Aun a riesgo de ser pesado, retomo el reciente episodio en el que padres de dos equipos de fútbol acabaron llegando a las manos. No como una anécdota aislada, sino como el síntoma de algo que, claramente, se nos ha ido de las manos.
El deporte en edades de formación debería ser un complemento fundamental a la educación que reciben los niños en el colegio, aportando habilidades y experiencias que no da el nefasto sistema educativo que tenemos. Muy lejos de eso, el deporte de nuestros hijos se ha convertido en un escenario donde los adultos olvidamos que no somos los protagonistas.
Como padre de jóvenes deportistas, he visto de todo en estos años de atrás: padres increpando, por supuesto a voz en grito, a árbitros y jugadores rivales, cuestionando las decisiones de los entrenadores y hasta recriminando a sus propios hijos por no coger un rebote o por mandar la pelota fuera. Como señalaba Javier Martín en esta sección, es más visible en el fútbol, pero yo creo que por una simple cuestión de probabilidad: en cada partido, se juntan treinta padres. Yo he visto en un partido de tenis, donde solo hay dos, cómo una discusión acababa ‘racionalmente’ a puñetazo limpio y con sangre. Literal, que dirían ahora.
Hemos convertido a los hijos en territorio sagrado: no se acepta el banquillo, la frustración, el conflicto, ni la contradicción. Queremos que transiten por un escenario idílico cuando la vida les va a ofrecer justo lo contrario. Así, le quitamos al deporte todo su valor: enseñarte a enfrentarte a los problemas.
Recuerdo que en los años 80 nuestros padres ni venían a vernos jugar, jamás hablaban con los entrenadores y muchas veces ni sabían contra quién competíamos. Tal vez, ni una cosa ni la otra. Lo resumió magistralmente Juan Antonio Corbalán hace unos años en una charla en el Colegio Claret: preguntado sobre qué debían hacer los padres, respondió que acompañar a sus hijos al autobús… y volver a casa. Quizá ahí esté la clave: estar, apoyar y analizar con ellos. Pero sin invadir. Porque el deporte solo educa si dejamos que lo haga.
Feliz 2026.
