Cuando se publicó mi artículo anterior hace quince días estaba en plena ebullición el tema de los migrantes con la petición de soluciones a la situación que se estaba dando en los barcos Open Arms y Ocean Viking con más de cuatrocientas personas embarcadas recogidas en el mar, sin posibilidad de desembarcar en el puerto de Lampedusa. El tema se ha resuelto momentáneamente por la intervención de la Fiscalía italiana y la promesa de varios países europeos de acoger a parte de estos migrantes. Y ¿en el futuro?
En estos quince días se han publicado distintos comentarios a favor y en contra de la decisión adoptada, con debate incluido en el Parlamento español. Voces que dicen que estas soluciones son solo parches y que hay que afrontar el problema en su totalidad y como solución mejor ayudar a los países de origen a desarrollar políticas que permitan que nadie tenga la necesidad de emigrar para poder comer, trabajar y vivir con dignidad, porque la realidad de muchos de los países de donde llegan personas a Europa es dramática: guerras interminables, miseria, vulneración de los derechos humanos, violaciones, paro, hambre… Salida inevitable en busca de una vida digna. Por otra parte, se habla de mafias, de negocio de las personas y organizaciones que les recogen en el mar, que provocan estas situaciones llevando a los migrantes en barcos para luego dejarlos a su suerte y recogerlos las mismas organizaciones para llevarlos después a puertos europeos….
No soy experto en estos temas, ni tengo capacidad para determinar si todo lo que se publica es cierto o no y por tanto se me escapan las soluciones, pero confío en grupos que trabajan a “pie de obra” como la Red Migrantes con Derechos, conformada por Cáritas, Confer, Justicia y Paz y la Comisión Episcopal de Migraciones que nos ayudan a reflexionar y dicen: “es un deber ético de la Unión Europea y sus Estados miembros arbitrar respuestas eficaces y respetuosas con los Derechos Humanos ante estas situaciones. La falta de respuesta supone un incumplimiento flagrante de los acuerdos internacionales y una gravísima responsabilidad por omisión ante muertes que se puedan llegar a producir en el presente y en el futuro”.
O lo que recuerda el Arzobispo emérito de Tanger, Santiago Agrelo”, una de las voces de referencia en la defensa de los derechos humanos de las personas migrantes en tránsito hacia Europa, en su presentación del Informe CIE (Centros de internamiento de extranjeros) del SJM (Servicio jesuitas a migrantes) de 2018 con el título de este artículo “El eco de un grito”: “Más acá –entiéndase ese “más acá” como un “mucho antes”– de cualquier forma de “discriminación de origen” ejercida por los responsables del sistema de internamiento de extranjeros, está el desprecio indiscriminado y la violación continuada del derecho de los pobres a emigrar –derecho más sagrado que el de los ricos a hacer turismo–; está la violación del derecho de los pobres a no sufrir violencia en sus desplazamientos –no menos sagrado que el mío o el vuestro a viajar con seguridad–; está la violación del derecho de los pobres a soñar un futuro mejor y poder trabajar para lograrlo.
Más acá de cualquier forma de “discriminación de origen”, está la expoliación que los europeos y otros depredadores de recursos hemos hecho en las naciones africanas, colonizadas ayer como si fuesen parte de Europa y colonizadas hoy de otra manera, pero siempre colonizadas. Los emigrantes, antes de ser los que buscan futuro en nuestras fronteras, son hombres, mujeres y niños que han perdido ese futuro porque se lo hemos arrebatado en sus países de origen: mucho antes de ser emigrantes a nuestra puerta, han sido nuestras víctimas en sus casas.
Más acá de cualquier forma de “discriminación de origen” están las fobias que cultivamos desde el espejismo de nuestra supremacía cultural, política, religiosa, puede que racial. El islam, el negro, el gitano, el extranjero, el diferente… si no conseguimos mantenerlos fuera de nuestras fronteras, han de quedar al menos fuera de nuestra vista”.
Antes de creer, sin contrastar, todas las informaciones que nos llegan, que tratan de desprestigiar a los grupos y organizaciones que ayudan a emigrantes en su tránsito hacia Europa, está “el eco del grito de miles de personas a los que fácilmente arrojamos fuera de nuestra compasión”. (Arzobispo Agrelo).
