En Segovia solemos acuñar el concepto «milagro» cuando nos referimos al éxito más allá de las fronteras provinciales de uno de nuestros deportistas. La referencia para utilizar tal vocablo tiene que ver con los pocos que somos, la escasez de infraestructuras – proporcional al número de población – y la dificultad de las competiciones en cualquier modalidad y categoría. Creo que fue al entrenador de fútbol sala Miguel Rodrigo al primero al que escuché lo del «milagro deportivo» en relación a alguna gesta del CD La Escuela. Nadie se lo tomó como algo peyorativo. Al revés.
Cuando tienes menos medios que la mayoría de tus oponentes, o cuando no hay tradición en tu zona de influencia de la práctica deportiva en la que destacas, podemos hablar de «milagro», pero eso no significa que no haya trabajo detrás, sacrificio, esfuerzo, pasión y una determinación extraordinaria. Por eso creo que la presencia del Viveros Herol Balonmano Nava en la élite mundial es un milagro maravilloso; y que el subcampeón del mundo de piragüismo David Llorente alcanza la excelencia en su deporte amparándose en docenas de milagrosos descensos. No le hago de menos a Lara García cuando digo que es una gesta extraordinaria cada combate que gana, y no ofendo a Luis Alonso – un titán de las carreras más extremas – si afirmo que es un milagro que alcance logros mayúsculos con las rodillas según las tiene.
Estamos en un tiempo de titulares pomposos y de crítica maleducada en redes sociales, y los deportistas y sus entrenadores se someten a un examen constante de cara a la opinión pública. En estas circunstancias y cuando el resultado no es bueno, lo fácil es atacar al periodista porque utiliza una terminología con muchas acepciones. Quizá deberíamos todos ir más allá de los titulares y pasar al cuerpo de las crónicas, donde suelen encontrarse las explicaciones. Una cosa es leer y otra comprender lo que se lee. De los que ‘juntan’ letras y se autoproclaman periodistas o escritores les cuento otro día.
