años hasta que llegaron las buenas gentes de la Escuela Taller del excelentísimo y lo re-pusieron en pie. Ahora, hace na, un estudio técnico indica que los pilares de hierro presentan daños. Bueno estaba…
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(1) Su superficie era tan extensa que no solo los clientes tenían cabida, también entraban los carros, y las caballerías que tiraban de ellos.
(2) Que hace las cosas, especialmente su trabajo, con mucho cuidado, limpieza y delicadeza.
(3) Fuente: El Adelantado de Segovia.
(4) Quedarse con los ojos como platos.