Hemos perdido su eterna sonrisa, pero no su recuerdo. Nos partió el alma aquel maldito día cuando su arrojo la llevó al suelo en Calgary apartándola de la historia. Resignada, vio esfumarse un oro que tenía al alcance de la mano…pidió cara y salió cruz. Tras este revés que le costó asumir, decidió vengarse de aquella zancadilla que el destino le puso en la pista, volviendo cuatro años después para desquitarse en la misma prueba y en el mismo país. Y así fue, un día de febrero, de nuevo afrontaba los metros que la separaban de la gloria, esta vez no iba a fallar. Decidida, salió al encuentro de las puertas, esquivando una tras otra. Espoleada por los gritos de ánimo que llegaban desde la meta donde sus incondicionales agitaban la bandera de España, cruzó la línea y no pudo contener las lágrimas de emoción, al igual que ocurría en Cercedilla, a más de 8.500 kilómetros de distancia. Blanca acababa de entrar en el olimpo de las elegidas por méritos propios. Después decidió retirarse. A partir de ahí inició otro eslalon, más difícil, el del olvido injusto que la relegó a la desventura, algo que jamás debió suceder. La vida continuó poniéndole trabas que fue sorteando con decisión, Paco, su hermano, fue desde algún lugar su guía, pero no pudo evitar que se cerraran muchas puertas, muy diferentes a las que había vencido allá en Albertville. Ahora sus cenizas descansan a poca distancia de aquí, en su Sierra. La reina ha muerto ¡ viva la reina!
