Jesús Vidal Chamorro (Madrid, 6 de mayo de 1974), obispo de Segovia desde enero del presente año, es un hombre tranquilo, de mirada serena y conversación sostenida. Afirma que “Dios nos ha dado dos orejas y una boca para que escuchemos el doble de lo que hablamos. Lo primero es escuchar, porque debajo de cualquier reivindicación siempre hay algo”, y suele predicar con el ejemplo. Sin rehuir un solo tema de conversación, ofrece su visión de la Iglesia, de su presente y de su futuro.
P.¿Qué percepción tiene de la diócesis de Segovia tras varios meses en el cargo?
R. Por un lado, veo una sociedad viva, la sociedad segoviana, hecha de personas buenas, honradas, con mucho amor a la tierra, pero a la vez también con mucho deseo de crecer, de desarrollarse. En la parte eclesial, veo una Iglesia muy viva, aunque numéricamente sea pequeña, pero que en proporción a la población sí tiene una buena implantación, un buen arraigo y una presencia viva con deseo de seguir llevando el evangelio a todos.
P. Segovia tiene una población envejecida, y hay también una despoblación en el mundo rural. ¿Esta situación supone un doble reto para la Iglesia?
R. España tiene una población envejecida, creo que no es un problema exclusivo de Segovia. Por un lado la Iglesia tiene que seguir acompañando a las personas mayores en el trayecto en esta etapa de su vida. Y a muchas de estas personas que quedan en las zonas rurales, la Iglesia tiene que hacer un esfuerzo para seguir acompañándolas con las posibilidades que tenemos ahora. Y además, hay que favorecer que, en lo que la Iglesia pueda, se anime al tejido social que permanezca también en estas zonas rurales que tienen muchas posibilidades, y más hoy con las opciones que nos dan todas las redes de comunicación que consiguen que mucha gente pueda compatibilizar su día a día con una vida más sosegada.
P. ¿Tiene el obispo alguna prioridad, una hoja de ruta en la que se haya marcado algo en lo que haya que incidir?
R. Esto no es una prioridad específica de Segovia, es la prioridad de la Iglesia en España. Desde la Conferencia Episcopal estamos profundizando en lo que es, por un lado, la conversión pastoral, atender a las personas que tenemos para poder seguir acompañando y anunciando el Evangelio.
En segundo lugar, debemos ayudar a la gente a descubrir que la vida es vocación, que es una llamada y que uno tiene que responder. Y en tercer lugar, la Iglesia no puede dejar de mirar a las necesidades de este mundo. Vemos la falta de vivienda, el sufrimiento de muchas personas inmigrantes que llegan y les cuesta integrarse, o personas con gran capacitación, que podrían integrarse y sumar mucho en nuestra sociedad y mucho más porque son jóvenes, familias jóvenes que vienen con niños y podrían aportar mucho. Debemos ver si podemos ayudarles a esta integración, y también valorar y tratar de paliar la situación de las personas con discapacidad, la situación de los enfermos, las situaciones de pobreza.
P. En su toma de posesión, pronunció palabra ‘todos’ tres veces seguidas. Y es que la Iglesia tiene que ser de todos, pero no parece que sea tan sencillo…
R. Está en la voluntad de Dios el crear la Iglesia como un pueblo que abrace a todos los pueblos. Este mensaje quiere abrazar a todos, pero al mismo tiempo requiere en la persona la acogida de este mensaje y por lo tanto una transformación también del corazón y de la vida.
Cada vez más personas descubren que se sienten que forman parte del camino de la Iglesia. La Iglesia no somos sólo los sacerdotes y los obispos, somos todos los fieles. Hay que encontrar estas formas de participación.
P. ¿Y de ahí que sean fundamentales los laicos para una comunidad como la de Segovia?
R. Son fundamentales para toda la Iglesia en cualquier sitio, para empezar porque el mayor porcentaje de fieles de la Iglesia son los laicos. Es misión del obispo y de los sacerdotes que les ayudemos a descubrir que forman parte de la Iglesia y que también están llamados a vivir un camino de discipulado y de anunciar el Evangelio en el mundo. La misión de los laicos es hacerlo en el mundo, en sus familias, en sus trabajos, allí donde ellos están desarrollando su vida.
“Hoy el sacerdote ha de ser un hombre con una verdadera experiencia de fe, que sea capaz de acompañar a otro”
P. En una sociedad en la que parecen escasear las vocaciones, ¿qué perfil deben tener los nuevos sacerdotes?
R. El sacerdote ha de ser un hombre con una experiencia real de Jesucristo que le transforme la vida. Podríamos resumirlo como un hombre enamorado, realmente enamorado, que viva de verdad. Ser sacerdote no es un trabajo más, no es algo con lo que uno pueda ganarse la vida. Es vivir la experiencia del encuentro con Jesucristo que te llama a vivir dentro de la Iglesia como bautizado haciendo un servicio concreto que llamamos ministerio, y ayudar a los demás cristianos a vivir esta vida. Por eso el sacerdote ha de ser una persona que tenga una verdadera experiencia de fe, y que, en respuesta a esta fe, sea capaz de acompañar a otros. Uno de los rasgos fundamentales que pedimos a los sacerdotes es la capacidad para generar comunidad, para hacer que cada uno viva aquello a lo que está llamado.
P. ¿Cuál es la situación de la Iglesia en España?
R. Creo que estamos en un momento muy bonito por esta conversión pastoral que decía, donde se está reavivando mucho el deseo de vivir una vida cristiana de verdad, hasta el fondo, no meramente formal. Hay un deseo muy grande y una sed en el pueblo en general que se percibe en una cierta revitalización de todo lo que significa la devoción popular, respondiendo a un deseo de espiritualidad que el hombre tiene.
La experiencia de Jesucristo tiene un reflejo social. Uno no puede mirar al que está al lado de la misma forma, sino que tiene que buscar la forma de ayudarle y de generar estructuras sociales en torno a la familia, al vecindario, a la empresa, donde haya verdaderas relaciones de caridad que nos ayuden a crecer.
P. La sociedad no ayuda…
R. La sociedad de hoy está polarizada y dividida. La misión de la Iglesia es la de generar estructuras de comunión que se fundamenten primero en el reconocimiento de la verdad. Es importante volver a valorar la sencillez de la verdad, que tú yo podamos mirar por la ventana y decir ambos “hoy es un día soleado, estamos en comunión”. Si yo digo, “hoy es un día soleado”, y tú dices, “pues no, yo creo que está nubladísimo”, no habría manera de generar una relación de comunión entre tú y yo. Creo que la verdad es un elemento básico y principal para generar la comunión entre personas, para que nos ayudemos.
P. Ahí entramos en el problema de versiones, porque la verdad es una, pero las versiones pueden ser distintas.
R. Tenemos que distinguir la diferencia de expresiones que se refieren a una misma realidad. El punto de partida es reconocer que hay una verdad que es la realidad que está fuera de nosotros, que tenemos un acceso limitado a esa verdad y en ese acceso limitado es cierto que puede haber distintas aproximaciones, pero al final tenemos que encontrarnos.
P. Acompañamiento a los jóvenes. ¿La Iglesia ha logrado que cale su mensaje?
R. Es cierto que todavía hoy la figura del Papa, con la línea que marcó San Juan Pablo II, sigue siendo un referente para muchísimos jóvenes que, igual que entonces, buscan figuras de referencia que les ayuden a desarrollar el camino de cada uno. Pero necesitan esta imagen y ahí surgió la la figura del Papa. Fue San Juan Pablo II, lo fue Benedicto XVI, lo fue el Papa Francisco con los encuentros de jóvenes, y yo estoy seguro de que el Papa León XIV también lo será, y lo veremos en el Jubileo en Roma este año de la diócesis, con la peregrinación que organizamos, a la que vamos 100 jóvenes en dos autobuses. Estoy seguro de que tendrán una experiencia de encuentro con esta figura del Papa que hace presente hoy a Jesucristo de una forma sacramental en medio de nosotros.
El joven necesita ser escuchado para que pueda expresar los deseos, los miedos, las preocupaciones, las inquietudes que tiene en el corazón, para que la Iglesia pueda darle una palabra que le sirva de orientación. Creo que es importante que los sacerdotes tengamos muchos encuentros personales con los jóvenes, pero no para adoctrinarles, sino para escucharles, para ver cuáles son las necesidades, los deseos, la sed que tienen en el corazón que todo joven tiene. Si un joven no tiene sed, es que no es joven. Así que debemos escucharles, para después ofrecerles la palabra que nosotros tenemos que es Jesucristo.
P. ¿Alegra saber que se ha generado una corriente favorable acerca de la elección de León XIV como Papa?
R. Es algo bueno que la elección haya tenido tan buena acogida, y agradecemos a los medios de comunicación que al menos tengan este punto de partida favorable, porque si ya empiezas con el marcador en contra, luego hay que remontarlo y no es fácil.
P.(…)
R. Evidentemente al final el Papa lo que enseña es la tradición de la Iglesia, la tradición de Jesucristo y no va a cambiar todas las cosas, algo que a veces con el Papa Francisco llevó a algunos a sentirse un poco frustrados. La Iglesia es lo que es, enseña lo que enseña, puede ir modulando su lenguaje para explicar más adecuadamente sus respuestas a las preguntas del hombre de hoy, pero al final el Papa va a mantenerse en esa tradición.
P. Así que no es tanto una evolución como una modulación del mensaje.
R. Eso es. Es una modulación en la comunicación del mensaje, que es el mismo. Nosotros decimos que la revelación termina con el último de los apóstoles. Con ellos concluye, por así decirlo, la entrega. Pero se trata de un tesoro que está sin desarrollar, un regalo que está sin abrir. ¿Qué es lo que hace la Iglesia? Pues a lo largo de la historia, conforme a la cultura y al desarrollo de los hombres a los que habla, la Iglesia lo que va es abriendo ese regalo, subrayando más unas cosas, desarrollando más otras. Esto es lo que se vivió en el Concilio Vaticano II que fue una renovación de la comunicación. No se cambió la tradición, sino que se renovó para un nuevo anuncio. Y en ese proceso estamos.
P. La Iglesia y sus tiempos…
R. Pensemos que entre el Concilio de Trento y el Concilio Vaticano II hay 400 años de diferencia. La Iglesia lleva tiempos largos, no somos como el mundo actual, en el que se responde rápidamente. Siguiendo una línea paralela, pensemos en lo que fue el Concilio de Trento y su posterior desarrollo, porque de ahí nacieron santos como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Juan de Ávila, San Ignacio de Loyola… personas que en aquel tiempo fueron muy modernas y que hoy para nosotros son grandes. Pues estamos en un tiempo que podríamos decir es semejante a aquel.
P. El Papa Francisco habló mucho de la Iglesia sinodal. ¿Cómo se traslada a una diócesis?
R. A través de la participación. La clave de la Iglesia sinodal es la escucha para la participación. Hay un proceso en el que la forma de participación es la escucha, de tal manera que uno pueda expresar lo que ve, porque al final el Espíritu Santo habla a través de todos con esa sinfonía de voces. Creo que la clave de la sinodalidad es la participación, encontrar formas concretas en las que los fieles perciban que son escuchados, aunque eso no signifique que el resultado de una decisión sea una votación o que el método para alcanzar el mejor resultado sea una votación, pero sí que tiene que haber una verdadera escucha. Si hay una verdadera escucha, la persona sabe que tiene participación.
P. ¿Puede poner un ejemplo?
R. Sí. En la diócesis hemos afrontado una renovación del equipo de gobierno. Yo he hecho un proceso de escucha y a todos los sacerdotes, a muchos laicos y a muchos consagrados les he preguntado. Ayer me decía un sacerdote, “no sé lo que va a decidir usted, pero lo que decida estará bien porque sabemos que nos ha escuchado”. Y es verdad, seguro que mucha gente pensará que mi decisión no es la que ellos habían puesto, o sí, o que no ha sido una votación. Pero sinceramente creo que la gente va a percibir es que se les ha escuchado. Y si no, espero que me lo digan para poder revisar y volver a cambiar.

P. Pero la decisión es una.
R. Cierto. Porque la responsabilidad al final es que hay una palabra de unidad. Y esto es misión del obispo, pero no puede ser un déspota, sino que debe servir a la unidad. Por eso es muy importante que haga esta escucha al pueblo de Dios y escuche a Dios también en su propia experiencia. Y en ese diálogo todos se sienten parte.
P. Da la impresión de ser una persona que escucha mucho. Y mucho tuvo que escuchar cuando, apenas llegado al cargo, se encontró con un problema que aunaba tantas sensibilidades como lo que sucedió en Sotosalbos.
R. Muchas veces se dice que Dios nos ha dado dos orejas y una boca para que escuchemos el doble de lo que hablamos. Lo primero es escuchar, porque debajo de cualquier reivindicación siempre hay algo. Muchas veces es un dolor, una herida, una falta de comprensión. Y uno no puede dar una respuesta que sea de comunión si no descubre antes cuál es la herida, cuál es la rebeldía, cuál es la cuestión que hay debajo. Cuando uno escucha esta cuestión que hay debajo, entonces puede modular su respuesta de tal manera que pueda poner una palabra de unidad y de verdad. Uno no se inventa la tradición, pero es preciso que la otra persona sienta que se le ha escuchado, que se ha entendido el sufrimiento que tiene. Un médico puede coger a un paciente, verle y darle una receta, o puede también escucharle. Y es posible que al final la receta que le vaya a dar sea la misma, pero uno se ha sentido escuchado por el médico y ha visto que el médico le ha prestado atención y así recibe esa receta de otra manera.
“La mujer ha sido protagonista desde el inicio del cristianismo. Hay que escuchar más voces femeninas en la Iglesia”
P. La inclusión de las mujeres de la Iglesia ha ido cogiendo más peso y más presencia, pero quizá todo en la Iglesia vaya un poco más pausado de lo que la sociedad puede esperar.
R. La Iglesia tiene que crecer en la reflexión y en el desarrollo práctico de la presencia de la mujer, pero no desde la forma de ejercer el servicio de la autoridad en la Iglesia, sino como una cuestión de descubrir el lugar que la mujer tiene en la Iglesia, que no es una sociedad como una empresa o como el Estado donde se estructura la paridad en el poder, porque la Iglesia no se ha generado una estructura a sí misma, sino que ha recibido una estructura. Jesucristo, que era varón, dio a los apóstoles, que eran varones, esta misión.
Pero la mujer tuvo también un papel muy importante desde el principio y esto el Papa Francisco lo ha subrayado mucho. La primera testigo de la resurrección fue una mujer, cuando en el tiempo de Jesús el testimonio de las mujeres no era válido. ¿Por qué entonces Jesús se aparece resucitado primero a una mujer a la que los apóstoles no creen? Eso es una pequeña bofetada que los obispos nos encontramos en el Evangelio para que tengamos cuidado con no escuchar a las mujeres.
P.(…)
R. La clave está en descubrir cuál es el verdadero papel de la mujer, pero no a través de las estructuras de la paridad, que sería el lenguaje del mundo, sino desde la estructura de que cada uno tiene su papel y su lugar. A la pregunta de ‘¿quién manda en casa, papá o mamá?’ se responde que ni papá ni mamá. Alguien al final tiene que tener una última palabra o se ponen de acuerdo. La Iglesia es también una estructura en la que uno tiene que escuchar. Mal obispo sería si tomara decisiones sin haber escuchado a algunas mujeres dentro del entorno. Gracias a Dios, en la curia tengo muchas mujeres a las que escuchar, y tal vez por donde tengamos que crecer es por el lado de que haya más para que el obispo pueda escucharlas más.
P. La labor de Cáritas sigue siendo indispensable. ¿Hay algún medio de poder apoyar más?
R. Claro que sí, porque las necesidades son muy grandes, pero nuestros recursos son muy limitados y vienen a través del marcar la X en la casilla correspondiente de la declaración de la renta. Es muy importante que la gente vea que verdaderamente se hace mucho con una pequeña X, y que a la gente no le cuesta nada, esto hay que explicarlo muy bien, porque ni le van a devolver menos, ni le van a quitar más. Destaco la campaña que hecho la diócesis con el Congreso Episcopal este año, llevando a personas concretas a lugares concretos. La gente se ha asombrado de cuánto bien hace la Iglesia para las personas. Porque se llega, realmente llega. Por lo tanto yo invito a la gente a marcar esta X, porque es ciertamente la parte más democrática de nuestros impuestos. Que la gente valore lo que hace la Iglesia, pero que lo conozca, y vea que lo que hace es mucho. Igual que uno se lee los programas de un partido antes de votar, o ve algún debate, que la gente vea lo que hace la Iglesia y responda.
Y en segundo lugar, con donaciones particulares que son también necesarias que puedan ayudar a Cáritas a seguir desarrollando su misión porque al final las necesidades son muchas pero Cáritas también necesita una estructura que requiere de unas nóminas y unos sueldos.
P. A veces se tiene la sensación de que Cáritas ‘compite’ con los servicios sociales, pero la realidad es que todo suma.
R. Es que hay una verdadera colaboración. Desde los servicios sociales muchas veces se deriva a gente a Cáritas porque tiene una capacidad y una red a través de las parroquias. Cáritas llega a todas las parroquias, y no creo que haya ninguna institución en Segovia que tenga tantas sedes como tiene la Iglesia. La capacidad de arraigarse y de extenderse de forma capilar por todo el territorio de la Iglesia es muy grande. Toda colaboración es buena y cada uno tiene que ver cómo colabora y a través de dónde lo hace. La Iglesia tiene a Cáritas, que es una entidad transparente, que tiene sus auditorías en la que se ve que todo el dinero que se da realmente va donde tiene que ir, que es al servicio de los más pobres.
P. Los nuevos modelos familiares son una realidad. ¿Cómo se asume desde la Iglesia que, por poner un ejemplo, dos papás, o dos mamás, quieran bautizar a su hijo?
R. De dos formas. En primer lugar desde el reconocimiento de que existen diversos modelos de convivencia. Nosotros no diríamos modelos familiares porque entendemos que la familia es una, porque la familia basada en el matrimonio cristiano, que es el matrimonio natural, requiere la alteridad de varón y mujer, requiere la estabilidad y requiere la unidad. A nosotros, por ejemplo, nos extrañaría que ahora el Estado asumiera como válida la poligamia y no sé si socialmente lo aceptaríamos. Entendemos que en el matrimonio es importante la unidad, y para la Iglesia también es un valor esencial la alteridad, que sea entre hombre y mujer, y la fidelidad, que sea de una forma permanente. Por lo tanto la Iglesia tiene estas notas del matrimonio cristiano, que es el modelo que propone porque es el que ha recogido la tradición y cree que es el que verdaderamente es el mejor para la persona.
Y en segundo lugar, acogiendo. La Iglesia no mira cuál es el modo de convivencia de la persona que viene a bautizarse o a bautizar a un hijo suyo, porque acoge a la persona. Pero si la persona quiere venir a entrar en la Iglesia o a que su hijo entre a través del bautismo, también tiene que acoger el modelo que la Iglesia presenta. La Iglesia no le juzga, pero tampoco puede querer cambiar a la Iglesia y lo que ésta presenta. Cuando uno entra en un lugar, en cierta manera tiene que aceptar que al menos las personas que viven en este lugar crean en algo y manifiesten cómo lo viven. Por lo tanto, lo que nosotros pedimos es que no se tome esto como una lucha o se haga un escándalo de estas situaciones, sino que se vivan con normalidad. La Iglesia acoge y da los sacramentos, evidentemente a los niños siempre. Pues habrá que buscar padrinos que puedan dar testimonio y que vivan de forma coherente con la propuesta que hace la Iglesia para que puedan acompañar a estos niños.
