La bucólica y verde Irlanda posee múltiples atractivos de turismo rural, paseos culturales, escapadas gastronómicas e, incluso, quehaceres lingüísticos para acercarse unos días al país del trébol y conocer en toda su amplitud su capital cosmopolita, Dublín, sus gentes amigables o su campiña, repleta de suaves colinas y verdes atardeceres, sin olvidar sus famosos pubs y su más que reconocida cerveza, la Guinness.
La historia de Irlanda es la historia de un pueblo luchador y hecho a sí mismo. Un carácter amable y a la vez duro que se ha forjado en numerosas batallas y contiendas. Unas gentes que han tenido que emigrar y que se encuentran repartidas por todos los rincones del mundo, porque Irlanda es un país fuerte y los irlandeses un pueblo convencido.
El moderno Estado logró su independencia del Reino Unido en 1922, tras una guerra que acabó con la firma del Tratado anglo-irlandés, mientras que Irlanda del Norte ejerció su opción de permanecer en el Reino Unido. El nuevo país no tuvo relaciones formales con Irlanda del Norte durante la mayor parte del siglo XX, pero desde 1999 han cooperado en varias políticas en el marco del Consejo Norte-Sur, creado por el Acuerdo del Viernes Santo.
Una de las peores desgracias de la isla en su pasado reciente fue la escasa cosecha de patatas a mediados del siglo XIX, lo que provocó la Gran Hambruna en la que murieron por inanición más de un millón de personas. Tal circunstancia ocasionó un éxodo masivo de población irlandesa a otros países como Inglaterra, Canadá y Australia, pero sobre todo a EEUU.
Otro de los episodios negativos del territorio del trébol ha sido la actual crisis económica. Irlanda fue el primer país de la Unión Europea en sufrirla en 2008. Pero, tres años después, su PIB volvió a crecer un 1,4 por ciento.
Desde el punto de vista turístico, la isla verde ofrece al viajero numerosos recorridos y una amplia oferta cultural e histórica.
Eso sí, sus principales reclamos son sus ciudades. De norte a sur, desde Irlanda del Norte al sureño Cork, el país ofrece calidez, amabilidad y creatividad. Además, cada urbe posee distintas personalidades, como se puede comprobar cuando se explora la histórica y patrimonional de Belfast, se discute de literatura saboreando una pinta en Dublín, o se observa la grandeza de Cork.
Capital de las letras
Desde famosos escritores hasta las emocionantes vivencias de los vikingos, la capital respira Literatura con la obra de James Joyce o el lugar donde Bram Stoker, el autor de Drácula, vivió y estudió. El visitante también puede acercarse a las letras a través de la conocida ruta de los pubs literarios.
Otro de los atractivos de Dublín es su historia. Esta ancestral cultura se puede descubrir por medio de un didáctico paseo por la ciudad medieval, a través del apacible conjunto de pequeños callejones y calles anchas al sur del Liffey, en la Catedral de la Trinidad o en el castillo de Dublín.
La capital es una urbe estupenda para explorar a pie. De los elegantes parques de Iveagh Gardens y Merrion a la grandiosa arquitectura georgiana y cultura de cafés en las calles South William y Drury.
La magia
Uno de los elementos más mágicos de Irlanda es la Calzada del Gigante en Antrim, donde se mezcla tradición y subconsciente al mismo tiempo. El lugar es fruto de colisiones volcánicas, que ardieron y después se enfriaron, explican los expertos. Se trata de un legado de lava de 60 millones de años, con más de 40.000 columnas de basalto entrelazadas. «No es de extrañar que este lugar sea patrimonio de la Unesco, porque además de su belleza, la Calzada es el portal hacia el pasado más remoto de la Tierra», concluyen las mismas fuentes. Otro de los lugares mágicos del país son los acantilados de Moher.
Irlanda no se puede abandonar sin visitar un pub típico, con su música en directo, sus canciones tradicionales y la estrecha charla con algún personaje local. Sin olvidar la cerveza.
