«No rechaces tus sueños…
sin la ilusión ¿el mundo que sería?»
(Ramón de Campoamor- ‘Humoradas’)
La ilusión, creo, viene ligada a la alegría, a la felicidad y a las ganas que cada cual tenga por vivir. Todos hemos tenido momentos ilusionantes. Ya propios, ya recibidos a través de la ilusión de otros con alegre y festivo contagio.
Opino que la ilusión que más arrastra, la que más llena, es la que transmiten niños/niñas. El primer juguete, la primera sonrisa… mas me van a permitir que estas líneas se centren en la ilusión de quienes acuden a formar parte del amplio mundo del deporte. La ilusión que invade a los/las que llegan por vez primera a formar en un equipo, en un grupo, es inenarrable, y siento -de verdad-, no poder transmitirla en estas líneas. No sé definirla.
Eso sí, es la suya una ilusión contagiosa. Si encaja bien dentro del grupo, que no siempre es así, lo que ellos/ellas viven llega a todo su entorno. Sitúese el lector: sábado/domingo por la mañana en casa, con estos actores:
‘Mini’ deportista: “Vamos, date prisa que vamos a llegar tarde”.
Padre/madre/abuelo/ abuela: “Pero hijo, si el partido comienza a las diez y son las ocho de la mañana”.
El deportista: “Ya, pero nos ha dicho el entrenador que tenemos que estar en el vestuario media hora antes de comenzar el partido. Y si llego más tarde me deja en el banquillo. Y yo quiero jugar”.
La madre: “Mira, lo que tienes que hacer ahora es desayunar. Porque si no desayunas no podrás ni con el balón. Llevas media hora con el desayuno en la mesa y ni lo has mirado”.
El/la ‘mini’: “¿Y si por desayunar llego tarde y me quedo sin jugar? ¿De qué me vale el desayuno? Es que no me comprendéis. Para mí es muy importante estar con mis amigos en el grupo. Mucho más que desayunar”.
Los padres se miran y se rinden ante la ilusión del hijo. Eso sí, la madre no le ‘perdona’ que deje un solo cereal del desayuno.
Mi ilusión se llama Guzmán.
