Si algo tiene este invierno que no lo es tanto, es que proliferan los alarmistas, los que aprovechan los malos resultados para juzgar de manera sesgada, y a veces furtiva, las trayectorias de los equipos segovianos. En estas circunstancias, y a falta de más de dos meses de competición en la mayor parte de los casos, ya he leído y escuchado que la Gimnástica no asciende, que el CD La Granja y el Naturpellet Segovia van a bajar – estos últimos incluso a desaparecer – y que lo del Viveros Herol Balonmano Nava es flor de un día. Pues nada, que no se juegue más.
Lo que más me molesta no es la opinión en sí misma de cada cual – faltaría más – sino que para manifestar esa opinión que nadie ha pedido en la mayor parte de los casos, entra en juego una tozudez muy segoviana enrocada en argumentos basados en la ignorancia o la envidia. Los críticos, además, no suelen aportar soluciones a los supuestos problemas, lo que reafirma mi teoría de la destrucción y el desgaste como leit motiv de los beligerantes.
Salvo en Nava que van a lo suyo -Borja, prepara el tractor- es verdad que el resto de equipos de referencia van algo, digamos, a trompicones. Si analizamos los casos de manera individual, podemos encontrar motivos para la esperanza más que suficientes sin esforzarnos mucho. Pero eso conlleva esfuerzo, sensatez y ciertas dosis de confianza. Y eso no mola nada.
Los meses de marzo y abril son clave para la resolución de las temporadas y hay margen en todos los casos planteados. Nos encontramos en una provincia en la que, salvo en contadas excepciones, el tejido empresarial no ayuda al deporte y los recursos económicos les llegan a los clubs de subvenciones, pequeños patrocinadores y los aficionados.
Nuestros equipos compiten en inferioridad de condiciones en buena parte de sus compromisos y lo hacen con dignidad, y dejando bien alto el pabellón segoviano. Con eso nos debería bastar, salvo que queramos ganar, ganar y volver a ganar, que decía Luis Aragonés. Si ese es nuestro objetivo, nos centramos en el Barça y dejamos de sufrir. El que no confíe, que se baje del barco. Y que no moleste.
