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Jardiel, la amistad y el diluvio

por Luis López
26 de julio de 2023
en Tribuna
LUIS LOPEZ EL ESPINAR ok
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Jardiel Poncela junto con Mihura, Neville, Tono, López Rubio… pertenecen a la llamada “otra generación del 27”. Son escritores que colorean su obra de agudezas e ironías pero que, sin embargo, no tuvieron el reconocimiento que otros autores coetáneos. Pertenecen a una generación de escritores que abrazan el sentido del humor como forma literaria. Jardiel, por su parte, es un autor cimero de esta escuela del humorismo vital engarzado a tiempos de penuria. Su obra se movió entre sonados fracasos —se le acusó de misógino— y notables éxitos como la concesión del Premio Nacional de Teatro en 1946. ¿Misógino? Jardiel es el reflejo de su tiempo. Esgrime la crítica social desde la sonrisa, encapsulando el pesimismo en un sentido del humor que, en muchos casos, nace de la necesidad y de una picardía que pone a la mujer, su entorno y las relaciones con el hombre como centro de sus comedias, pero siempre teniendo presente que la mujer es un “elemento indispensable para la respiración”.

Y Jardiel llegó a San Rafael. Probablemente recomendado por uno de sus mentores, Ramón Gómez de la Serna –de intensos lazos familiares con esta sierra- Jardiel Poncela trae a los suyos a veranear en 1927. Está en un momento de catarsis literaria y sin una peseta en el bolsillo. En la introducción de su obra “Usted tiene ojos de mujer fatal” lo recuerda así: “Finalizaba junio. Me quedaban unos cientos de pesetas. Muy pocos, y a mi alrededor, el vacío, la nada. En vista de ello, llevé a la familia a veranear a San Rafael, entregándole todo el dinero de que disponía y me instalé solo en Madrid, sin un céntimo. No sabía nunca de qué iba a vivir al día siguiente…”

La inspiración de lo que él denominaba sus “juguetes cómico-líricos” le asaltaba en las terrazas de los cafés. Y en aquellos veranos de San Rafael también el pueblo contaba con terrazas y cafés. Zonas de tertulia y esparcimiento estival donde socializar; donde ver y ser visto. El autor, bien podría haberse sentado a escribir en Casa Roque que se localizaba en el solar que hoy ocupa el jardín del Terpa o en la afamada terraza del Álvarez —visitada por el rey Alfonso XIII y el general Primo de Rivera— o en la terraza de Valentín (Ferretería Ferluy), en Regina (edificio del Orly) o en Serracín (piscina municipal). Dice Gómez de la Serna que el listado de cafés en los que escribía sus obras es enorme. Y así, entre los meses de abril y Julio de 1929 escribe en el Café Gijón de Madrid y en San Rafael su obra “¡Espérame en Siberia, vida mía!” cuyo título primigenio era “Un asesinato baratísimo”. El autor fecha así el texto: “Madrid-San Rafael-Madrid. Del 1º de abril al 20 de Julio de 1929. Siglo XX de la Era Cristiana” Al igual que Alberti o que Menéndez Pidal, Jardiel buscaba la sombra de las zonas arboladas y el aire fresco de San Rafael para escribir su obra.

Durante sus veranos en San Rafael, a finales de los años 20, observa una sociedad juvenil burguesa, decadente, sin estímulos y de ello extrae sus mordaces gotas de humor. A fin de cuentas, como él nos recuerda, “La juventud es un defecto que se corrige con el paso del tiempo”. Retrata una juventud acomodada que, a medio camino entre la ignorancia ortográfica y la desidia absoluta, veraneaba en aquella pequeña Suiza del incipiente San Rafael de 1927. Así lo relata: “Querida Puqui. Aquí plan ostrícola, ¿sabes?, y eso que hacen berbenas y hechan funciones de teatro, pero todo en virria ya supondrás. Mucha gente eso sí pero, pollos peras y chicos chanchuyo chachullo casi todos. Bajamos a los pinos a adelgazar. Figúrate como no se iba a declarar el harquitecto… Bajaré a la estación, aunque aquí en lugar de bajar ay que subir a echar esta y a ver pasar el correo. Porque esta es una de las mayores distracciones (sic)” Ya ven ustedes, ¡c´est la vie!.

Su paso por San Rafael fue fugaz. Murió con 50 años, arruinado y abandonado por muchos de sus amigos. Él mismo lo señala con decepción: “La amistad es como el diluvio universal; todo el mundo habla de ella, pero nadie la ha visto”.

Sin duda no se le puede reprochar un sarcasmo precursor del humor absurdo; pidió que en su lápida se escribiera: «Si buscáis los mayores elogios, moríos». Sencillamente genial.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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