El día 18 de julio en estas mismas páginas, el Doctor Juan Manuel Garrote, Diplomado en Medicina Geriátrica, se preguntaba, después de hacer un breve recorrido histórico sobre las Residencias de Ancianos, si debe primar hoy en ellas más el aspecto hostelero o el hospitalario. Daba razones socio sanitarias para decantarse por el hospitalario. Nada que objetar. Les recomiendo releer dicho artículo.
A partir de aquí considero que hay que ampliar la mirada y la sensibilidad. El Papa Francisco abre la visión del problema: “gracias a los progresos de la medicina la vida se ha prolongado: ¡pero la sociedad no se ha “prolongado” a la vida!. El número de los ancianos se ha multiplicado, pero nuestras sociedades no se han organizado suficientemente para hacerles lugar a ellos, con justo respeto y concreta consideración por su fragilidad y su dignidad. Mientras somos jóvenes tenemos la tendencia a ignorar a la vejez, como si fuera una enfermedad, una enfermedad que hay que tener lejos; luego cuando nos volvemos ancianos, especialmente si somos pobres, estamos enfermos, estamos solos, experimentamos las lagunas de una sociedad programada sobre la eficacia, que en consecuencia ignora a los ancianos. Y los ancianos son una riqueza, no se pueden ignorar, son hombres y mujeres, padres y madres que nos han precedido en nuestras mismas calles, en nuestra misma casa, en nuestra batalla cotidiana por una vida digna. Son hombres y mujeres de quienes hemos recibido mucho. El anciano no es un extraterrestre. El anciano somos nosotros: dentro de poco, dentro de mucho, inevitablemente de todos modos, aunque no lo pensemos. Y si nosotros aprendemos a tratar bien a los ancianos, así nos tratarán a nosotros”. (4 de marzo de 2015).
El Covid 19 nos ha puesto de manifiesto esta y otras realidades: “creíamos que dominábamos la naturaleza, que nuestro cuerpo era accesorio, que éramos fundamentalmente voluntad de poder, que podíamos desear sin límite y cumplir nuestros deseos. Y el virus nos recuerda la verdad de nuestro cuerpo. Habíamos escondido la fragilidad en residencias de ancianos, hospitales para crónicos, hogares para dependientes, en periferias geográficas y existenciales de las que no queríamos saber nada… y de pronto se han asomado y se siguen asomando cada día a nuestra ventana. Se estaba preparando la eutanasia para ellos sin ningún debate social y de golpe aparecen sentimientos de agradecimiento, de reconocimiento a una generación oculta”. (“Autogestión” – Junio-julio 2020).
Sobre todo esto hay que hablar, como sobre la priorización de los recursos sanitarios, en los que a la hora de emplearlos: “la edad no puede ser considerada como el único y automático criterio de selección ya que si así fuera se podría caer en un comportamiento discriminatorio hacia los ancianos y los más frágiles” (Pontificia Academia para la Vida), “sino valorar las circunstancias concretas de cada paciente `sin excluir a nadie a priori`.” (Comité de Bioética de España). “La valoración moral de la justicia socio sanitaria no puede olvidar como principios básicos que, en primer lugar, la persona mayor es “persona” y por tanto merece igual consideración y respeto que otra persona más joven y, en segundo lugar, que la vida es un derecho y un valor igual para todos los seres humanos con independencia de su edad” (Joan Manuel Bajo).
Y hay que hablar y cuidar, como un elemento complementario importante, de la vida religiosa y espiritual de los ancianos, tanto de los que viven y alimentan su fe cristiana en las parroquias, como de los que están en residencias. No es un privilegio de la Iglesia, ni una discriminación a los no creyentes, prestar en las residencias de ancianos un servicio religioso. Es un derecho de los ancianos creyentes, que los responsables de las residencias deben posibilitar, así como la recepción de los sacramentos y que la propia Iglesia debe administrar con calidad humano-cristiana. Los ancianos no necesitan solo una atención técnicamente correcta en todos los aspectos que hemos mencionado. Necesitan una mano extendida que los toque y fortalezca. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial. Necesitan experimentar a Dios como una fuerza sanadora y auxiliadora. No se lo neguemos.
FELIZ DÍA DEL MAYOR en esta Fiesta de San Joaquín y Santa Ana.
