Días atrás la Fraternidad Cristiana de Personas con Discapacidad de España celebró su Comisión General en Segovia. Esta gente se sienten miembros vivos y activos de la sociedad porque, aunque tengan alguna discapacidad, son capaces de pensar y decidir por sí mismo, capaces de gestionar su propia vida. Las ayudas personales, materiales o técnicas que necesitan para desenvolverse las aceptan con naturalidad, lo que no disminuye su dignidad personal. Al tiempo son creyentes. Creen en Jesucristo, como el motor de su existencia y pertenencia a la Iglesia, en la que también reclaman su papel de miembros vivos y activos, no solo sujetos de cuidados y atenciones.
En su reunión reflexionaron y oraron en algún momento pidiéndole a Dios que les concediera en su encuentro vivir la psicología y teología de la Mesa Redonda. Me pareció tan interesante el tema que hoy, en vísperas de iniciar la campaña electoral, se lo brindo a mis lectores.
“La psicología de la Mesa Redonda. La mesa redonda tiene un modo de ser y de estar “sin esquinas”, suave. Es acogedora: en ella siempre hay sitio para uno más. Es abierta, en todas las direcciones. Y, a la vez nos une a un eje común. La mesa redonda es amiga de la verdad: nos coloca cara a cara a unos y otros, y nos iguala. En una mesa redonda ¿quienes son los de la derecha y quienes los de la izquierda? Puestos así, codo con codo, la mesa redonda nos posibilita para dialogar, para escuchar, para respetarnos, para compartir la vida de todos y la de cada uno”.
Llevado al terreno político ¿podríamos soñar en esta campaña que todos los partidos políticos que compiten lo hicieran bajo el símil de esta mesa redonda? ¿Sería posible que todos se sentaran a plantear sus ofertas y escuchar y comprender las de los demás, aunque no las compartieran? Si fueran capaces de comprender los errores de los otros antes de rechazarlos, superarían la actitud un poco fatua (y a la que todos somos inconscientemente propensos) de que la historia es un cúmulo de errores hasta que he llegado yo que soy el que la sabe arreglar. Las derechas necesitan comprender bien a las izquierdas antes de mandarlas al infierno. Y si alguien cree que la verdad está en la izquierda, pues que aplique la misma receta pero en dirección contraria.
“La teología de la Mesa Redonda. La mesa redonda tiene alma de creyente abierta a la trascendencia, a lo que está más allá de lo que se ve. En la mesa redonda nadie está en segunda fila, nadie es menos. Los hermanos, todos iguales. Las opiniones todas importantes. En la mesa redonda todos pueden levantarse y servir. Lo puede hacer cualquiera. La mesa redonda significa la unión de lo que estaba disperso, la unidad dentro del pluralismo. Y aquello de San Pablo: “Hay diversidad de dones pero un mismo espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común”. La mesa redonda nos vocaciona, nos llama a dialogar, a comunicar, a programar, a celebrar, pero siempre en familia. Y sobre el tapete, en medio está el Señor. En medio de nosotros”.
Este aspecto para los creyentes, aunque pueden participar del mismo los que no se consideren como tales. Iglesia, mesa redonda en la que nadie es más que nadie. Todos servidores, aunque tengamos distintas responsabilidades. Diferentes formas de pensar, pero unidad en lo esencial. Los distintos grupos y carismas que conforman la Iglesia de Jesús tienen que comprenderse para no rechazarse. Ser conscientes de que nadie, aunque esté erigido en autoridad, tiene la verdad plena en exclusiva que solo está en Dios, revelado en Cristo. Por eso es tan importante analizar bien las situaciones y escuchar a los “que están a pie de obra”, antes de tomar decisiones. O por completarlo, escuchar, porque haciéndolo, se respeta a los que están implicados en la tarea y es más fácil que las decisiones tomadas sean las correctas.
