Pleno verano. Calor, más o menos como viene sucediendo en los últimos años por estas fechas. Y en el Congreso de los Diputados de la Carrera de San Jerónimo madrileña, bochorno. Mucho bochorno.
Después de tres días y medio de vergüenza ajena, no hay Gobierno tras la segunda vuelta de votaciones (fallidas) para investir a Sánchez. Lo mismo que el martes. Y la verdad es que ya nadie sabe qué es lo mejor… Pero no pasa nada, cuando escribo esto apenas han transcurrido 5 horas desde que los diputados le «echaron al corral» el toro de la investidura al presidente en funciones por segunda vez en poco más de tres días, y Pedro Sánchez ya está en T5, en lo de Piqueras, como si nada hubiese ocurrido. Dice que no tira la toalla una y otra vez en el plató (balneario, más bien) de Mediaset e insiste en que habrá que explorar todas las alternativas para intentarlo de nuevo dentro de un par de meses, en septiembre (hace tan solo siete días que septiembre lo descartaba). Como quiera que no ha venido a la tele «llorado» de casa, su tono es moderado, muy modosito, y hasta casi suplicante. Pero alguna autocrítica se hará usted, le pregunta con atrevimiento inusitado el presentador-entrevistador… y Sánchez la hace para buscar las responsabilidades en todos excepto en él. Sánchez tiene una cara muy dura, tanto o más que el cemento armado o la mismísima piedra rosada de Sepúlveda, porque él y sólo él, es el único responsable de todo lo acontecido. Ni Unidas Podemos ni el PP ni Ciudadanos ni nadie. Y lo sabe.
El Congreso de los Diputados en estos días ha sido como lo de «La escopeta nacional» de Berlanga del 78: una comedia deliciosa del absurdo, donde los papeles de los intrigantes López Vázquez y Sazatornil los han interpretado, casi miméticamente, Pedro y Pablo, aunque eso sí, sin pizca de gracia. Yo no sé… pero quizás alguien de su confianza debería hacer ver a Sánchez que lo suyo es demasiado. Que empieza a resultar muy cansino y pesado. Salió del partido por la puerta de atrás de la sede de Ferraz a gorrazos tras susurrar a las urnas tras la cortina y, una vez ganadas las primarias gracias a la militancia más radical, volvió para llevar al partido a su peor resultado histórico electoral. Luego montó lo de la cobarde y desleal moción de censura contra el autista y pasivo Rajoy contando para ello con el beneplácito de las formaciones más extremistas del arco parlamentario español.
No sé, pero a mí me parece que si te rechazan tantas veces (también lo fue en 2016), por activa y por pasiva, lo mejor es dejarlo y marcharse a casa y no «aberroncharse» al sillón presidencial «for ever». Es lo que haría cualquier persona normal. Por eso creo que es el momento adecuado para decir a Sánchez que se vaya por el bien del país en que nació. Es perfectamente prescindible en su partido y en la política nacional e internacional. Y si lo hace hoy, mejor que mañana. Pero todos sabemos que no lo hará y que seguirá erre que erre empeñado en guiar nuestras vidas con las notas en blanco de su cuadernillo rojo cual flautista de Hamelín.
Mientras tanto, los síntomas de la economía española no son nada buenos. La ralentización y desaceleración de la misma van en aumento y de la mano. Es un hecho constatable: hacía muchos meses que las cifras de venta de automóviles no nos ofrecían números tan negativos, la deuda de España es descomunal, el poder medio adquisitivo real de los españoles no les permite llegar a fin de mes, los impuestos les abruman por doquier y pretender ahorrar en esas condiciones es una quimera. Ojo, la construcción nueva y la venta de pisos nuevos empieza a disminuir tras unos meses burbujeantes, los alquileres están por las nubes (así es muy difícil emanciparse y emprender cualquier actividad), la cartera de pedidos industriales ha disminuido drásticamente… El caso es que el presidente del BCE, Mario Draghi, acaba de decir en Fráncfort que pese a que las perspectivas económicas no mejoran, el riesgo de «recesión» en Europa es bastante bajo. Otro que no se entera de nada, pero ojalá acierte, aunque de momento lo que cabe pedirle es que controle mejor los objetivos inflación (sin modificar, claro, para nada dichos objetivos) tomando las medidas pertinentes para reactivar la economía europea.
España se acatarra cada vez que estornuda Alemania. Para evitar la gripe o neumonía necesitamos un Gobierno de verdad. Un Gobierno de hombres y mujeres que lo den todo por sus ciudadanos con la mejor de sus voluntades. Política de altura. Todo lo demás sobra.
