Quién nos iba a decir que en estas fechas de Dios, o del demonio, nos íbamos a encontrar luchando contra un monstruo sin piedad, constreñidos en nuestras casas, sin poder pisar la calle en libertad; y, lo que es peor, viendo a muchos congéneres finalizar su estancia entre nosotros. Yo tenía que hablar de deporte; así, puro y duro, sin adjetivos, pero no puedo. En mi soledad entre cuatro paredes, soy incapaz de abstraerme por el acoso de los que me rodean: whastsapp y comunicados oficiales. El silencio solo está en la calle, roto por algún atrevido con un perro de peluche; o por un octogenario, no menos valiente, con una bolsa para el pan. Y todos nos preguntamos ¿cuánto puede durar este asalto de un sicario vírico? Y nadie nos puede responder porque ese bicho no lo conocíamos, y nos enganchó por sorpresa. Esa es otra incertidumbre que nos lastima.
Recapacito instintivamente y asevero: yo no deseo hablar de ese bicho maldito; por tanto, tachen lo descrito anteriormente. Ustedes se merecen algo mejor para pensar que vamos a ganar este partido; porque, con valentía, fortaleza y constancia somos un pueblo que ha demostrado en su historia salir airoso de muchos trances.
Siendo obedientes con las recomendaciones que nos dictan, pintaremos la calle de verde esperanza, y veremos de nuevo a los peques en los campos de fútbol; que, jugando, sueñan con Messi o Ronaldo; y oiremos los aplausos a los medio-maratonianos sudando por la alameda del Parral, o el cante de los goles en La Albuera por la Gimnástica, o los ánimos de un pueblo pegado a un equipo de primera, como el Balonmano Nava; o las ganas de vencer de un pueblo serrano como La Granja, o la dignidad de unas chicas compitiendo en el Perico, como las del Unami; o los sueños de Javi Guerra y David Llorente en las olimpiadas; o los hombres y mujeres que, ataviados con una camiseta de mil colores, salen a esa calle repleta de gente para andar, andar y andar en busca de una sencilla felicidad. Y la vida seguirá…
