Israel intenta restaurar sus relaciones con Turquía mediante una campaña diplomática lejos de las miradas de los periodistas, pero consciente de que el romance de los 90 no se repetirá sin cambios políticos locales de alcance regional. La iniciativa, que se desarrolla en paralelo al anuncio por grupos turcos de nuevas flotillas para romper el bloqueo en Gaza, corre por cuenta de Uzi Arad, hombre de confianza y asesor en seguridad del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu.
Desde antes del trágico abordaje israelí a la Flotilla de la Libertad, en el que murieron nueve activistas turcos, Arad mantiene contactos con asesores personales del primer ministro Recep Tayyip Erdogan y del ministro de Exteriores, Ahmed Davutoglu.
Según informaciones publicadas en el diario Yediot Aharonot, los contactos «no han dado ningún fruto por el momento», pero continúan con la intención de que no se produzca una «desconexión absoluta», en la creencia de que ninguna de las dos partes está interesada en ello.
Las relaciones políticas y diplomáticas entre Turquía e Israel se remontan a 1949, pero solo comenzaron a transformarse en una alianza militar y económica a partir de 1992, con intercambios comerciales del orden de los 3.500 millones de dólares y un masivo turismo israelí (más de medio millón de personas al año).
Dos semanas después del abordaje en aguas internacionales, la insistente demanda otomana de que Israel pida perdón por la muerte de los activistas y someta el asalto a una investigación internacional, hacen predecir en el Ministerio de Exteriores que, a corto y medio plazo, las relaciones seguirán al más bajo nivel.
Ankara, que llamó a consulta a su embajador en Tel Aviv el mismo día del ataque, «podría también romper los vínculos», prevén algunos diplomáticos.
Este pesimismo lo comparte Efraim Inbar, director del Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos de la Universidad Bar Ilán, para quien «el deterioro en las relaciones es una iniciativa que no tiene marcha atrás». «La postura de hostilidad adoptada por Turquía hacia Israel forma parte de una importante transformación de su política exterior… que la lleva a un distanciamiento de Occidente».
Inbar representa a una corriente mayoritaria en su país que cree que la orientación islamista de Erdogan, aunque moderada en un principio, está llevando a Turquía hacia la senda del islamismo radical de Irán, Sudán y el movimiento palestino Hamas, lo que intrínsecamente la aleja de Israel.
Ejemplos de la sensibilidad del primer ministro turco hacia esos Gobiernos y movimientos no le falta a esta corriente, que sostiene que solo la elección de un Ejecutivo laico en Ankara podría devolver a su sitio la ya desmoronada alianza con Israel.
Un argumento que a Alón Liel, ex director del Consejo de Relaciones Empresarial Turquía-Israel, le parece cuanto menos «infundado» porque olvida la historia de las relaciones bilaterales.
Liel, que fue jefe de la legación diplomática israelí en Turquía a principios de los ochenta y, veinte años después, director general del Ministerio de Exteriores, asegura que «desde siempre las relaciones mutuas han dependido de la coyuntura regional».
Una presentación cronológica de la evolución de las relaciones turco-israelíes y los principales acontecimientos en Oriente Medio desde hace 60 años, refleja claramente la interdependencia entre ambos, muchos antes incluso de que Erdogan llegara al poder en el año 2003.
«En noviembre de 2000 (dos meses después de estallar la Intifada de Al-Aksa) me advirtieron de que el romance no podría continuar si seguían viendo por televisión a nuestros soldados disparando a palestinos», recordó Liel hace unos días en un encuentro con periodistas. «La retirada de Gaza en 2005 -prosigue al apuntalar su teoría- volvió a relanzar las relaciones, y no con un gobierno laico (como en 2000) sino con el de Erdogan, que ese año visitó Jerusalén».
Poco después, en un hecho sin precedentes, Israel pidió al Gobierno islamista de Ankara que mediara en las negociaciones de paz con Siria, que no prosperaron.
Liel explica que la ofensiva israelí Plomo Fundido en Gaza en diciembre de 2008, en la que murieron unos 1.400 palestinos y que la capital otomana consideró injustificable, fue el comienzo de ese nuevo ciclo de deterioro en las relaciones bilaterales del que también forma parte la crisis en torno a la Flotilla de la Libertad. Precisamente, la investigación interna sobre ese abordaje ha concluido que los militares abrieron fuego real debido a fallos en la planificación y en la gestión de inteligencia.
Por otro lado, Israel autorizó ayer definitivamente el ingreso a Gaza de «todos los bienes y productos» civiles en una decisión que elimina gran parte de las restricciones a las que tenía sometida a la población palestina de la franja desde hace cuatro años.
