El pasado sábado día 25 de febrero asistí con gran emoción al acto de inauguración del busto de Isabel La Católica en la Iglesia de San Miguel en Segovia.
El acto se celebró en la misma Iglesia donde la entonces infanta Isabel fue proclamada reina de Castilla el 13 de diciembre de 1474, en virtud del Tratado de los Toros de Guisando, tras la muerte de su hermano el rey Enrique IV.
Isabel de Castilla, digan lo que digan sus detractores si es que tiene alguno, es una de las mujeres más grandes de la historia universal. Ella fue la primera que promovió la participación de la mujer, creó leyes iguales para todos los ciudadanos, prohibió el esclavismo y legisló los matrimonios interraciales para que el hombre que fuera a América no pudiera dejar abandonada en España a su esposa. Además, bajo sus enseñanzas se otorgaron los primeros permisos de maternidad.
Isabel La Católica fue la primera estadista feminista, antirracista e igualitaria de la historia y durante su reinado no hicieron falta manifestaciones multitudinarias, colores ni pancartas como las del 8M reivindicando el papel de la mujer en la sociedad.
Mujer con una gran fuerza interior, montaba y cazaba, tenía gran afición por la gramática, la pintura, la filosofía o la retórica, conocía la historia como nadie y aprendió latín para saber lo que firmaba. En definitiva, una mujer que cinco siglos después sirve como ejemplo para todos, no así para el feminismo de Irene Montero ni su séquito de radicales que sólo generan odio y división.
Sirvan estas letras para conmemorar el reinado de una gran mujer como Isabel, en una semana donde el 8M de 2023 ha servido para demostrar el peligro que tiene el feminismo radical cuando legisla, ya que su ley ‘sólo sí es sí’ ha beneficiado a casi 800 violadores y ha sacado a la calle a más de 70. Por ello aún no han pedido perdón.
Isabel, con su ejemplo y determinación, mostró al mundo lo que una mujer es capaz de hacer sin que el hombre fuera demonizado, ambos, hombre y mujer, son complementarios.
Sin embargo, el feminismo radical de Irene Montero y su secretaria de Estado, Ángela Rodríguez, difundiendo cánticos miserables contra nuestro presidente Santiago Abascal y su madre el 8M, muestran la antítesis de lo que la reina Isabel mostró al mundo entero.
Lo único que les importa a estas feministas de Vanity Fair y su falsa revolución patrocinada por todas las grandes empresas del Ibex 35 es seguir recibiendo casi 600 millones de euros anuales para difundir odio y subvencionar a sus chiringuitos afines. Por supuesto, ese dinero no se invierte en ayudar a las mujeres que sí tienen problemas reales.
Uno de ellos, la inseguridad, lo ha provocado el Gobierno con la citada ley del “solo sí es sí” y también con la aprobación de la ley trans, que permite que no haya sitios exclusivos para las mujeres: ni cuartos de baño, ni vestuarios, ni competiciones deportivas. Es decir, han borrado literalmente a las mujeres. De hecho, Irene Montero no es capaz de definir qué es una mujer.
Cinco siglos después y ante la situación actual que estamos padeciendo añoramos con cariño el recuerdo de una mujer, Isabel de Castilla, que cambió el mundo y que debería ser referente de todas las mujeres españolas.
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(*) Diputado Nacional de VOX por Segovia.
