La Gimnástica Segoviana se ha topado con la cruda realidad deportiva después de hacer un ejercicio de impotencia goleadora en su partido ante el Villarrobledo del pasado sábado. La eficacia ante el marco contrario, uno de los fuertes del equipo, quedó en evidencia ante los manchegos que defendieron con orden – y algo de fortuna – su ventaja del partido de ida, y además supieron amortizar una de las escasas ocasiones que tuvieron.
Si hablamos de merecimientos, la Segoviana debió pasar la eliminatoria, sin duda, pero la justicia deportiva puede llegar a ser extraordinariamente esquiva, y con un sistema de ascensos a Segunda B como el actual en el que hay que lanzar la moneda al aire seis veces – salvo que seas campeón de grupo – y que en todas ellas salga cara, diez minutos de zozobra te mantienen en el pozo de la Tercera.
Aunque el objetivo marcado por el club no fue otro que el ascenso, es necesario un análisis exhaustivo para evaluar la campaña. El esfuerzo de la directiva por otorgar de estabilidad acabando con la histórica deuda, o la asunción de la cantera del Segovia Futsal, son factores a tener en cuenta para valorar lo importante: el club tiene presente, y también futuro.
Las 3.000 personas que abarrotaron La Albuera, gracias a la titánica gestión con las gradas supletorias, salieron del campo contrariados por la derrota, pero orgullosos de los jugadores. Nunca la Gimnástica tuvo una base tan sólida de la que partir para su desarrollo y expansión. Seamos ambiciosos y pensemos a lo grande, porque la Sego es un club superviviente, y sus aficionados se merecen soñar.
Es el momento de que los 3.000 que estuvieron en La Albuera el sábado demuestren que quieren volver al campo antes del próximo mes de junio, porque esperar a que llegue ‘el día D’ para apoyar a su equipo no es justo. De ellos – de los 3.000 – depende el crecimiento de la Gimnástica. En ellos se fundamenta que Segovia sea noticia, además de por los turistas o el cochinillo, por su equipo de fútbol.
