El titular de mi artículo de hoy lo tomo prestado del magnífico film que en 1968 protagonizó el legendario actor y director de cine Clint Eastwood. No, no voy a a contarles la película… El título de la misma me sirve para analizar lo acurrido en las recientes elecciones generales del pasado 28A, profundizando en lo que mucho opinólogos políticos han calificado como “debacle” del Partido Popular y de su presidente Pablo Casado.
Les voy a proponer a ustedes un sencillo ejercicio de “ciencia ficción”. Imaginen, por unos momentos, que a las elecciones últimas se hubieran presentado 3 partidos de ideología socialista: el PSOE actual, un Partido Socialista Popular como aquel que fundaron Raúl Morodo y Tierno Galván, y un tercero más tadicional que podríamos denominar Partido Socialista Español en el que hubieran estado, por ejemplo, el extremeño Guillermo Fernández Vara y el asturiano Javier Fernández. ¿En qué se habrían quedado los ya de por sí exiguos 123 diputados del PSOE? Yo se lo digo: siendo muy optimista en 60-62 escaños. Otros 31-33 se habrían ido al PSP y otros 28-30 al PSE (más o menos). Al no haberse dado dicha fragmentación, el resultado ha sido el que es. Al Partido Popular, si embargo, sí le ha ocurrido todo lo contrario, y por eso entre los “aprovechateguis” de Ciudadanos y Vox (pescando en el mismo caladero del PP) le han “robado” casi tres millones de votantes por unas u otras causas. Y todavía les extraña a algunos que Pablo Casado señalará el pasado lunes al partido de Rivera y al de Abascal como causantes de poner en bandeja la gobernabilidad de España al PSOE. Todo lo cual, dicho sea de paso, no exime a los populares de su propia responsabilidad en los errores que hayan podido cometer durante la larguísima campaña electoral.
Errores del PP, que yo agrupo en tres apartados muy principales: (1) la escasa visibilidad dada a todo lo que tenía que ver con el proceso separatista en curso en Cataluña, con toda su carga contraria a la unidad de todos los españoles; (2) la falta de pedagogía real sobre las consecuencias muy negativas que la permanencia de Sánchez tendrán sobre nuestra economía y, por último, (3) la más que irregular organización de la campaña electoral. Así que, vayamos por partes…
CATALUÑA. Primer error. A este asunto capital para la unidad de España debió dedicar Pablo Casado muchos más minutos en sus mítines de campaña y, por supuesto, en los debates televisados, aunque ahí, bien es verdad, que no le dejaron (la encerrona de Atresmedia debería haberse previsto convenientemente, ya que apenas se dedicaron cinco minutos al asunto secesionista por mor y gracia de sus sectarios presentadores-moderadores, por todos conocidos). Otra cosa, más que repetir constantemente que el PP aplicaría el artículo 155 de forma inmediata si gobernaban a partir del 28A, les hubiera bastado con anunciar la aplicación (real) del inequívoco artículo 2 del Título preliminar de nuestra Constitución que define a España como nación indisoluble.
ECONOMÍA: Segundo error. No bastó con el indudable talento personal del economista Daniel Lacalle, porque sus monólogos, aunque pulcros y bien argumentados, no acabaron de llegar con nitidez a todos los ciudadanos. Su discurso, sin duda brillante, parece estar más bien dirigido a un público elitista que conoce todos los entresijos de las finanzas. Y no es el caso siempre según de que foros se trate. Faltó, por tanto, mayor claridad expositiva, mas sencillez, más humildad también. No se eniende, por ejemplo, que en un apartado tan delicado como es el de las pensiones, ni Lacalle, ni Casado, afirmasen con rotundidad meridiana “que la sostenibilidad del sistema español de pensiones está asegurada con el PP, cueste lo que cueste, detrayendo los dineros necesarios de los presupuestos generales si fuese preciso… Las pensiones de los españoles son sagradas” (o algo muy parecido). Es lo que Pablo Casado debería haber dicho alto y claro, enfatizando su discurso. Y no se hizo en ningún momento. Tampoco alertaron convenientemente sobre la imparable desaceleración de nuestra economía en los últimos meses, a la que seguirá más pronto que tarde una nueva recesión. Es cierto que se esbozaron algunas ideas, sí, pero de manera algo difusa y acelerada que no calaron lo suficiente como para convencer a quienes no tenían su voto decidido. La subida de impuestos anunciada por Sánchez (confirmada y ampliada hace un par de días) debería haber sido uno de los ejes principales del debate correspondiente al capítulo económico, lo mismo que destrucción del empleo y el aumento del paro en los últimos meses.
ORGANIZACIÓN de la CAMPAÑA. Tercer error. Una campaña electoral bien preparada no consiste en recorrer más kilómetros que nadie y batir récords, más propios de una maratón que otra cosa. Hay que seleccionar muy bien las visitas priorizando, sobre todo, los territorios más incómodos y de perspectiva electoral más contraria a los propios intereses. Por otra parte, Pablo Casado ha de reconocer que algunas de las nuevas incorporaciones a las listas del PP le han fallado estrepitosamente en momentos puntuales. Y los errores se pagan, sobre todo en política, donde hay que tratar de equivocarse lo menos posible.
En definitiva, el presidente del PP puede que haya pecado de cierta bisoñez política. Su personalidad es absolutamente transparente, lo que es muy de agradecer. Se trata, no cabe duda, de “muy buena gente”. Y era el más joven de todos los candidatos… Pero, quizás, esa mochila de bonhomía que porta Casado, en un mundillo donde los políticos solo piensan en sí mismos y mienten descaradamente un día si y otro también, pueda parecer un hándicap para él, cuando debería ser considerada como una gran virtud. Si Pablo Casado es capaz de hacer una autocrítica real sobre lo ocurrido, si se deja asesorar por auténticos expertos en materia de comunicación, si toma nota de los errores cometidos… encontrará conclusiones positivas y hallará soluciones de cara al futuro inmediato (las próximas elecciones autonómicas, municipales y europeas) para revertir, al menos en parte, la situación. Y, desde luego, es a él, y solo a él, a quien corresponde poner rumbo a la nave de su partido, ahora que ha encallado y las primeras ratas asustadas saltan por la borda abandonando el barco. Un líder es reconocible por sus hechos (el carisma es para los populistas, igual que la demagogia), y Casado ganó al “establishment” de su formación política las primarias a la presidencia del PP tan solo hace unos pocos meses. Toda una proeza. No se olvide.
