Ayer, el día en que se producían en Washington los contactos previos a las negociaciones para lograr la paz en Oriente Próximo que comenzarán hoy, Israel enterró a los cuatro colonos judíos que murieron el martes a manos del movimiento islamista Hamas y afirmó que el ataque que les costó la vida no frenará el diálogo. Además, horas antes de que arrancase el nuevo proceso, el ministro hebreo de Defensa, Ehud Barak, anunció que Jerusalén Este pasaría a estar bajo soberanía palestina en un eventual acuerdo que estaría basado en el principio de «dos Estados para dos naciones».
En declaraciones al diario Haaretz, Barak también aseguró que el objetivo de la negociación -primera de carácter directo entre ambas partes en casi dos años-, será «poner fin al conflicto y a la posibilidad de cualquier reclamación futura». El ministro adelantó que para ello ambas partes abordarán todos los «aspectos cruciales» del conflicto que les enfrenta.
Entre esos «aspectos cruciales» citó la seguridad israelí, la delimitación de las fronteras del Estado palestino, la solución al problema de los refugiados y resolver la disputa sobre Jerusalén, para muchos el nudo gordiano del problema.
«Jerusalén Oeste y los barrios judíos serán nuestros. Los barrios palestinos serán suyos», advirtió Barak, que precisó que «un régimen especial regirá en la antigua ciudadela», que alberga el Muro de las Lamentaciones y la llamada Explanada de las Mezquitas.
Incluido el arreglo sobre Jerusalén Este -que los palestinos exigen que sea la capital de su estado- el plan expuesto ayer por Barak es muy similar al que negoció en el año 2.000 como jefe de Gobierno en Camp David, también con mediación norteamericana. Aquella cumbre fracasó por el rechazo del entonces primer ministro hebreo a la exigencia del histórico líder árabe Yaser Arafat de que regresaran la totalidad de los refugiados palestinos desde la creación en 1948 del Estado de Israel.
El sucesor de Arafat y actual presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Abu Mazen, parece más proclive a un entendimiento sobre el problema de los refugiados, bajo la fórmula de que retorne un número simbólico y de que el resto reciba una fuerte compensación económica.
Como la de Camp David la nueva negociación afronta, no obstante, la oposición de los sectores radicales de ambas partes.
Poco después de reivindicar el ataque del martes en la ciudad de Hebrón, en la Cisjordania ocupada, portavoces del brazo armado de Hamas, las Brigadas de Al Qassam, avisaron de que ese tipo de acciones armadas podrían proseguir en el futuro.
Mazen asimismo se enfrenta a la oposición de varias facciones de su propio Gobierno. De este modo, medio millar de militantes de diferentes grupos integrados en seno de la ANP se manifestaron ayer en la ciudad cisjordana de Ramala para pedirle que se abstenga de emprender el nuevo proceso.
Por su parte, el funeral celebrado por los colonos judíos muertos sirvió para que los grupos israelíes radicales reclamaran al primer ministro, Benjamín Netanyahu, que no abandone la intransigencia ante las reivindicaciones palestinas, que incluyen que se mantenga la moratoria en la construcción de asentamientos en Cisjordania, que concluye el 26 de septiembre.
Entretanto, en Washington, el presidente de EEUU, Barack Obama, se reunió ayer por separado con Netanyahu y Mazen, con objeto de preparar las primeras conversaciones de paz después de 20 meses, tras la ofensiva israelí contra Gaza que interrumpió el diálogo en 2008.
En alusión al presidente palestino, Obama proclamó: «Tengo la mayor confianza en él y su fe en una solución de dos estados, según la cual el pueblo de Israel y los palestinos vivirán uno al lado del otro en paz y seguridad».
