Entramos en la recta final del año. Diciembre es un mes muy intenso de comilonas, actividades, compras y muchos, muchos gastos. Empezaremos con el puente para coger fuerzas e ir preparando la decoración de trabajo y casa; seguimos con las reuniones que en esta época se suceden con amigos y compañeros de trabajo para, preferiblemente alrededor de una mesa bien surtida, festejar que hemos superado un año más, que nos queremos o lo que cada uno prefiera y, cuando nos damos cuenta de que no hemos sido afortunados con el premio gordo del sorteo más famoso del año, llegan ‘las fiestas’.
Pocos momentos como éste hay en los que todas las familias se reúnen; cuando eres pequeño es muy fácil porque te dicen dónde comes o cenas y con quién, pero según vas creciendo, llegan las familias políticas, tus propios descendientes, las pérdidas de los mayores y las rutinas cambian. A veces hay que hacer encaje de bolillos para cuadrar las fechas: como cenas en Nochebuena con la familia paterna, en Navidad la comida es con la familia materna y pasa lo mismo con Fin de año, Año Nuevo y Reyes, una locura.
Cada vez es más habitual encontrar quien desaparece en estas fechas; el núcleo familiar más o menos extenso o un grupo de amigos prepara un plan alternativo y, dejando la tradición a un lado, organiza una escapada a un entorno rural, a una ciudad o al extranjero. En nuestro municipio tenemos varias casas rurales, hoteles y hostales preparadas para recibir a quienes quieran un plan distinto, tranquilo y campestre y, si se animan, pueden participar en las muchas actividades que se están preparando.
